Capítulo 03

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Su mirada estaba fijamente en la mía que lograba hacerme sentir que, la sangre que era transportada por medio de mis venas, comenzaba a tener otra temperatura. Sus ojos tan oscuros como la sala en donde nos encontrábamos..., sin iluminación. Poco a poco iba perdiendo la vista ya que el sol se iba retirando.

—Michael, ya no veo —dije rompiendo el silencio.

Pude notar con lo que mis ojos podían observar, cómo una media sonrisa se le formaba en el rostro.

—No hay electricidad —dijo él y sentí sus dedos sobre mi mejilla—. Iré por algunas velas. Pero..., ¿te quedarás?

Tragué saliva. Es más, no había nada de malo quedarme en la casa de mi mejor amigo, no obstante, unas amigas me esperaban para encontrarse con mi presencia. Estaba entre dos opciones, pero ¿cómo dejarlo? Realmente quería irme por lo que había acontecido entre nosotros, tomaba como excusa perfecta el irme para alejarme de él.

—No... —murmuré. Quería retirarme.

—Por favor —suplicó—, no resistiré pasar solo esta noche de tormenta. Pensar en que Sarah me ha hecho todo eso... Me duele... —Lo interrumpí colocando un dedo sobre sus labios. No quería que él recordara nuevamente a esa mujer que rompió su corazón fácilmente.

—No la nombres —susurré.

—Entonces..., quédate conmigo. Acompáñame aunque sea solo esta noche. En este lugar oscuro que pronto será iluminado por velas. Quiero pasar la noche contigo; eres la única persona que puede sacarme una sonrisa este día. No me rechaces, pequeña.

No debía dejarle esta noche solo, no podía. Esa noche debía de estar a su lado y hacerle feliz como una simple amiga lo hace, que está siempre a tu lado ayudándote a cesar esas lágrimas que se aparecen, reemplazándolas con una brillante sonrisa.

Asentí nuevamente y él fue en busca de velas. No faltó esos momentos en que él chocaba con algún objeto y lo hacía caer. Ambos reíamos cuando esos hechos sucedían. Yo, como pude, tomé una pequeña manta que había cerca y la dejé sobre el suelo frente a la chimenea la cual estaba apagada. Me senté sobre la suave manta y pude notar una luz detrás de mí. Esa luz iluminaba parte de la chimenea que estaba frente a mí. Me giré y vi a Michael con dos velas. Las dejó a los dos lados de la manta para rodearnos de luz y se sentó a mi lado. Suspiré y él tocio voluntariamente. Nadie decía nada.

Quédate conmigo © | Michael JacksonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora