Capítulo 4

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Aprendí que, para amar a otros debes amarte primero a ti, tienes que aceptar lo que eres y quien eres, siempre se puede mejorar, como persona, como amigo, como hijo, como ser humano, pero el verdadero secreto para lograrlo está en aceptarte, con lo bueno, lo malo y lo peor.

Debes valorarte, cuidarte, protegerte porque, si no lo haces tú, nadie más lo hará; porque vales, y vales muchísimo, eres algo, eres alguien, eres amor, hermosura, perfecta imperfección; una talla de sostén, el color de tu piel, un número en una báscula o el reflejo en un espejo son sólo apariencias, no te definen como ser humano, no te hacen mejor ni peor persona. Lo que te hace auténtico, único y valioso es tu maravillosa mente, lo que sientes, lo que piensas, lo que haces.

Conocí a esta chica, aún éramos bastante inexpertas, como para saber que, podríamos tomar decisiones erróneas a causa de problemas que tenían solución.

Hasta el día, no sé cómo no sentirme mal por mi, ahora, antigua amiga, no entiendo cómo se permitió sufrir tanto. Recuerdo las cicatrices en sus brazos y cómo decía que eso dolía menos que sus conflictos, recuerdo haber ido por ella al baño de la escuela tratando de evitar que vomitara, tan sólo los jugos gástricos de su estómago, porque no comía, no entiendo cómo es que no pude ayudarla, debí intentar más, tal vez hablar con sus papás, pero ¿cómo?, si ella misma me amenazaba con hacer que fuese su último día si les decía...

Aún duele, aún me siento mal por ella, ¿qué ha sido de ella?, quisiera decir que superó sus problemas, que siguió adelante, se dio cuenta de su error y comenzó a amarse a sí misma, que hoy es una chica sana, feliz, que emana amor a dónde quiera que va, lamentablemente no puedo confirmar esto, por circunstancias de la vida nos alejamos la una de la otra. 

No diré que yo no tenía problemas, vaya que los tenía, pero siempre me he hecho creer a mí misma que todo conflicto pasa, que mi vida vale más que cualquier dificultad que esté viviendo.

Tal vez, algún día, la encuentre en algún lugar no muy lejos de aquí, sonriente, tranquila, viviendo su vida como la merecía vivir: plena y feliz.


Amiga, perdóname por no poder hacer más por ti, confío infinitamente que todo caerá en su lugar algún día, para ti.

Está bien ser humanos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora