Labios

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Labios

 Corrí lo que más pude y me escondí en la antigua galería de la avenida Santa fe.

¿Por qué? ¿Por qué el día más importante de mi vida se convertía en una pesadilla en mis inicios de adolescente? ¡Qué patética!

¿Nunca? ¿Con nadie?

¿Y por qué no lo haces con Felipe?

Mica, ¿acaso no eres capaz de confesarle que deseas ansiosamente eso de él?

Las bromas incesantes me aturdieron y simplemente corrí. Catorce años y huyendo en medio de una excursión en pleno centro porteño. Recibiría el peor castigo de mi vida, ¡y es que lo necesito con urgencia! Otra vez era el hazme reír del curso y el comienzo en está secundaria ya me era complicada… bastante con ser nueva en esta ciudad, como para soportar las risas por mi tonada cordobesa, ¡y para tantos era hermosa! ¡Hipócritas!

Todo esto era más cruel que abandonar mi vida para iniciar otra nueva totalmente triste y bastardeada por las féminas del curso.

—¡Mica! —gritó Felipe. No había manera de esconderme de él—. Acá estás —Parecía aliviado. ¡Como lo envidiaba!

—Lamento informarte que no ganaste ningún premio —susurré limpiando una lágrima rebelde.

—¡Eh! No le des importancia, son bobas —dijo golpeando amistosamente mi brazo con su puño cerrado.

—Yo… —Me sentía completamente abochornada, la negativa a una “inocente pregunta”, me había avergonzado al extremo. ¿Por qué ese simple hecho era tan alarmante para algunos? ¿Por qué todos se ríen de cosas personales de otros?

—¿No me digas que te sientes menos por eso? En serio, yo estaría feliz, no sería como ellas. —Sonrió divertido tratando de animarme.

—Pero, ¿es que acaso está mal? Sinceramente no lo entiendo. Me siento mal, simplemente. —Cubrí mi rostro avergonzada más de la cuenta.

—¿Realmente es tan importante? —consultó preocupado. Él era un compañero muy bueno para todos. Era el único en toda esta ciudad a quien consideraba casi como un amigo.

—No, hasta ahora no lo era —confesé dolida.

—¿Quieres cambiar ese echo? —preguntó sonriendo levemente.

—Yo, simplemente creo que sería bueno que no se burlaran de mí por ello. Que no encuentren más nada en mi de lo cual se puedan reír. Estoy bastante lejos de lo que amo, bastante lejos de mi vida, y esto simplemente es una pesadilla cuando solamente quería cumplir sueños, junto con mis padres.

—¿Esto es uno de tus sueños a cumplir? —cuestionó. Los colores subieron por mi cara, pero es que era con el único ser con quien podía hablar. Asentí apenada.

Tomó mi mano y me guío nuevamente a la entrada de la galería. Entrelazó sus dedos con los míos y mi corazón pálpito con cierta rapidez desconocida, me estaba ayudando a tomar fuerzas y volver donde debía estar.

—¿Con testigos o sin testigos? —interrogó. No entendí, pero respondí a lo primero que dijo.

Acercándonos a las personas que formaban nuestro grupo de excursión, sin alejarme de él y usándolo de escudo, a voz de grito dijo: “Acá estamos”. Cuando los profesores asintieron alegres comenzaron a ingresar al teatro Colón, nuevamente inaugurado.

—¡Eh, Chicas! —gritó Felipe mientras me abrazaba. Totalmente roja descubriendo su futura acción, no hice nada más que cerrar los ojos cuando sus labios estuvieron sobre los míos. Creí escuchar susurros, voces hablando sobre algo, algún que otro sonido de exasperación, y unos gritos diciéndole a Felipe: “Ganador". No entendí muy bien eso, pero las emociones que me gobernaron el alma, hacían palpitar cada fibra de mi ser.

No sabía que hacer, pero él sí supo. Leves roces hicieron que nuestros labios se tocaran, hasta que simplemente dejé de contar y me quedé ahí, sostenida por él. Sintiendo su respiración con la mía, sus labios sobre los míos y miles de miradas sobre nosotros.

Ahora ya no podían burlarse más de mí, mis labios ya habían sido besados. Besados por él.

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