Abismo

51 7 0
                                    

Apenas puse un pie fuera de la catedral y ya se estaba desmoronando. Me entristeció en cierto modo que tan bonita construcción dejase de existir, pero no le di tampoco mucha importancia.

A pesar de la niebla, pude observar que no había detrás de la catedral, solo árboles y árboles, apagados y muertos.

No había rastro de civilización alguna en el valle, y eso me gustó. Empecé a recorrer el valle, observando todo lo que había esperando encontrar alguna forma de vida, humana o no.

Cuando ya llevaba horas caminando, encontré un precipicio, me quedé mirándolo, hasta que él empezó a mirarme a mí. Mi instinto me decía que me tirase, así que le hice caso y me lancé.

Me tiré al abismo, mi adrenalina subió como nunca desde que desperté en la catedral, pero la brisa de la caída me calmó. Miré al cielo un momento y me volví a girar hacia abajo.

Cuando llevaba minutos cayendo, parpadeé, al cerrar los ojos seguía en el abismo, al abrirlos estaba de pie en un lugar demasiado iluminado y vacío.

Había una mujer de espaldas, con unas ropas blancas, rotas y sucias. Me dirigí hacia ella. Mientras me acercaba a ella, su ropa se iba rompiendo más y más, hasta el punto en que estaba detrás de ella y ella estaba desnuda.

Su pelo era blanco, y era lo único que había conseguido ver, además de su espalda y sus piernas, ya que seguía de espalda a mí. Le toqué el hombro, y se volteó a una velocidad asombrosa. Para sorpresa mía, su cara estaba en los huesos, tenia los ojos aún, pero no tenia piel.

Para estar en los huesos, su cara denotaba sorpresa. Me observó durante segundos, como si nunca hubiera visto a alguien o algo como yo.

Me preguntó que de dónde había salido, a lo cual respondí que había despertado en la catedral.

Al parecer no sabía de lo que le hablaba, porque me preguntó qué catedral. Le expliqué que salí de la zona donde empieza el valle, que ahí estaba la catedral y que se había derrumbado.

Esta vez sí me entendió y me dijo asustada que si había estado en el valle. Le respondí que sí y por respuesta me dijo:

- El valle no está preparado para tener vida en él, es imposible que hayas aparecido allí, no sólo el valle, este mundo no está hecho para albergar vida... Sólo la muerte y la soledad pueden habitar este lugar, no preguntes por mí, yo soy una personificación del valle, pero no soy él.

Me quedé confundido con lo que me dijo la mujer, parpadeé, y cuando abrí los ojos la mujer estaba cayendose en forma de polvo. Volví a parpadear y desperté en el lado contrario del precipicio del que me lancé, no sabía cómo había llegado, pero, de igual manera, seguí con el camino.

El Valle de La Soledad.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora