Capítulo 2

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Antes de empezar el capítulo, decir que tanto las  palabras japonesas como las relacionadas con el mundo del anime y el manga que considere que vosotros, los que me leéis, podáis no conocer, serán marcadas con un asterisco, y pondré su definición al final del capítulo donde aparezcan. Aclarado esto, espero que disfrutéis de este capítulo.


Capítulo 2:


Justo antes de que el pie del gigante de piedra, que hasta hace un momento debía de estar inmóvil, por lo que no me había percatado de su presencia, pisase cerca de mí, Sora llegó, cogió mi mano, y me subió a su caballo sin reducir lo más mínimo la velocidad. Podéis imaginaros el susto que me di. Por un momento pensé que el corazón iba a cambiar de lugar con el estómago. Giré la cabeza hacia donde se encontraba el gigante. Era un conjunto de piedras de un tamaño titánico, cuya forma parecía estar hecha por un escultor que pasaba por una mala época, que hacía su trabajo con desgana y prisa. ¿Cómo era posible que hubiera pasado aquella criatura por desapercibida? Hasta el más ciego de entre los más ciegos podría haberlo notado. Su cuerpo estaba parcialmente cubierto por ropas hechas de hojas, moho, y alguna que otra flor que de alguna forma había logrado brotar encima de aquel monstruo. Los ojos, llenos de una profunda oscuridad, aún siendo como unas burbujas de jabón iluminadas por un rayo de sol, parecían pedir ayuda en silencio.

-¿Otra vez soñando, Kyoko?- La voz alegre de Sora logró sacarme del ensimismamiento en el que me había sumido al contemplar al titán.

-¿Qué demonios es eso?

-¿Te refieres a ese pedazo de bicho que de no ser por mí habría hecho papilla de Kyoko? Es un Kamofura, un gigante camuflado. Deberías saberlo, ¿no? Lo has creado tu al fin y al cabo.

-Lo siento, no me veía capaz de crear algo tan feo.- Comenté, haciendo reír a Sora.

-Se vuelven invisibles y atacan al primero que se pasee por delante suya. Sobre todo si es humano, os tienen especial odio.

-Ah, bien, y por casualidad, ¿Hay alguna forma de derrotarle?-Dije, aunque sabiendo como era Sora, conocía la respuesta.

-Si, la hay. Huir de él.- Lo dijo como si fuera obvio. Como suponía.

-Genial... Bueno, realmente es lo más fácil y rápido.- Terminé diciendo, después de meditarlo un momento.

Tras recorrer varios kilómetros de playa y alejarnos lo suficiente del gigante, paramos al límite de un gran bosque. Kaze, el caballo de Sora, estaba sediento, así que nos adentramos en el enorme laberinto de árboles donde, según el dueño del caballo, había un lago cercado de agua potable donde podríamos beber los tres. El olor a humedad impregnaba todos los lugares mis pulmones, aroma que se mezclaba con el perfume de las flores más hermosas que nunca hayan visto mis ojos, que flotaban en el aire, y cuyas raíces bebían del viento. Unas luces, todas de colores diferentes e indescriptibles, bailaban con las flores, llevándoles el polen que haría nacer nuevos brotes. Cada árbol tenía una forma única y desordenada, y la forma en la que estaban colocados era totalmente aleatoria. El ambiente estaba envuelto en una mezcla entre la claridad que daban los rayos del sol al colarse, juguetones, entre las ramas de los árboles, y la oscuridad que daban las sombras producidas por estas mismas plantas. Era como si fuera todo oscuro y colorido a la vez. Era como los ojos de ese gigante. Una pelea constante entre alegría y tristeza, optimismo y pesimismo. Era una batalla que creaba un paisaje hermoso.

-Este sitio es precioso, Kyoko.- Dijo mi compañero.

-Ya ves...- Contesté, casi en un susurro.

Finalmente, llegamos al lago. El sol estaba un poco más oculto que hace un rato, y los llamativos colores naranja del atardecer comenzaban a aparecer en el cielo, resaltando de alguna forma la figura de los planetas que podían verse con claridad en él. La estampa se veía perfectamente en el claro que había a causa del lago. Alrededor de este, había una fila de árboles que, a diferencia del resto del bosque, eran exactamente iguales y estaban situados a la misma distancia unos de otros, formando un círculo perfecto a un metro de distancia del lago, rodeándolo. Aquella reunión de gotas de agua era totalmente clara, de un transparente impecable. Se veía a la perfección el fondo, de unos tres metros de profundidad. Los pequeños peces nadaban cada uno a su aire, algunos de colores alegres, otros apagados, otros brillaban y otros parecían hechos de oscuridad. A pesar de la transparencia del lago, era un espejo magnífico, y mientras Kaze y Sora bebían, al acercarme a la orilla me quedé un momento observando mi reflejo. Las ojeras que normalmente resaltaban en mi cara no estaban. Mi pelo liso y negro, que me llegaba hasta los hombros, fue sustituido por un pelo rojizo, largo recogido en una trenza, que recorría mi espalda hasta debajo del culo. Mi piel era más blanca. Solo mis ojos grises sobrevivieron a aquella transformación que no estaba del todo mal. De repente me percaté de la espada que tenía amarrada en la espalda, que asomaba por el hombro derecho. Me quité el cinto que rodeaba mi torso, el cual sujetaba la espada, para poder verla mejor. Una katana. Bueno, de mi no esperaba otro tipo de espada. La vaina era, en su totalidad, negra, y la tsuka* era de color rojo, rodeada por una cinta negra. De vestir, llevaba unos pantalones largos ajustados de color negro, y una capa abrochada a base de botones negros, sin mangas y teñida de rojo, y debajo de esta notaba que llevaba una camiseta de tirantas. Protegiendo mis pies, tenía unas botas bajas negras. Me gustaba. "Algún día iré a una convención con una ropa igual que esta de cosplay*" Pensé inmediatamente.

Después de esta pequeña revisión, y tras maldecir al darme cuenta de que no tenía ningún bolso o mochila en el que poder llevar algo, bebí algo de agua. Me giré hacia donde estaba Sora, el cual parecía un tanto impaciente.

-Vamos a hacer algo, esto es aburrido. Si esto fuese un libro, los lectores estarían ya dormidos.- Protestó. Como si no hubieramos escapado de un monstruo gigante hace un momento. ¿No le parecía suficiente?- Viniendo hacia aquí he visto un lugar muy chulo, ¿Quieres verlo?

-jumm.- No me fiaba de Sora, y él lo sabía.- Está bien.-Finalmente acepté. Él celebró un poco mi decisión, y se hizo una coleta de caballo para apartarse un poco el pelo de la cara, dejando un flequillo que, cayendo por la frente, no llegaba a estorbarle la vista. Era exageradamente guapo, y era consciente de ello. Era esa clase de chicos que solo viven, literalmente, en la imaginación de las chicas. Al menos en la mía vive uno. Atractivos, encantadores, bromistas, que te entienden a la perfección, y que no son el típico amigo gay, sino alguien con quien puedes tener algo más que una amistad. Espero que eso no haya sonado tan homófobo como pienso que ha sonado. Aunque claro, esto es un sueño, por lo que he de dejar mis pensamientos lujuriosos en un rincón de mi cabeza.

Volví a agacharme a beber agua una vez más antes de irnos, mientras mi compañero iba hacia Kaze.

Al incorporarme bruscamente, sentí un poco de mareo. Y cuando miré hacia donde estaba el caballo, Sora no estaba allí. Su ausencia no me sorprendió, pues no es la primera vez que se esconde en algún sitio para asustarme aprovechando que estoy distraída. Entendí que ese no era el caso, y se me erizó el bello de la nuca. Kaze se acercó a mí, y su mirada reflejaba el miedo que sentía en ese momento. Él también lo había notado. Mejor dicho, él también lo había olido. Sangre. Mucha cantidad de sangre. El olor provenía de todas partes, y hasta que no empezaron a aparecer los primeros ríos de tinte rojo por los troncos, no supe como aquello era posible. Eran los árboles. Estaban llorando sangre.


*Tsuka: Nombre que se le da a las empuñaduras de las katanas.

*Cosplay: Se le llama así a los disfraces que se usan para representar a un personaje de algún anime, manga o videojuego sobre todo, aunque también puede ser de una  película, un libro o un personaje creado por ti

La música de un sueñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora