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La ambulancia avanzaba rápidamente por las calles de la ciudad, los paramédicos seguían controlando el pulso del joven que yacía inconsciente en la camilla y le colocaban  la mascarilla de oxigeno, la mujer sentada junto a ellos lloraba mientras oraba una silenciosa oración y él, él solo miraba desde el lado más alejado del vehículo.

Miraba como el pecho del joven subía y bajaba a un ritmo lento pero constante, dando señales de vida pero no viviendo realmente. Él lo podía ver claramente pero los demás no, ¿por qué será? ¿Quizás las personas se apegaban tanto  a la vida que no veían a la muerte? O simplemente, ¿temían de lo que venía después? A veces no los entendía, algunos querían morir antes de que llegara su hora y otros querían aferrarse a la vida aun cuando ya habían cumplido su etapa. Lo lamentaba por estos últimos, no lo esperaba momentos fáciles si se negaban a irse.

Las puertas fueron abiertas de par en par por dos enfermeras que rápidamente sacaban la camilla y la introducían por  un pasillo que daba a las salas de emergencia a toda prisa mientras eran seguidas por  la mujer, que seguía llorando. Otra cosa que no entendía eran las lágrimas de las personas, ¿sirve de algo esas lágrimas derramadas? ¿Pensaran que lograran  que la persona vuelva a la vida? Quizás estaba siendo un poco cruel, pero ¿Cómo podía entenderlos? Él hace mucho tiempo que ya no sentía nada, y a veces, eso es lo mejor.

Mientras los médicos se llevaban a muchacho a la sala de operaciones, él decidió pasear por el hospital y mientras caminaba veía a niños tomar las manos de mujeres hermosas que lentamente los alejaban de sus padres, también vio a abuelitos que sonreían al tomar la mano de esas personas especiales que hace tiempo no veía, contentos de acabar con su sufrimiento y volver a ver a los que amaba. Pero también vio momentos felices, nuevas vidas que eran traídas al mundo, vidas que fueron rescatadas de las tinieblas o vidas que, a pesar de todo, debían seguir estando ahí.

De repente recodó como, hace muchos años, los hospitales le daban un extraño regocijo, muchas veces debía visitar esos logares, pero había una en especial que siempre esperaba con ansias a que pasara y era cuando podía, por fin, verlo. En ese tiempo él aún sentía, todavía le costaba creer lo que había sentido por primera vez, hace muchos años. Por primera vez, se había enamorado. Quien lo diría, por primera vez, la muerte se había enamorado.

En ese tiempo tuvo muchas primeras veces, pero no todas fueron buenas. Fue la primera vez que alguien pudo verlo sin estar en el final de su vida. La primera vez que alguien lo miraba a los ojos y le sonreía mientras se presentaba ante él, sin importarle que se encontraran en medio de un parque y pareciera que hablara solo. La primera vez que retraso tanto como pudo la ida de una pequeña niña, solo por volver a verlo, solo para no tener que desaparecer tan pronto. La primera vez que deseo ser como ellos, que deseo tomar la mano de alguien sin tener que hacerlo cruzar. Deseo poder pasear con él sin tener que preocuparse que lo vieran como un loco, deseo tomar su mano y pasear, deseo besarlo y tocarlo. Deseo tenerlo para siempre con él. Y esos deseos, esas primeras veces, que lo habían llenado de felicidad, de pronto, se convirtieron en su amargura, fue por culpa de ese último deseo que fue por primera vez castigado, castigado de la peor forma ¿por qué de la peor? Porque le quitaron lo único que lo hacía feliz.

Se sentía extraño, como si ese sentimiento aun estuviera en su corazón inexistente, como si hubiese esperado por salir mucho tiempo pero no lo haya logrado, un pequeño aleteo apenas perceptible. Aleteo que rápidamente aplastó.

Nuevamente se encaminó hacia donde estaba la mujer, que ya no lloraba. La horas habían pasado y ahora el cuerpo del muchacho yacía inmóvil en una sala de recuperación, lo único que delataba que aun se mantenía en la tierra, era el leve sube y baja de su pecho y los pitidos de la maquina que estaba conectada a su mano.

Él esperó, vio como la mujer se acercaba, tomaba lentamente la mano sobre la cama y comenzaba nuevamente esa oración silenciosa. Le hubiese gustado decirle que parara, que su oración no sería escuchada, que  si la decisión ya había sido tomada entonces no había quien la cambiara. Hubo un tiempo en que lo intento, pero sus intentos eran en vano por lo que desistió, así que ahora solo escuchaba.

Apoyado en una esquina de la habitación miró el reloj que llevaba en su muñeca, divirtiéndose contando los segundos y los minutos que pasaban. Ya era casi la hora, pronto tendría que estar en otro lugar, junto a una niña que luchaba contra los maltratos. Pero sus pensamientos se vieron interrumpidos cuando una mano se apoyó en su hombro y un pequeño susurro llegó a su odio.

-ha pasado un largo tiempo, querido HongBin-

Y esa voz, ese tonó y la pronunciación de su nombre en voz alta hizo que quedara completamente congelado y que sintiera, luego de mucho tiempo, miedo, mezclado con esperanza y amor. Tenía miedo de voltear, no quería ver quién estaba a su lado, aunque dentro de él sabía quién era el único que sabía su verdadero nombre.

-esperaba que fueras un poco más cálido. Ha pasado mucho tiempo desde que vi tu rostro y aun así te niegas a dejarme verlo nuevamente-

Lentamente comenzó a girarse, recién siendo consciente que la maquina ahora piteaba en un timbre continuo y que varias personas llenaban la habitación. Se giró tan lentamente como pudo, temía que si volteaba muy rápido esa voz se esfumaría y que estaría solo nuevamente y cuando termino de hacerlo ahí estaba. Frente a él se encontraba la persona que había esperado por  siglos, sonriente como la primera vez que lo vio. Frente a él estaba el que fue la razón de su felicidad. Frente a él estaba todo lo que alguna vez deseo y perdió.

-ha pasado un largo tiempo, SangHyuk- fue lo único que alcanzó a decir antes de que sus labios se juntaran y que pasara él beso que por siglos esperaba.

El menor le devolvió el beso con las mismas ansias con el que lo recibía. Había pasado demasiado tiempo esperando volver a verlo,  lo había visto por demasiado tiempo sufrir por la historia de los dos sin ser capaz de ayudarlo,  de decirle que estaría bien, que él estaba bien. Le había costado demasiado tiempo convencer a todos de que ya había pagado bastante,  Que merecían ser felices. Y por su fuera poco,  cuando logró que aceptarán que era tiempo de parar, tuvo que esperar nacer y tener veinte años para poder reunirse por fin. Con él,  con el que siglos atrás le robó el corazón con sus sonrisas y sorpresas. Con el que siglos atrás lo había hecho querer seguir con su vida, aunque al mismo tiempo lo hacía querer no tenerla. Con el amor de su vida, que irónicamente, lo conocían como la muerte.

Por fin a mi lado (Hongbin×Hyuk)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora