SUPERACIÓN

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Durante todo este tiempo mi vida no ha sido fácil, he intentado sacar el positivismo en situaciones devastadoras pero es imposible escapar de una realidad tan dura.

Vivo en una pequeña casa en el barrio más pobre de Siku junto con mi padre que lamentablemente es alcohólico debido a traumas de su infancia y su poca estabilidad laboral y mi madre, que la pobre mujer recayó enferma de ver a su marido en dichas condiciones y actualmente tiene problemas psíquicos muy graves. En ningún momento me he quejado porque a pesar de que mis padres padezcan enfermedades soy muy afortunado de tener una familia, cosa que muchos niños desgraciadamente no pueden decir. Esta mañana me he levantado exaltado porque he oído al repartidor de cartas y he pensado que tal vez era una oferta de trabajo para mi padre, pero parece ser que estaba demasiado equivocado ya que en ella nos comunicaban a mí y a mamá que mi padre había fallecido por cirrosis. En ese momento miré hacia la cama y no encontré la expresión fantasiosa de ese hombre que tanto me quería, mi madre señaló hacia el hospital desde la ventana y por el gesto supuse que por la noche enfermó y se lo llevaron.

Al cabo del rato aparecieron dos agentes que desde que los vi entrar supe que no venían con muy buenas intenciones y efectivamente así fue. Nos obligaron a montar en su coche y nos trasladaron a nuestros futuros hogares, a mi madre la internaron en un centro de tratamiento de problemas psíquicos y a mí me llevaron a un lugar de acogidas. Apenas nos dejaron casi despedirnos, los dos rompimos a llorar y ella con la poca consciencia que le queda me cogió de la mano y me miró a los ojos fijamente con mucho sentimiento, yo sabía que ella sin poder hablar me estaba transmitiendo muchísimas cosas y eso me bastó.

Había sido un día tan intenso que estaba deseando que se acabara pero nuevamente me volví a equivocar y seguidamente me llevaron a una casa donde una familia muy simpática estaba esperándome con los brazos abiertos, por primera vez en todo el día logré sonreír. Desde ese día mi vida cambió por completo ya que cada tres meses yo tenía que ir a un nuevo hogar con una maravillosa familia y cuando empezabas a cogerles cariño te tocaba marchar, la verdad era una pena pero el programa de acogidas lo decidió así para no tener ningún tipo de problemas. En este largo recorrido he conocido a muchas personas y su forma de vivir, familias que viven en circos, en mansiones, en tiendas, familias que tienen tigres, ratas e incluso serpientes. De cada uno de estos hogares he cogido un pedacito que me han llenado como persona y he comprendido que ni los más ricos son felices como yo pensaba, así que mi familia tenía sus rarezas como cualquier otra.

Al ser mayor de edad me tuve que marchar del programa de acogidas pero me dieron una beca para estudiar una carrera. Estaba bastante confundido a la hora de elegir pero por un momento se me pasó por la cabeza esa mirada fija y pensé que mi sueño era recuperar la familia que un día tuve así que decidí estudiar psicología. Puse todo mi empeño y dedicación en esta profesión hasta que conseguí recibir mi título oficial.

El mismo día que me lo dieron fui al centro donde habían dejado a mi madre porque lo que he comido no me acordaré pero del nombre de ese lugar hice corazón y tripas para que se grabara en mi mente el día que me separaron de ella. Tenía mucha ilusión de ir a buscarla pero por otra parte me daba mucho miedo porque no sabía con qué situación me iba a encontrar pero yo creo que después de los batacazos que me había dado la vida yo ya era muy fuerte para afrontar cualquier cosa.

Cuando entré en el centro di mis datos y el familiar al que quería ver e inmediatamente me llevaron a su habitación, antes de pasar me explicaron su evolución y afortunadamente había sido positiva aunque le faltaba un poco de terapia, después le tendí mi título en sus manos y le dije que la quería sacar del centro y que yo mismo me encargaría de su evolución. El hombre sonriendo me devolvió el título y me dijo al oído que por supuesto que iba a dejarla ir y que era muy valiente por haber estudiado psicología sólo para ayudar a mi madre. Me tembló la mano al girar el pomo de la puerta y cuando la vi todo ese nerviosismo se esfumó, quedando una inmensa alegría. En cuanto me vio se abalanzó sobre mí y supe que no me había olvidado, los dos nos quedamos abrazados durante horas, minutos, segundos...que habíamos perdido.

A día de hoy vivo en esa casita donde tantos buenos momentos hemos compartido juntos, mi madre gracias a mis cuidados cada día está mejor y yo estoy muy agradecido de volver a tener esa familia tan soñada. No hay día que no me acuerde de mi padre, en realidad me enseño una cosa fundamental que cuando uno se cae, se tiene que levantar y aunque él no lo pudo hacer yo me encargué de hacerlo.

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