Me sentía flotar, literalmente, y me encontraba en estado consciente e inconsciente que se alternaba. Era como estar a la deriva sobre la marea que iba y venía sin pausa, pero por alguna razón quería terminar de cerrar bien los ojos y dejarme flotar para descansar hasta que el agua me deje tendida en la orilla con el sol en el rostro, tranquila como no lo estuve en muchos meses.
Lloraba en sueños y temblaba entre dormida. No había modo, el colegio era un calvario como en toda novela de adolescentes dramáticos, pero incluso peor porque nunca soporte la soledad y mucho menos a quedarme sin nadie. Tenerlo por un tiempo y luego nada… eso, eso no era sano. No para mí.
Mis padres creían que sufría algún trastorno alimenticio, valga la redundancia. La balanza iba en descenso de modo repentino y sin control. Yo no sufría tal cosa, sino que la angustia acumulada por tantas cosas, cosas que ni repito en mi cabeza más todos los sentimientos, me cambiaban mi metabolismo haciéndolo descender abruptamente.
A veces no podía almorzar en el colegio, las burlas comenzaron en el curso y siguieron como una plaga a todo el colegio, entonces la soledad me obligaban a huir de los lugares concurrentes. Hasta hubo un tiempo en el que comía en el baño encerrada, pero terminaba llorando por lo que iba al salón de actos tras los telones y usando el viejo asiento de piano.
¿Por qué tenía que vivir de esté modo?
Las cosas iban empeorando con el tiempo, pero mis notas sólo iban en aumento. Mi único modo de ocupar mi vida era tras las hojas de los viejos libros de la escuela o algunas novelas de ciencia ficción.
Evitaba al llegar a casa la música y las películas, pues nada me sacaba una sonrisa. Ni siquiera el intento de mis padres en el receso de invierno yendo a visitar Córdoba capital.
Pasaban las horas en el reloj y yo pasaba todo ese tiempo anhelando aquello que no tenía. Caminando en la ciudad en ocasiones, escapando en muchas otras oportunidades e incluso de mi única responsabilidad que era el estudio.
Quería cambiar mi vida, pero por el momento me era como el desear la paz mundial…
¿Era imposible hacer ese sueño realidad? ¿O era una cosa u otra?
Desmayada así como estaba no podía, y de eso estaba más que segura.
***
Luego de hacerme paso entre las personas, me di cuenta que me era difícil descubrirme los ojos de tantas mentiras que me invente. Sí, yo era el causante de que ella estuviera así. Pero no me agradaba en lo más mínimo tener mi nombre en la firma de cada lágrima derramada por ella.
Aleje a todo el que se reía de ella mientras estaba inconciente. La levante sin mucho esfuerzo, daba hasta temor la ligereza que poseía.
La gente dejo de existir, ella no estaba bien y me ahora preocupaba en exceso. Sí, ahora me preocupaba. Pero tendría el resto de mi vida para condenarme por lo que hice.
Una ambulancia se la llevo porque ella no reaccionaba. No me permitieron ir con ella. Otra vez la dejaba sola, pero en está ocasión en contra de mi voluntad, una voluntad que no apareció en todo el año.
Dentro del curso escuchaba el murmullo de las personas. Ahora sentía mucho rechazo por ellos, por todos, incluyéndome.
—Mi amor, ¿estás bien?
—Aléjate de mí. —Observé lo que me rodeaba, y Lisa se colgó de mi brazo—. Basta, ya no quiero esto.
Parándome, salí apenas sonó la campana. Tomé el subte y fui al hospital que me indicó el profesor.
Allí estaba, bajo una sábana blanca, dormida. Tenía varias bolsas colgando, que a través de una vía intravenosa ingresaba por una fina vena del brazo derecho de ella. Se encontraba pálida, más de lo que es normal.
Sus padres no entendían, la veían comer mas no subir de peso.
La quede mirando por una hora, cuando la comida llego pedí dársela yo. Así sus padres descansarían de las malas noticias del día.
—¿Qué haces acá? —Se la notaba débil, tal vez estar del modo en que estaba la agotaba.
—Antes que digas algo, déjame hablar. Ya me dijiste lo que pensabas ¿y sabes una cosa? —Me contemplo de un modo que me hacía sentir ganas de llorar de angustia—. Tenés razón en todo.
Respiro sintiéndose aliviada de un modo que me hizo sentir que de su interior se quito un peso enorme. Y yo… en comparación sólo me sentí mal por unas horas. No era justo.
—Me aleje, sí. Pero no por vos, sino por mí. Para sentirme más, para… para darme cuenta que ellos no valen nada ni yo tampoco. No pido que me perdones, pero te ruego que no me alejes de vos ahora que me doy cuenta de mi error. Quisiera, tal vez otra oportunidad.
Ella lloraba, lloraba de un modo tan silencioso que no sabía qué pensar. ¿Qué hago?
—Por favor, no llores… Sé que fue difícil, aún estando sola, aún estando sin nadie que te defendiera. Yo debí estar ahí, de tu lado y no del otro. Debí estar tomando tu mano, no bloqueando tu paso y permitir que el resto hiciera aquello que yo mismo les deje hacer, reírse.
No pude más, ella sabía que estaba arrepentido, nombrar cada una de las cosas en las que me equivoque no haría diferencia. Y eso ella lo sabía.
Agarrando su mano ella no la rechazo.
Un poco de agua en el desierto que yo mismo me cause.
—No me…
—No volveré a dejarte de lado.
Ayudándola a comer trate de hacerla sonreír. Era una simple mueca al comienzo, pero antes de irme, al asegurarme que realmente creía me quedaría con ella, logré sacarle una sonrisa de verdad. Por muy simple que fuera el gesto que la hizo lograr eso, sé que para ella fue algo realmente importante. Por lo tanto antes de cerrar la puerta volví a su lado para susurrarle al oído un te quiero.
Uno nunca deja de sentir, por más lejanía que ponga entre uno y otro, algo siempre perdura, y ese querer, no era un engaño para conseguir mi cometido.
No sabía cuánto tardaría en recuperar a mi amiga, su confianza y todo aquello normal que su vida componía. Pero haría el intento porque simplemente ella valía la pena, aún si mis ojos veían lo que querían ver, a pesar de que mis deseos sean tontos y egoístas, y que en consecuencia de mis acciones ella no era feliz… Pero mientras pudiera darme cuenta de mis fallos, haría lo posible por remediarlo.