II

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5 de mayo de 2009

Con los sentidos embotados, así, retraído y perdido, pienso en las veces que te dije que me sentía como un ave herida incapaz de desplegar las alas. Uno de esos días de testarudez me dijiste que al confesar tal cosa había encontrado otra manera de volar. Creo que te referías a la confianza. Estoy seguro de ello. No necesitaba alas para hacerlo y dejarme caer era más fascinante que intentar tocar el cielo sin conocer primero el suelo que pisaba antes de despegar. Me motivaste a conocer todas las maneras de hacer cada cosa.

Pero hoy no sé qué habrá más allá de las nubes. Me da miedo caer sin saber lo que me espera del otro lado y la incertidumbre me ha quitado el sueño. Todavía no sé si se puede caer hacia arriba, pero hay algo que descubro mientras pienso en esto y pienso en ti: hay una manera de estar abajo y sentirse en lo alto de un monte con las nubes en la punta de los dedos, pero también está la posibilidad de tocar el suelo y sentirse por debajo de este, tumbado debajo, enterrado. Es lo que llamo el mundo cuando está al revés. Así está ahora mismo. Entonces sí se puede caer hacia arriba, porque es lo que desearía ahora mismo y aunque me espere solo el suelo, estaré sobre él y podré dejarlo atrás (abajo) en algún momento.

El subsuelo es la insignificancia, es la simpleza. Estoy aquí porque todavía nada parece importar y no sé cómo salir del aturdimiento en el que estoy. Sé que me faltas y que no deberías. Sé que debería levantarme pero al parecer se está demasiado cómodo como para levantarme y salir corriendo. Quizá correr es lo que me hace falta para no permanecer tan dormido por dentro, pero (no quiero) no puedo. ¿Sabes lo que se siente intentar correr con las piernas acalambradas? Es lo mismo que la conciencia de tener que buscarte pero sin la esperanza real de encontrarte, porque la verdad es que no sé dónde estás y no quiero pensar en el sitio en el que nos encontrábamos siempre, donde nos encontramos la última vez. Es ser lo suficientemente sincero para reconocerme débil por dentro y lo suficientemente cobarde para no dejar que nadie se dé cuenta. Porque, aunque estoy avergonzado por no echarte de menos, sé que extrañar a alguien va más allá de simple añoranza y lo que yo siento es una necesidad cauterizada. Ya no la siento porque la dejé estar mucho tiempo y eso no ha hecho que desaparezca, más bien la convertí en parte de lo que soy y ahora es más difícil sacarme del intento de independencia absurda y la mentalidad individualista que me he creído para no decir en voz alta que solo soy egoísta y que estoy solo. Solo.

El problema es que me he concentrado tanto en esa soledad que me he olvidado incluso de mí mismo como hombre. Ya no pienso en mí. No pienso en muchas cosas, solo en las que me molestan, y como tú hacías exactamente lo contrario, me cuesta dedicarte un par de ideas. Perdona, es la verdad. Eras esa pequeña isla en la que ocurría todo; todo giraba en torno a ti y ahora es todo mar y pensamientos dispersos. No hay nada pero es como un todo que me inunda y no sé hacia dónde patear para salir a flote.

Creo que un día probaré con dejarme hundir para ver si la isla se ha ido al fondo de este océano. Tal vez te encuentre ahí, en lo más profundo. Tal vez no haga falta salir a la superficie, tal vez has dejado de ser la pequeña isla a la que me había acomodado para convertirte en un barco abandonado en lo más profundo lleno de tesoros por descubrir. Tal vez lo averigüe un día. Pero no hoy.

Quiero ser optimista, pero no hoy.

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