Camino a la perdición II

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Exactamente diez minutos de tardanza. Mis ojos se quedan anclados en el segundero durante tres segundos, y finalmente reacciono con algo de incredulidad. Es la primera vez que llego tarde y esto me mantiene tensionado ¿Van a despedirme? ¿Tal vez apliquen alguna sanción para corregir mi mala conducta? Indignado por este pensamiento avanzo con pasos agresivos y apurados. Esto tipos son realmente unos desgraciados, un solo error y ya baja un castigo. Demandaban la perfección sin margen de equivocación cuando todo su mundo es un completo desastre; su hipocresía me enerva.

La fachada del edificio es sumamente moderna, con afiladas curvas y de un blanco resplandeciente que permite observar su reflejo a luz del sol desde varios kilómetros de distancia. Dado su tamaño podría decirse que es un hangar para cohetes espaciales, pero esa no es su función lamentablemente. Pero si hay algo por lo que Smith co. destaca es por el cuidadoso sistema de seguridad que el mismo posee. Puesto que es una fábrica de armas, sus dueños fueron  extremadamente minuciosos a la hora de repartir las tareas: las balas y las armas propiamente dichas se fabrican en dos galpones distintos para evitar algún tipo de revuelta. Este hecho se ve reflejado en cuanto cruzo la translúcida puerta de cristal, chocando ya con el primer control que examina todo lo que llevo como mis pertenencias.

Algo que siempre está de sobra, son los guardias. Ya con su sola presencia imponen temor, más que respeto por estar armados hasta los dientes. No son hombres especiales ni demasiado atléticos, sino que carecen totalmente de piedad. Paso raudamente bajo el arco metálico, demostrando que no llevo nada dañino y me apuro a recoger mi mochila. Es horrible que todos te estén mirando como si fueras una fuente de esclavitud, pero ese es el aire que se respira aquí dentro. Como ya dije antes, el exterior es tan solo una fachada. Esta parte del edificio todavía es muy avanzada, puesto que los administrativos tienen sus oficinas aquí.

Anhelante, en tan solo un suspiro, observo aquellos cubículos que apestan a limpieza y desinfección. Retomando mi realidad, me apuro para llegar al galpón que me corresponde y así comenzar a trabajar. Tengo que admitir que realmente nunca voy a llegar a ocupar alguno de esos puestos donde se administran todos los números de la empresa; nunca voy a poder salir de este agujero que amenaza con absorber toda mi vida.

Desde que ingresé a trabajar estuve en la sección de armas, todo lo que tengo que hacer es armarlas un vez que tenemos todas las partes. Por lo menos este trabajo es mucho más divertido y menos riesgoso (a pesar de que nuestro salario es ligeramente menor que la gente trabajando en la otra sección); sé cómo funcionan los mecanismos de cada rifle, la mecánica de un disparo, y no salgo con un tremendo olor penetrante a pólvora.

Aún cuando nos revisan por completo, no está permitido ingresar al área de trabajo con nuestro bagaje ya que puede causar algún tipo de accidente, pero con el apuro que llevo encima (dejar la mochila en el casillero me llevaría al menos un minuto), me salto esta regla y me dirijo directamente a mi estación de trabajo. Escondo todo bajo mi mesa, y justo cuando agarro el cabezal de una pistola 9mm unos pasos secos hacen eco en el gigante salón. Todos saben quién es y contengo las ganas de maldecir por lo bajo.

-Buenos días señor Eastwood- Es el unánime saludo que sale de nuestros labios. Se trata de un hombre fornido, un ex sargento o algo así, de ojos insensibles y falto de pelo. No hace falta mencionar el hecho de que la guerra parece haber hecho mella en su físico que más bien daba una sensación de cansancio. Para desgracia de todos los obreros, su personalidad nunca había cambiado con el paso del tiempo sino que Cronos tan solo había logrado endurecer su corazón y lo había transformado en un hombre prácticamente infranqueable. O eso al menos es lo que comentan los trabajadores más antiguos.

A pesar de que todos estamos de frente mirando a nuestro supervisor, él parece perder su mirada entre las piezas ya fabricadas, casi como si ni siquiera estuviéramos dentro del recinto. Es un personaje que precisamente no me causa empatía, pero trato de soportarlo con el mayor respeto posible. Y hoy especialmente siento que debo mostrarme lo más sumiso que pueda; sus inspecciones no son usuales y solo significan que hay algún problema con algún empleado.

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⏰ Última actualización: Nov 26, 2013 ⏰

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