¿El final o algo más?

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Otro año escolar inicia en la ciudad porteña. Ya estaba acostumbrada al guardapolvo blanco, a las sonrisas falsas, al recuerdo de lo que fue mi dulce infancia ahora tras tocada por el desarrollo y la adolescencia, y a lo único bueno que yo más apreciaba de Buenos Aires: Felipe.

Pasaron dos años y un poco más luego de ese primer beso que él me saco de los labios y gustosa respondí a los suyos. Aún seguíamos siendo amigos.

Las puertas se abrieron para otro año lectivo y encontré nuestro lugar de siempre en el salón de actos. Ocupé mi lugar y esperé encontrar su mirada entre la multitud. Allí estaba e hice una leve seña para que me viera allí. Esperé que se acercara para poder hacer lo de siempre: ponernos los auriculares y seguir el ritmo con nuestros pies con la música de temporada, evitando de ese modo el discurso que se repetía una y otra vez a comienzo de ciclo, las mismas palabras del calendario humano del “NO” hecho por la directora, Susana. Pero mi sorpresa fue grande cuando con una sonrisa torcida se disculpó y se fue con ella, e hizo todo aquello que sólo nosotros compartíamos, o eso creí yo.

Cerré mis labios luego de dejarlos entreabiertos por el simple hecho de sentirme reemplazada ¿olvidada tal vez? No sabría clasificar el modo en que me sentí verlo desde otro lugar. ¿Qué paso en el verano? ¿Me perdí de algo?

El silencio abarco el lugar y Susana nuevamente ocupó el lugar del micrófono. Sentí vértigo por lo que iba a ser este año, el mal augurio me estaba pegando en la frente con dos dedos y no podía respirar, si esto no iba a ser rápido lo más probable era que llamaran a urgencias para mi nuevo y futuro desmayo porque estaba hiperventilando.

 —Bueno, sé que no quieren escuchar esto otra vez, así que cinco cosas: NO se dejen estar en la vagancia. NO se roba. NO se fuma. NO se usan drogas. NO se tiene sexo ni en el aula, ni en el baño y menos en este establecimiento. ¡Que esto no es un telo! Como ustedes dicen… —El lugar estalló en risotadas. Imagine que muchos de ellos no harían caso ni a la mitad de lo que se dijo—. Ahora sí, tengan un buen año lectivo y más vale terminar pronto el secundario, así se ahorran de sentarse acá a escucharme que ha fin de cuentas se pasan por la loma lo que les digo.

El inicio escolar más raro de mi vida, esto iba en decadencia.

Los días comenzaron a pasar como páginas de un libro gastado. Esté año me sentaba sola, oculta tras la capucha de mi camiseta fina y con los oídos tapados en los tiempos que no habían profesores en el curso. Dibujaba en mi cuaderno de espiral, sí, en aquel que usaba con Felipe para escribirnos mensajes, contar historias, o dejarnos simples mensajes. Ahora sólo era un objeto descartable… igual que yo.

Al ingresar al curso, como todos los días de la semana, simplemente miraba el piso o me dejaba estar. Me sentía muy sola y no era para esperarse menos. Cuando Felipe me corrió la cara todo el mundo aprovecho que estaba “desprotegida” y dieron paso al desmantelamiento de mascaras falsas.

La diferencia siempre la hizo él y nuevamente la volvía a hacer dejándome tras su intenso verano con las denominadas: chicas “efímeras” como solíamos decirles cuando no había quien nos escuchara. Dejo nuestro mundo normal, diverso, complejo, sano, nuestro, para pasar a otro en el que era mucho másquerido. Nunca le prive de nada simplemente yo ya no era suficiente en su vida, ya no era necesaria. No le encontraba otra razón.

Estaba siendo olvidada por todos, también por mí misma y las cosas, todas iban a peor.

La vida adolescente es una mierda.

Era otoño, casi mitad de año.

—¡Ey! Cuidado, no se tropiecen con la anoréxica, todavía le falta un poco para desaparecer.

—Cállate —respondí sin ganas a la ególatra del año. Lisa. Ella.

—¡Hasta ya perdió su acento cordobés! Seguro que era tan trucho como todo lo que la compone.

