El silencioso descenso.

216 18 1
                                    

El joven de cabellos celestes abrió sus ojos color zafiro y lo primero que vio fue un blanco inmaculado.

Ese chico observo a su alrededor y se percato que estaba en una estación de trenes, el color que predominaba en ese lugar era el blanco. Él no sabia por que se encontraba en ese lugar, no recordaba su nombre ni nada que le diera una pista sobre quien era.

Ese joven tenía muchas dudas pero por alguna razón ,que no comprendía, él no tenia miedo. Estaba sólo en ese lugar que le resultaba vagamente familiar. Le resultaba curioso que nadie estuviera allí.

El chico permaneció sentado en un banco, pensativo. Pensaba que le gustaría tener alguien con quien hablar y poder tener compañía.

En ese extraño lugar no existía el día ni la noche, tampoco era necesario dormir ni comer, no había dolor... era como si esas cosas tan mundanas no fueran vitales para existir en ese lugar.

El chico de cabellos celestes no recordaba nada de su vida, pero tampoco era como si lo necesitará. Tal vez era mejor que no recordara...

Ese joven se dio cuenta una vez que el único color en ese mundo que no fuera blanco era el color de su cabello y ojos. El chico pensó que le gustaría que hubiera alguien que le de mas color a ese lugar, por su mente pasó fugazmente el color rojo, sin embargo él no entendia el por que. Desde ese momento, sin razón aparente, el chico decidió que el rojo sería su color favorito.

Una vez el joven notó que en sus muñecas había unas extrañas marcas, se sintió intrigado por saber como surgieron las raras marcas, pero su falta de memoria no lo ayudaba... Ese joven tenía suerte de no recordar nada. Después de un rato el joven se olvido de las marcas y continuó sumergido en sus pensamientos.

El chico se aburría en ese lugar, él no tenia compañía, nadie con quien hablar... la soledad lo envolvía y el chico se aburría.

Él no tenia nada que hacer mas que sentarse a pensar. Se preguntaba por que no llegaba ningún tren a esa estación, tal vez si llegaba alguno traería personas y él ya no estaría sólo. El joven se dispuso a esperar que el tren llegara para poder dejar a un lado su soledad.

El chico esperó pero no se sentía como si el tiempo pasara. En ese lugar el tiempo no existía, tampoco las preocupaciones. Aun así el joven continuo esperando el tren, él quería amigos, escuchar la voz de algún ser humano. Se preguntaba como sería su futuro amigo... ¿Sería amigable? ...¿Gracioso?...¿Se llevarían bien?...¿De que color será su cabello?...¿Y sus ojos?... El chico estaba cada vez mas emocionado por tener un amigo.

El joven era alguien paciente, pero deseaba que alguien llegará pronto. El tiempo no pasaba,pero el chico no se daba cuenta.

El joven decidió cerrar los ojos, no podía dormir pero se entretenía imaginando como sería esa persona que iba a ser la causa de su felicidad y el que alejaría la soledad.

Entonces abrió los ojos y lo vio. Reconoció a esa persona que seria su compañero. Esa persona estaba acostado en el suelo, parecía dormido y su cara reflejaba una gran tranquilidad, su cabello era de un hermoso rojo y el joven no podía esperar para ver sus ojos. Se acercó a el lentamente y se arrodilló cerca suyo. El cabello de esa persona se veía suave y el chico de cabellos celeste deseó tocarlo, acercó su mano y acarició los suaves mechones de cabello rojo. Ahora ese chico se enamoró del color rojo.

El joven observó detenidamente a esa persona, él sentía que lo conocía y por alguna razón su corazón latía muy rápido estando cerca de él. El chico se dio cuenta de que en el cuello de esa persona también había una extraña marca, como si fuera de una soga. Sin saber por qué, el chico sintió ganas de llorar, no le gustaba que esa persona tuviera una marca que parecía ser dolorosa.

Esa persona comenzó a removerse y abrió lentamente los ojos.

Mercurio y zafiro se chocaron. El chico pensó que jamas había visto unos ojos tan hermosos y esa persona pensó lo mismo de los ojos de el joven.
Una extraña sensación nació en el pecho de ambos y sus latidos eran muy rápidos. Ellos sintieron que jamas estarían solos... sintieron que se habían reencontrado.







Gracias por leer.

Lia-Sama

En Otra Vida. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora