El sonido del click de la cámara era lo único que oía, estaba tan concentrada en las bellas imágenes que tenía delante que no podía parar de disparar una y otra vez. Una manada de elefantes caminaba muy cerca del jeep donde se encontraban, había una preciosa cría, la visión le parecía espectacular.
Llevaba dos semanas en Tanzania, tenía un encanto, una magia que no podía explicar, solo esperaba que sus fotos pudieran reflejarlo. Cuando se mantenía ocupada evitaba pensar en él, no paraba de mirar alrededor, cada vez que llegaba a un campamento con el resto del equipo, observaba si esta vez pudiera estar allí, no sabía como era, solo que llevaban hablando durante tres meses por internet y todavía no se habían conocido.
Cuando le ofrecieron el trabajo y supo que iría a África, se entusiasmó tanto que entró en internet buscando información, preguntó en varios foros algunas dudas y en uno de los chats le conoció. Natacha trabajaba para un canal americano donde realizaban documentales, ella sería la encargada de hacer las fotos y el resto del equipo eran tres cámaras, un periodista, un médico, un traductor, gente de seguridad y más asistentes que hacían que todo fuera más llevadero y necesario.
Durante el tiempo que estuvieron hablando, se fue convirtiendo en una obsesión para ella, le gustaba su forma de ser, hablaban de muchas cosas, a ambos les encantaba leer, viajar, la fotografía, la contó que eran tres hermanos, su familia vivía en las afueras de Nueva York, ella se había mudado a esa misma ciudad apenas hacía un año. Natacha le propuso quedar, pero él le dijo que ya estaba en Tanzania y que de todas formas prefería conocerla en África. Le parecía divertido, le atraía cada día más, pero se hacía el enigmático y misterioso.
Cuando le dijo que ya faltaba solo una semana para llegar a Tanzania, Natacha quiso quedar con él, pero Max, que así se llamaba, le contestó que no se lo pondría tan fácil. Al parecer creía en el destino en que se habían encontrado por algo y que si de verdad se tenían que conocer en África lo harían, pero que si se vieran y nunca llegasen a hablar, sería porque no tenía que ser así. Ambos sabían que se verían en el trayecto, coincidirían en varios campamentos, lo malo es que nunca se habían mandado una foto por lo que no se podrían reconocer.
Después de dos semanas, no sabía nada de él, tampoco había podido acceder a internet, pero hoy sí podría hacerlo, estaban en una zona en la que el equipo que llevaban podrían conectarse al mundo exterior. Tenían que estar preparados para cualquier imprevisto, aunque inevitablemente en muchas puntos de aquel país eso era imposible.
Llegó la noche y se fue a su habitación, hoy no dormirían en una tienda, se había dado una buena ducha y se metió en la cama con el portátil. Lo encendió con la esperanza de verle en línea, aunque lo más probable sería que estuviera en algún sitio donde no se pudiera conectar y eso la inquietó, deseaba hablarle.
-¡Mierda! No está disponible...
Tampoco la había dejado ningún mensaje, si él ni siquiera había intentado un acercamiento sería porque no sentía lo mismo que ella, esa es a la conclusión a la que llegó. Estuvo navegando durante un rato, envió varios mensajes a sus padres y a su hermana y justo cuando iba a apagar el ordenador vio la luz parpadeando en unas de las ventanas que tenía abierta del explorador.
"Hola, fotógrafa. ¿Sigues por ahí?"
El corazón comenzó a latirle con fuerza y contestó rápidamente como si fuera una adolescente.
"Sí, sigo aquí"
"Hace mucho tiempo que no te conectas, te empezaba a echar de menos"
No se podía creer lo que leía, si fuera así la habría escrito y no tenía ningún mensaje.
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¿Quién quieres que sea?
Romance¿Y si crees que has conocido al hombre perfecto por internet, pero tienes que viajar a Africa para conocerlo? El destino es caprichoso y no todo es lo que parece...