Otra vez una racha de desprecio por las ilusas del curso. Sonrisas dulces frente a todos, y cuando no había a quien impresionar se la agarraban con la tonta de turno. Y esa no iba hacer yo, no otra vez por la misma hipócrita.

Estaba harta de ser bastardeada, estaba cansada de todo, del silencio, del olvido, de ellas, de ellas y su maldita culpa de arrebatarme lo único que me hacía bien.

—No sé cómo Felipe pudo soportar tanto tiempo a tu lado, no consiguió nada de ti, nada de lo que yo si puedo darle, como mujer que soy.

¿Mujer? A esa edad soñar es gratis, pero…

Sin pensarlo dos veces me arroje sobre ella. Un cachetazo, dos, sus gritos de niña, sus arañazos en mis brazos, sus insultos y su loca pantomima. Un golpe de puño cerrado y luego sangre. Alguien me sujetó por la cintura y tiró de mí. Por lo menos tendría que vivir durante un tiempo con kilos de maquillaje sobre su tierno rostro.

Después de la expulsión otra vez en clase.

Era temprano pero aún así no tenía nada más que hacer, los días de vagar por la ciudad se terminaron al descubrir mis padres la excesiva cantidad de faltas que contenía sin su permiso.

Alguien bloqueó mi paso, me moví para continuar mi camino hacia el pupitre, pero nuevamente fui bloqueada. Volví a moverme, pero me bloquearon y tomaron mi brazo derecho con cierta presión innecesaria. Con el entrecejo fruncido levanté la vista.

—¿Qué? —pregunté molesta.

—¿Podemos hablar? —exigió Felipe en un intento de pregunta, estaba molesto.

—Habla.

—¿Por qué la golpeaste? ¿Qué te hizo? —Deje de escuchar las preguntas que siguieron tras de otra y otra más, y lo peor era que aún cada una de ellas era un golpe directo a mi corazón—. ¡Deja de ignorarme! —gritó sacudiéndome.

—¿¡Yo!? La única ignorada acá fui yo todo este año. Vos me dejaste para estar con el resto, nunca te negué eso, pero simplemente me alejaste de tú vida para continuar con ellos, ¿acaso tanto mal te hacía? ¿Tanto mal te hice todo este tiempo? ¡Pensé que éramos amigos! ¿O era necesario para formar parte de un grupo exclusivo que descargaras de tu vida a la “fuera de lugar”? Porque te juro que no lo sé, nunca te molestaste en hablarme, en decirme nada, en saludarme siquiera. Todo este tiempo espere, pero me canse. Me canse de esperar la nada, de ser bastardeada por todo ese lindo grupo de efímeras del cual ahora sos parte. Estoy hasta la cabeza que me traten de modos no debidos y sobre todo que me traten de estúpida o enferma. ¡Simplemente estoy harta! De todos, y también de vos.

Me solté de su agarre, y me senté con brusquedad en mi lugar, ocultando mi rostro entre mis piernas. Él se quedo mirándome todo el rato, podía sentir su mirada sobre mi todo el tiempo, pero el aula comenzó a llenarse. Esto era el fin.

Pedí permiso para salir del aula, simplemente me sentía muy agobiada y el aire me parecía viciado. No me di cuenta en que momento, mientras cruzaba el patio, me desvanecí.

Y en la inconciencia deseé, que toda esta pesadilla terminara de una vez. Que la vida era de por si trabajosa como para que un grupo de idiotas viniera a complicártela más, y ese ser que consideraste un amigo e incluso más, hoy es un desconocido que paso de largo haces unos meses cuando en mi rostro sólo había una sonrisa de bienvenida para él.

La vida no siempre es lo que uno desea que sea.

***

El escuchar las risas y las burlas de mis compañeros y semi novia, hicieron que despertara de un falso retardo. Ella estaba mal. Estuvo mal todo este tiempo y yo, yo ignorándola porque quería ser un poco más de lo que fui siempre. ¡Qué estúpido!

Viéndola en el suelo, pálida, tan delgada, tan… tan diferente ha como la dejé. Comencé a sentirme como la peor basura.

Cuando dejaron de reírse de ella, aún así como estaba, empuje a quien estaba en mi paso para cerciorarme de que ella estuviera bien, o por lo menos no lastimada, no físicamente.

¿Podía ella perdonarme y dejarme continuar como si estos meses no hubiesen existido? ¿Era esa alguna posibilidad?

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