Clarke POV
Fui protestando todo el camino, pero luchar contra Lexa era incluso peor que enfrentarse a Raven.
- No pienso ir a tu casa - arrastré tanto las palabras como mis pies, aunque continuaba siendo guiada hacia su casa por ella. Si me removía vomitaría -. Seguro que te aprovecharás de mí.
- Voy a aprovechar para reírme mucho de ti, descuida.
- Seguro que intentas camelarme con alguna técnica de seducción popular entre los mapaches - continué diciendo,y aunque a mis oídos sonaba tan gracioso que comencé a reír diez minutos seguidos, Lexa me hizo la zancadilla cuando dejó que me adelantase.
- ¡Grosera! - le chillé con toda la dignidad que me quedaba tras hacer equilibrismo puro para no caer. Me acerqué a ella y golpeé su pecho mientras ella se carcajeaba a los cuatro vientos -. Eres una bruta, y un mapache muy grosero, ¡te odio!
- No, claro que no - obvió revolviendo mi pelo como si yo fuera una niña pequeña.
Acabamos llegando a su casa, cerca de las dos de la madrugada, y Lexa me mantuvo tan entretenida que la sensación de mareo tardó en llegarme. Me tambaleé y traté de enfocar su puerta, la de verdad, y no las cuatro que ahora veía. También había cuatro Lexas, lo cual no me pareció mal del todo. Ugh, estaba totalmente borracha y era humillante, pero quería pedirle que me llevase en brazos en plan boda. Me replanteé muy seriamente pedírselo cuando tropecé con el aire de manera patética, y debía tener tan mala cara que ni siquiera se rió de mí.
- ¿Clarke? - preguntó un poco preocupada. Su voz preocupada por mí sonaba mucho mejor que cuando se reía de mis ridiculeces -. ¿Necesitas algo?
- Un hígado nuevo - rezongué apoyándome en su hombro cuando me atrajo hacia ella a la vez que abría la puerta.
- Eso va a ser difícil; los hígados de sobra escasean por aquí - sus bromas tenían una función diferente mientras me dejaba pasar. Trataba de suavizar la situación y mi posible incomodidad. Supuse que tendría tiempo de sobra para reírse de mí al día siguiente, porque reconozco lo frustrante que es no poder burlarte de alguien sin disfrutarlo al cien por cien -. Ven, te daré algo para tomar.
- No quiero comer nada - advertí sentándome en la mesa de su cocina sin siquiera preguntarle si le importaba.
Ella no respondió, pero vi que buscaba entre los armarios y cogía alguna de la nevera.
Me dediqué a observar su casa. Era, tras la de Costia, la más grande el pueblo. Por fuera era como todas; blanca y similar a las de un cuento de hadas, pero por dentro era oscura y moderna, con muebles negros y sillones de cuero. La típica casa que utilizan las revistas de decoración para poner de portada. Sin duda, era la clásica casa que imaginaba para unos prestigiosos abogados. Sin embargo, era tan grande...- ¿No te sientes sola teniendo tanto espacio sólo para ti? - pregunté sin vergüenza, y casi me arrepentí hasta que vi a Lexa sonreírme al darme un vaso de agua con azúcar.
- Me gusta estar sola - contestó para salir del paso, porque ella debía suponer que yo sabía que no era cierto, al menos no del todo. Me la imaginé deseando tener a Costia con ella en su casa tan grande. El pensamiento causó un pinchazo de envidia que supuse que se debía a que la casa era tan bonita que me gustaría ser yo quien estuviera en ella...con Lexa.
Fruncí el ceño y puse morros mirándola a los ojos, pero sin decir nada.
No me gustaba el curso que tomaban mis pensamientos sobre pasar largas tardes de verano con esta chica preciosa en su preciosa casa, ni sobre lo esponjosos que se veían sus labios cuando sonreía sutilmente, ni sobre lo profundos que parecían sus ojos con la luz baja de la campana extractora de la cocina. Era como mirar la entrada a un bosque misterioso en el que a nadie le importaría perderse.