Paradise City (En el límite)

5.6K 118 11
                                    

Mi nombre no tiene relevancia. Mi nacimiento no tiene relevancia. Ni siquiera el lugar donde vivo tiene relevancia. Podéis llamarme Colleen Black. Podéis pensar que tengo 24 años, aunque en realidad tenga algunos más. Y podéis pensar que vivo en pleno centro de Londres, exactamente en el número 44 de Greek Street. ¿Por qué no imaginarlo así? Todo es mentira. Todo, excepto lo que me ocurrió.

Podría empezar este pequeño relato con un ñoño y casi febril "érase una vez", pero prefiero ahorrármelo. Tan solo diré, por no extenderme, que pasaba de cama en cama, de hombre en hombre, y de polla en polla -sí, no seamos puritanos-, como quien se cambia de ropa a diario. Cada noche un chico distinto me acompañaba en mis juergas carnales, y al amanecer no había un solo nombre que mi memoria retuviera. Al contrario no podía pedir un mejor trato, por supuesto. Ninguno de ellos se acordaba de mí al día siguiente, tal vez porque yo no me quisiera lo suficiente por entonces y ellos, atraídos por mi insana manera de compadecerme, se aprovechaban de ello. No lo sé. El caso es que cada noche me daba el gusto de poder follar con un hombre diferente, y ni me molestaba en recordar caras, voces, besos o detalles. Para resumir todo esto, yo había dejado de creer en el amor. Y tontamente dejaba que todo hombre que se antojase de mí entrara en mi chat de Facebook para proponerme indecencias de todo tipo. Unos me pedían poner la webcam y, al conectarla, veía sus vigorosos miembros viriles, duros y en ristre. Viendo algunos, los que me apetecían, me masturbaba, frotándome el clírotis con dos dedos como era mi costumbre, miserablemente pegada a la pantalla del ordenador como si nada en el mundo fuese más importante. Al hombre que llegaba a agradarme le proponía quedar en un hotel cercano a mi casa de Greek Street para poder follar con él a mis anchas. 

El caso es que uno de esos días típicamente londinenses, en los que el sol no se asomaba entre las nubes, no fue así. Un día, ese día, el primer día de mi nueva vida, mientras sonaba por la radio el tema "Paradise City" de Guns n´Roses, un hombre desconocido, con un nick extraño, entró en mi chat. Me sorprendí. No era amigo mío en Facebook, así como tampoco teníamos amigos en común. Y sin embargo acababa de entrar en mi chat. ¿Cómo podía ser?

"Hola", me escribió, bajo el nick de "Salvador".

"Hola", respondí yo, automáticamente. Pero entonces me animé a escribirle de nuevo. "¿Quién eres?"

"Yo", me escribió.

"¿Y quién es yo?"

"El que esperabas que apareciese". No podía creérmelo. Al segundo mi sorpresa tornó en escepticismo. Me dije a mí misma que no era más que otro tío con ganas de follar. Otro más. Como todos.

"Enseña la patita por debajo de la puerta", le escribí, a modo de burla.

"Enséñala tú", me contestó. "La que sale en tu foto de perfil no eres tú".

Bizqueé. ¿De qué estaba hablando aquel idiota? ¡Pues claro que era yo! Entré en mi foto de perfil en Facebook. Era una foto mía, algo retocada, pero era yo. No dejaba de ser yo. 

"Claro que soy yo", escribí. 

"No me lo creo", me puso. 

"Pues créetelo, soy yo". Estaba empezando a ponerme francamente nerviosa. Además, ¿quién diablos era ese tipejo?

"No, no lo eres. Tu mirada es triste en esa foto. No eres así". Abrí mucho los ojos. No sé por qué, aquello me halagó. Sentí una especie de fuego interior del que nació una idea descabellada. ¿Por qué no probar a conocer a aquel completo desconocido?

"Pues soy yo, y si quieres puedo demostrártelo", le escribí, como si le afrentase. Salvador, al otro lado de la pantalla, desde no se sabía dónde, tardó mucho rato en contestar. Creí que terminaría por marcharse. Pero pasados quince minutos volvió a hablarme. Y su respuesta me heló la sangre.

Paradise City (En el límite)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora