A cuatro años del fin, Ana Sofía recordaba perfectamente su primer día de clases en la Escuela Normal, desde que entró y admiró en la entrada la estatua del fundador y fue conducida posteriormente junto con los que serían sus compañeros al salón de proyecciones en el tercer piso del edificio. Después de que estubo instalada en uno de los asientos miró a su alrrededor, y fue hasta entonces que en verdad tomó conciencia de las cosas: estaba por iniciar algo.
Ana Sofía observó detenidamente a sus compañeros; al fondo del salón había un muchacho un tanto mayor que el resto, que parecía meditar en silencio, en primera fila dos chicas muy amiguitas que al parecer ya se conocían desde antes y reian, cerca de las cortinas sentados una parejita. La directora estaba a punto de iniciar a hablar cuando irrumpió abruptamente un joven hablando por teléfono, decía:
-Y pues si... ya estoy aquí, al fin me he inscrito...
El chico en verdad parecía muy joven, creidito, un "junior" cualquiera... detrás de él casi inmediatamente apareció otro jovencito que llegaba tarde, muy soriente, que preguntó cortesmente si podía pasar, después que le dijeron que sí, se sentó junto a ella. Ana Sofía pensó que a diferencia del primero, este chico sí podría ser su amigo, al igual que la chica callada que yacía desde hace rato a su lado y que le sonreía cada vez que la miraba. Tal era el panorama porque desde el primer día de clases, uno empieza a vislumbrar quienes pueden ser nuestros amigos.
La directora dió la bienvenida cordialmente, parecía amable y buena persona, -al menos eso creyó de momento Ana Sofía- los invitó a sentarse para ver un video motivacional de inicio de ciclo escolar, después todos participaron en la presentación masiva donde cada uno dió su nombre completo, gustos, intereses y el por qué habían elegido esa carrera. Ana Sofía aún no lo tenía bien claro, titubeó y con voz entrecortada dijo quien sabe qué...
En el salón de clases no casi no se hizo nada ese día, salvo presentarse con los profesores y a su vez, estos dieron a conocer su forma de evaluar, solo el Doctor Hernández se preocupó por establecer confianza con ellos desde el primer momento, te miraba a los ojos cuando hablaba y su voz era potente, penetrante, y sus palabras llenas de sentido, hizo ver desde el comienzo que la profesión docente no era cualquier cosa y que había que tener verdadera vocación para abrazarla; Ana Sofía quedó cautivada por la forma de hablar del profesor, tanto que desde entonces comenzó a avivar esa llama de amor al magisterio. Fue la clase que más le gustó ese día y sería su preferida los próximos 3 años.
Tal fue el primer día de clases, que transcurrió sin mayor percance, salvo las dificultades para comprar en la cooperativa durante el recreo; se ha dicho que por lo regular no se hace nada el primer día de clases, sin embargo Ana Sofía creyó haber hecho mucho: clarificar su vocación.
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Pedagogía y Amor
Teen FictionSeptiembre de 2014, una masacre, 43 estudiantes normalistas desaparecidos... Ese mismo año se desata la violencia en una de las Ciudades más tranquilas del país, antes reconocida por sus tradiciones hoy es el flanco de la disputa de dos grupos crim...