Capítulo III

52 5 0
                                        

2 días antes de la boda...

Helena despertó en una habitación de hospital. Mira a su alrededor. El sol entraba por una ventana, iluminando toda la estancia. Era por la mañana, y las paredes blancas brillaban, impolutas. Tenía varias vías en su brazo.

Un doctor entró por la habitación.

— Buenos días. Veo que ha despertado.

— ¿Qué ha pasado?

— Tuvo un accidente. La rescataron, y perdió mucha sangre, así que le hemos tenido que hacer una transfusión de sangre.

— Dante... ¿Dónde está Dante? ¿Sobrevivió?

— No... Lo siento. Mi más sincero pésame.

— No pasa nada.

— Bueno, la dejo sola. Mañana por la mañana le daré el alta.

El doctor salió de la habitación, dejando a Helena sola, pensando.

Quería ver a su novio por última vez. Necesitaba ir al tanatorio, aunque no podía.

Un pensamiento se le cruzó por la mente: por su culpa había muerto.

Si no le hubiera dado ese beso, él no se había distraído, ni hubiera girado el volante, ni hubiéramos caído... — pensó.

De pronto, se sintió culpable. Comenzó a llorar desconsoladamente. No podía creerlo.

Empezó a respirar entrecortadamente: le estaba dando un ataque de ansiedad.

Una enfermera entró, asustada. Consiguió calmar a Helena, por un momento.

Pero a lo largo de la tarde le dieron varios ataques más; se sentía demasiado culpable.

No deberías sentirte así...

Se calló. Dejó de llorar. Esa voz era la de Dante, su novio, el amor de su vida.

Te quiero, y tú a mí, no debes sentirte así. Fue un accidente, y la acción que hiciste fue por amor.
>>Nunca te he culpado de nada, no lo hagas tú, mi amor.

Esa noche durmió bien. No tuvo ninguna pesadilla, ya que Dante estaba con ella.

~XXIV~

La víspera de la boda...

— Aquí está el alta. Ya está mejor y puede irse a casa sin ningún tipo de problema — dijo el doctor, mientras entregaba una carpeta a Helena —. Le rogamos que salga de la habitación lo antes posible, para que podamos seguir atendiendo a gente.

Helena asintió.

— Gracias — le dijo al doctor.

El hombre de bata blanca salió por la puerta.

— Ya nos vamos, amor mío.

No obtuvo respuesta.

— ¿Dante? ¿Estás ahí?

El silencio se apoderó de la sala. La voz que escuchó anoche se la imaginó.

Debo ir al entierro... — pensó.

Recogió sus cosas y salió de la habitación.

Fue a su casa. Estaba fría y sin vida. Y ahora tendría menos vida que hace unos días.

Se arregló un poco. Se puso un pantalón negro y una camisa negra. Unas gafas de sol tapaban sus ojos llorosos.

Salió de casa, camino al cementerio.

Por la calle, se encontró con los padres de Dante.

Los abrazó, e intercambiaron algunas palabras.

~XXIV~

El entierro fue muy emotivo. Hablaron todos: sus amigos más cercanos, familiares, sus padres...

Cuando le llegó el turno a ella, subió al estrado, colocándose a la derecha de su novio.

— Yo... n... no puedo hablar — dijo, llorando —. Lo siento.

Y salió corriendo. La presión le pudo, y no podía soportar esa situación.

Fue a su casa. Se encerró en su habitación, y se tiró a la cama, llorando y tapándose la cara con la almohada.

Y así se quedó dormida.

Estimados lectores:

Os está gustando la obra?? La verdad es que estoy poniéndole muchas ganas :)

Comentadme o algo, quiero saber vuestra opinión.

Un saludo a todos!!

Beso astralDonde viven las historias. Descúbrelo ahora