II
Tendida en mi cama
miro el techo.
Las sábanas son blancas
pero las veo grises
como todo lo que veo.
Asomo a mi ventana
y el cielo gris
me inunda.
Las nubes grises
cargan con el torrencial
de las turbulentas aguas
que se avecinan
ocultando el cálido sol,
porque también él es gris.
El sol es gris,
y uno de sus tímidos rayos
se cuela un segundo
en mi habitación
para dejarme ver
lo gris que está mi estancia,
lo gris que está mi vida...
Ya acabada.
III
¿Es gris el ocaso del atardecer?
Es gris...
Es gris, sí,
si los recuerdos
no tienen momentos
que recordar.
He vivido y he soñado.
Hay momentos añorados,
pero no quiero ni puedo
recordarlos.
No, si envueltos de nostalgia
me regalan alegrías,
anhelos casi olvidados
que hacen daño.
Y vuelvo a meterlos
en un cajón,
cuando miro mi brazo
atravesado.
Cuando siento un dolor
punzante y agudo,
y siento el vacío
de un gris momento
muy cercano.
Un pitido conocido
se mete en mi cerebro
y escucho voces,
pisadas, carreras,
la puerta se abre
y el gris me penetra...
Son manos que tocan,
voces que me hablan,
miradas que buscan
y no buscan nada,
y sola me pierdo
mirando mi cama
y el gris del momento,
y no,
no digo nada.
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GRIS
PoetryEn el crepúsculo de su vida una anciana recuerda como fue su vida y como ésta se tornó gris cuando perdió a su amado. Y en los últimos momentos de su vida, no puede más que anhelarlo, cada vez con más fuerza, cuánto más cerca se encuentra de su fin.