Caja musical

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Cuando desperté en el precipicio, empecé a sentirme raro. Tenía mareos constantes y sentía como si el agujero que atravesaba desde mi tráquea hasta mi nuca se hiciera más grueso, como si estuviera consumiendo mi cuello. Decidí volver a bajar el cuello del abrigo y, efectivamente, el agujero se estaba haciendo más grueso.

Seguí caminando hasta que, después de unos minutos, no pude caminar más, así que tuve que descansar en un árbol de una orilla. Empecé a sentir un peso horrible en mis párpados, supuse que sería por el agujero de mi cuello. Escuché una melodía hermosa de fondo y fui a buscar como loco el lugar de donde salía. Encontré una cajita musical con un árbol como figura rotatoria, luego volvió el peso a mis párpados y caí en un profundo sueño.

Soñé que estaba en un lugar vacío, blanco. Me di cuenta de que estaba cayendo. No sentía brisa, no sentía nada. De repente todo se envolvió de color negro y caí, estaba de pie en el fondo. Había alguien, esta vez era un niño, pequeño. Estaba vestido con una sola pieza negra, le cubría desde la base del cuello hasta las rodillas. Decidí acercarme.

A medida que me acercaba se le iban sumando piezas de ropa, de modo que, cuando ya estaba detrás suyo, parecía que tuviera una malformación en la espalda.

El niño se volteó lentamente, al contrario de la mujer de blanco, y, cuando pude ver su rostro, me di cuenta de que tenía la misma máscara de huesos que tenían las parcas pintadas de la catedral, de hecho, las vestimentas eran iguales en estilo pero diferentes en color.

Hablaba exageradamente lento; mientras yo podía articular varias palabras, el niño sólo habría articulado una. Empezó a hablarme sobre llegar al final del valle, no sabía el porqué pero, al parecer, debía llegar antes de que la luna se ocultara.

La melodía de antes volvió a sonar, y el niño asomó la mano. Tenía la misma caja musical que encontré. Me dijo que en su momento sabría utilizarla, y giró la llave en sentido contrario. La canción empezó a sonar al revés, y el mundo entero empezó a rasgarse, como tela.

Cuando me di cuenta, estaba otra vez en la caída de fondo blanco, aunque estaba como devolviéndose el tiempo. Caía, pero hacia arriba, esta vez sentí la brisa en mis pies.

Desperté otra vez en el árbol donde estaba descansando, sin la caja musical. Empezó a sonar otra vez la melodía, y fui otra vez a buscar el origen.

Volví a encontrar la caja, la abrí y esta vez tenía al niño en vez del árbol, como figura rotatoria.

El Valle de La Soledad.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora