Nueva fiesta

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Ese viernes llegó.
El viernes de la fiesta.
No quería ir y no pensaba hacerlo.
–Hace fiestas locas.– dijo Sergio en mi lado derecho mientras caminábamos por el pasillo. –Ten cuidado.–
–Pero podríamos ir y cuidarte. No hay realmente problema si quieres conocer las famosas fiestas de Paul.– dijo Fer de mi lado izquierdo.
–Ya les dije que ¡no quiero ir!–
En lo que decía esto, pasábamos por una esquina de la cual salía Paul.
Chocamos.
–¡Oh! Hermosa, buenos días. Te veo en la noche.–
–No voy a ir Paul.– dije molesta y determinada.
–Sí lo harás.–
Giré los ojos y crucé mis brazos.
–No quiero.–
Fer y Sergio me arrastraron al salón y a mi asiento.
–Ya nos diste ganas de ir. Y nos vas a acompañar.–
Les saqué la lengua.
–¡No voy a ir!–

Entramos a la fiesta por una gran puerta de una gran casa.
–Bienvenida hermosa. – dijo Paul a lado de mí.
Yeyo lo hizo a un lado con una mano y se puso en su lugar.
El lugar estaba lleno de gente.
Qué molesto.
–Hey, disfruta la fiesta. Tengo toda clase de bebidas.– dijo Paul tomando una botella de vidrio color café.
Estaba segura de que eso era cerveza y estaba segura de que no era legal.
–No puedes beber, eres menor de edad.– le dije espontáneamente.
Él se acercó, tomó mi mano y puso con fuerza la cerveza en mi palma, por instinto, se cerraron mis dedos, agarrándola.
–Nunca dije que la iba a beber.– y se fue, perdiéndose en la multitud.
–I will never drink!– dije dejando la botella en una mesa, con repugnancia.
–Jaja, tu lado gringo sale, Taylor.– dijo Fer.
Reí. Ni me había dado cuenta de que hablé en inglés.
Sergio, me tomó de la mano, y yo le tomé la mano a Fer para que no nos perdiéramos. Nos arrastró a un sillón que recién se desalojó.
–Ya me cansé.– dije estirando mis brazos.
–Literalmente acabamos de llegar.– contestó Sergio riendo.
–Pues ya me cansé.–
De repente, unas chicas llegaron y ya que no estábamos lejos de la puerta, nos vieron rápidamente.
Una de ellas lanzó un grito ahogado y llamó la atención de las otras dos.
Señalaron a nuestra dirección sin pena alguna y corrieron hacia nosotros.
–¡Hola chicos!–
Las recuerdo. Fueron las chicas que me sonrieron cuando entré a la cafetería pero que dejaron de sonreír cuando mis amigos entraron.
–Hola.– dije un poco molesta.
Ni se atrevan a separarlos de mi lado porque vine sólo por ellos.
–¿Nos podemos sentar?–
Estaba a punto de contestar que no porque no había lugar cuando ambos muchachos a mis lados se levantaron al unísono y ofrecieron sus asientos a las chicas.
Bueno, estaban tan delgadas que cupimos las cuatro.
Ellos agarraron unas sillas y se sentaron enfrente.
Los miré con ojos de auxilio.
No se percataron.
–¡Dime, Fer, ¿tienes novia?– preguntó gritando una pelinegro a mi derecha.
Cabello pintado para la ocasión, lo olía.
Él negó con la cabeza sonriendo.
–¿Y tú, Sergio? ¿Tienes novia?– gritó la que estaba hasta la orilla izquierda.
Él hizo el mismo gesto que Fer.
¿En serio eran los más guapos?
La que estaba justo a mi izquierda, pegada a mí, preguntó en tono normal:
–¿Y tú, Taylor? ¿Pareja?–
La volteé a ver confundida, pensé que todos se habían olvidado de mi existencia.
–¡Oh! Bueno, no, no realmente. Ninguna pareja.– dije sonriendo.
Ella también sonrió.
Ella tenía cabello rizado y rojizo. También pintado, pero en un tono que lo hacía ver hermoso.
Su tez era clara y tenía muchas pecas. Era la viva imagen de una "foto Tumblr de chica pelirroja con pecas".
Sus ojos no eran verdes, pero eran hermosos.
Eran un café común, pero algo en ellos los hacía brillar.
Y no eran pupilentes.
–¡Taylor!– escuché.
Salí de mi transe de admirar a aquella muchacha y presté atención al mundo.
–¿Mande?–
Era Fer.
–Oli te habla.–
Volteé a la dirección que sus ojos apuntaban y me topé con la chica a mi derecha.
–¿Mande?– repetí.
–Preguntaba si nos acompañabas al baño.–
Volteé a las demás y luego a los chicos.
–Claro, así sirve que localizo dónde está.–
Me levanté y ayudé a la pelirroja a levantarse. El sillón se había hundido mucho.
Nos agarramos de las manos para no perdernos y guiadas por la pelinegro llegamos al baño.
Estaba desierto, por suerte.
–Uff, odio las fiestas.– dije acomodando mi brassier que estaba un poco suelto.
–Jaja, ¿entonces por qué viniste?– preguntó la otra chica. Ni la pelinegro ni la pelirroja. Sino la rubia. Sí. Rubia. Y no pintada. Rubia natural, con rulos forzados en las puntas de su cabello y un gran lazo sujetando una media cola de caballo. Se veía infantil, pero su vestimenta no decía eso. Vestía un vestido corto con un escote no tan vistoso y una gargantilla negra con perlas blancas. Los tacones ni hablar, ella crecía un metro con esos tacones.
Las demás eran altas por naturaleza, excepto la pelirroja que era un poco de mi estatura pero todavía alta.
–Porque Fer y Yeyo me arrastraron.– contesté lavándome las manos sin motivo alguno.
–¿Son muy amigos?– preguntó Pelinegro recargada en el lavabo.
La miré y aunque sonreía, sus ojos tenían una pizca de celos.
–Supongo. Somos vecinos.–
Todas gritaron ahogadamente.
–¿Dónde vives?– preguntó desconsolada la rubia.
–Erm, no soy buena con direcciones, pero...cerca de una plaza comercial.–
Pelinegro saltó de alegría.
–¡En serio quiero ser novia de Fer!–
Abrí mis ojos como platos.
Éstas chicas...
–¡Y yo de Sergio!– gritó Rubia.
Miré a la pelirroja esperando que eligiera a uno de los chicos, pero no dijo nada. Sólo estaba emocionada...por sus amigas, creo. Eso me dio ternura.
Sonreí por esa chica y tomé un papel para secarme las manos.
De repente, escuché que el murmullo de la gente paró del otro lado de la puerta y luego incrementó pero en susurros.
–¿Qué fue eso?– dije saliendo del baño.
Me siguieron las demás.
Casi todos formaban un semicírculo con la parte abierta en la pared, cerca de la puerta.
Nos abrimos paso para ver, y con dificultad, vimos a Paul.
Fer y Sergio mágicamente estaban a nuestro lado.
–¿Qué pasa?– pregunté.
–Paul siendo Paul.– dijo Sergio y todas las chicas y Fer asintieron con la cabeza.
–¿Y qué es Paul siendo Paul?–
Nadie contestó más que Paul, con sus actos, elevando un muchacho por la pared con el cuello de su camisa.
Me alarmé.
–Esta es una fiesta pacífica y divertida. ¿Por qué siquiera viniste?– escuché a Paul decir malvadamente con un tono risueño y molesto.
Me abrí paso entre la gente empujando a todos sin importar nada.
El muchacho atacado estaba serio y sin decir nada.
–¡Paul!– grité.
Ni siquiera sabía qué iba a hacer, pero iba a detener esto.
Me volteó a ver y sonrió.
–Hola, hermosa.–
Volteé hacia Fer, Sergio, Pelirroja, Pelinegro y Rubia entre la multitud.
–¿Esto es Paul siendo Paul? ¿Un estúpido bully?– grité. –¿Y no hacen nada al respecto?–
Tomé una botella de cerveza que tenía alguien en sus manos.
Ni se quejó.
Vacíe el contenido en el piso y tomé la botella por el tubo de la boquilla.
–Suéltalo.– dicté.
Paul lo volteó a ver con los ojos entrecerrados.
Notó que no estaba sufriendo y miró hacia abajo.
Tenía los pies en el piso, no lo estaba ahogando ni sosteniendo.
Estiró su brazo haciendo que el chico se elevara.
Su expresión cambió un poco, pero no mucho.
Parecía acostumbrado.
–Dije que lo dejaras.– me acerqué moviendo la botella amenazando.
–¿Qué? ¿Me pegarás con la botella?– dijo Paul observando dicho objeto. Acto seguido, rió.
–Lo haré si no lo dejas ir.– dije seria.
El muchacho me miró de reojo, pero sin expresión alguna. No de súplica, ni de auxilio, ni de agradecimiento, ni de confusión.
Tenía el cabello blanco, pero no parecía pintado. Tal vez tenía una condición.
Su tez era clara, pero no tanto como la de Pelirroja.
Era alto. Me pregunto cómo es que Paul lo puede cargar así. Parece más alto que Paul.
Su complexión era bastante delgada, quizás por eso.
Paul apretó el cuello del chico contra la pared.
–¡Dije que lo dejes!– grité.
–¡No sabes lo que ÉL ha hecho!–
Alcé mi brazo con la botella, lista para lanzarla hacia Paul.
Me miró por unos segundos.
Dejó de apretar y lo soltó.
El chico cayó parado sobre sus pies. En efecto, era ligeramente más alto que Paul.
–Jaja, qué valiente, hermosa.–
Volteó a ver al muchacho quién miraba el piso.
–Y ya había dicho que los valientes son estúpidos.– y lanzó un puñetazo a la cara del joven.
Lancé un grito ahogado y por reflejo, lancé mi brazo hacia su cabeza haciendo que la botella se rompiera en su cráneo.
Paul se hincó por el dolor y tocó su cuello y cabeza.
Me miró hacia arriba. Yo estaba sorprendida por los dos actos que acababan de pasar.
–Me caes bien, hermosa.– y luego la multitud corrió hacia él para socorrerlo.
Después de alejarse, me acerqué al muchacho quién estaba sentado en el piso tocando su nariz.
Alzó su pulgar, indicándome que estaba bien.
Sonreí y empecé a caminar hacia mis amigos.
–Espera.– escuché una voz detrás de mí.
Era el chico.
Tenía una acento peculiar. No era de aquí, ni de mi país, ni británico, ni argentino...no identificaba el acento, pero me gustaba.
–¿Mande?– contesté.
–Gracias.– respondió de lejos y luego se fue hacia quién sabe dónde.
–Espera.– dije yo, pero no me escuchó.
Rodé los ojos internamente.
Me volteé y ahí estaban todos.
–No pensé que lo harías.– dijo Pelinegro asombrada.
–Sí, qué valiente.– siguió Pelirroja sonriendo.
Le sonreí de vuelta.
Mi sonrisa desvaneció.
–¿Por qué no hacen nada?–
Suspiraron.
–Tratamos, ¿sabes? Pero, no pudimos cambiar nada.–
Giré a ver la pared dónde todo sucedió.
–Y díganme, ¿qué es eso de "¡No sabes lo que ÉL ha hecho!"–
Las chicas levantaron los hombros.
Los muchachos se miraron entre ellos.
–Debes ganarte la confianza de Karlo para que él te diga.–
Bajé la mirada.
–¿Y confía en ustedes?– pregunté, pero era más una afirmación que una pregunta.
–Sí, así es.–
Las chicas escuchaban igual de interesadas.
De todos nosotros, sólo Fer y Sergio sabían lo que había pasado.

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⏰ Última actualización: Jan 07, 2018 ⏰

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