Capítulo 21

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Lexa POV

Entendí que Gus me ganase al ajedrez, a las damas, al parchís, a la oca, al Uno, al tres en ralla, al de hundir la flota... Pero nunca, jamás, ni con el cerebro de Einstein, podría entender que un señor de setenta y seis años me ganase al fútbol en el Fifa. ¿Había alguna Play Station en su juventud? ¿tenía una escondida con la que practicaba? Porque sino, no había manera posible de que me fuera ganando 5-1 antes del descanso de la primera parte.

- Hoy no es mi día - me excusé cuando me paró un penalti que había jurado que iba dentro.

Gus rió con regocijo.

- Ni tu día, ni tu mes, ni tu año. Quizás puedas ganarme en otra vida, niña - me chinchó apoyando los pies sobre la mesa. Él estaba tumbado de manera relajada, mientras yo estaba inclinada hacia delante, con los hombros tensos y mordiendo mi lengua con frustración en cada gol fallado y cada otro encajado.

- No te crezcas, viejo - me piqué -. Los planetas deben haberse alineado en mi contra. Estás ganando porque yo estoy perdiendo, no porque realmente seas mejor. Si estuviera concentrada, irías mordiendo el polvo y la hierba del campo.

- ¿Como tú ahora? - preguntó cuando su defensa me marcó un humillante gol que cualquiera habría parado. Tenía asumido que yo no era cualquiera, que era especial, pero no en una mala manera, como ser la única pringada que perdería en un juego donde debería ir ganando. Tenía amigos, como Lincoln y Finn, que nunca consiguieron ganarme un partido, y un anciano que jamás había tocado una consola me iba ganando por goleada.

- Estoy desconcentrada - repetí sonando como una niña pequeña que necesita una excusa que nunca creyó necesaria.

Gus me echó una sonrisa de medio lado, de esas que tienen los ancianos para decirte que ya sabían algo medio siglo antes de que tú lo supusieras.

- ¿Por Clarke? - adivinó, y ni siquiera necesitó respuesta -. ¿Dónde la llevarás a cenar?

- No lo he pensado - mentí, porque llevaba tres días enteros pensándolo y buscando un buen y barato sitio donde llevarla. No era por el dinero, sino porque sería extraño, como si yo no fuera yo y Clarke no fuera Clarke. Yo no era una estirada, y a Clarke le gustaba la comodidad, así que ir al restaurante más caro de la ciudad era un paripé innecesario. Tampoco quería llevarla al Mc Donald's de buenas a primeras; ella también debía ganarse que la llevara a mi lugar de comida preferido.

Gus me miró de nuevo poniendo el juego en pausa, y su ceja levantada me indicó que debía estar sonrojada al ser pillada mintiendo. Ya debería saber que no podía mentirle a alguien que ya debió escuchar todas las mentiras posibles en su vida, y él debía saber que nunca me cansaría de intentarlo.

- Id a "La Romántica" - aconsejó volviendo a jugar y robándome el balón en un ridículo despiste.

- Eso sería incómodo - repliqué -. Es la primera vez que quedamos, y se supone que como amigas con muchos matices. Llevarla a un lugar con la palabra "romántica" sería como una encerrona, y no quiero presionarla con mensajes subliminales tan cutres.

- No es un restaurante presuntuoso, niña, y para una tacaña de manual como tú, es el lugar perfecto: comida basura y precios bajos - paró el juego de nuevo y buscó un papel donde anotar la dirección, sin esperar mi aprobación. Extendió un papel y releí el nombre varias veces, escéptica -. Se llama así porque sales enamorado de la comida. Si no puedes conquistar el corazón de alguien, conquista su estómago. El amor es un sentimiento, la comida una necesidad.

Ese era el mejor consejo que había oído en mi vida. Se lo agradecí dejándome ganar por 7-1. Sí, dejándome ganar, porque mi generosidad no tenía límites y quería darle alegrías a mi viejo amigo. De todas maneras, ya le ganaría otro día. Al menos tuve mi gol del honor, cuando comenzamos 0-1 y le prometí una paliza de campeonato. No vendas la piel del oso antes de cazarlo, me dijo. Esa tarde estuvo llena de consejos de la Edad de Piedra que ya había oído mil veces pero sólo comprendí cuando los necesité.

Sonríe (Clexa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora