Instraccición

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Era una cálida noche de verano, las estrellas yacían en el cielo obscuro como los ojos de una pantera, el sol se había ocultado detrás de las montañas que me recordaban al semejante busto de Thalía, la brisa se asemejaba a la sombra de un recuerdo que vagaba en mi mente como renacuajos e iguanas sagradas del trópico.

Corría el caluroso año de 2016, la sociedad contemplaba el pasar del tiempo sin realizar que tendría un fin. Thalía me había dejado, con el corazón roto y confundido como sucede al novelista anciano, la demencia senil crecía exponencialmente, mientras mi ser se desvanecía en lo que parecía ser una tortura sin fin, que me acababa como el invierno a las hojas un árbol joven, que aunque fuerte, ceden al dolor y a la soledad.

Mientras la noche pasaba, mi corazón se enfriaba, Thalía no aguantaba más la incómoda situación de una disfunción eréctil que me atacaba desde mi accidente en Vietnam, mis recursos se agotaban en viagra barata que me recordaba a mis años de niño, en pobreza total y con el alma confundida.

Había bebido tonayan barato que había comprado en mis años de juventud, cuando la vida parecía un durazno fresco, con mucha pulpa por recorrer.

Sentí que una tormenta se anidaba en mi mente, sentí náuseas y vomité el tonayan, salí.

Afuera del cuarto, presencié extrañas visiones de Thalía, recuerdos, ansias, ganas, dolor, su dolor, su piel, su boca, sus manos delicadas como la seda de la elegante Asia, lo más fino que se puede encontrar. Sentí como las lágrimas escurrían como una cascada que llevaba mi dolor en sus aguas. Bebí más tonayan, me encontraba hundido en un profundo sentimiento de culpa, instraccición y una persistente dolutencia.

Llamaron a la puerta, mi cuerpo tembló, sentí otra vez esa instraccición, corrí, abrí delicadamente, dudando. En la puerta se encontraba Kahína, esa mujer, esos ojos color ámbar, que penetraban en mi ser con perpetua samparignación, la recordaba. Kahína. Me miró con un semblante agresivo y cuestionador, yo sabía que es lo que ella quería, no era dinero, no era sexo, no era amor, ella quería mi sufrimiento.

-Habla-. Le dije. En un tono despreocupado, esperando lo peor.

-Thalía ha pasado a un lugar mejor-.Dijo, así, fríamente, como el hielo en un vaso vacío, esperando ser servido con licor europeo, cuando aquí, en Santo Petronilo, lo único que se puede comprar es tonayan barato.

Me sentí destabado, en mi interior comenzó un arder descorazonador. Mis piernas cedieron ante la tentación de calmar mi dolor en ella, la única referencia viva de mi amor, me acerqué, la miré, sus ojos ámbar de nuevo me penetraban, me tomó por el cuello, la besé, así, sin pensarlo, lleno de amor y fuego.

Ella me empujó con una apasionada fuerza a la cama. Esa cama me traía recuerdos, esa seda, esas sábanas llenas de historia. Yo sabía que eso no estaba bien, pero mi instinto animal me animaba, me alentaba a seguir, a dejarme guiar por ella. Kahína.

Mis instintos me fueron llevando a través de un río con un potente torrente de diversas emociones y sentimientos.

-Mátame-. Me repetía en la mente. A pesar del peso de mi culpa, seguí sin detenerme.

Cuando desperté, un extraño sentimiento de telmeración, me atacó sin piedad, estaba confundido, estaba cansado, reflexionaba sobre lo que estaba haciendo de mi vida. Cuando realmente abrí los ojos vi hacia mi costado, no había nada ni nadie, solo un recuerdo falso. Entre un álbum de fotos antiguas que descansaba sobre mi escritorio de caoba brasileña, en el anuario de la universidad, podía ver su foto, recordaba esos años en los que ganaba satisfacción diaria inhalando metros y metros  de cristal.

Cuando pasas la barrera de los sesenta, la vida no vale nada, el tiempo productivo se acabó, y tu vida se consume como la gasolina de un auto de los 50's.  Kahína tenía tan solo 22 años, y hace 1 hora, yo acaba de arrebatarle su inocencia,me sentía mal, me sentía arrepentido, pero al mismo tiempo sentía que había llenado un vacío en mi interior, como cuando el hombre pensador empedernido encuentra la respuesta a sus cuestiones, a sus desesperaciones, a su ser, al todo. 

Después de reflexionar que todo ese tiempo con Kahína me había encontrado ebrio, me di cuenta que debía buscar a Thalía, yo conocía bien a Kahína, ella era buena engañando, como el gato a la gallina y la gallina a la lombriz, como la mantis religiosa que espera comer al macho, tenía que encontrar la verdad sobre Thalía, si bien llevaba un estilo de vida peligroso, no podría sobrervivir con la incógnita de la desaparición de un amor que en su tiempo me llenó, que había alumbrado mi oscura realidad, y que ahora, era un fantasma.



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