¿A dónde te fuiste?

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Hoy fue uno de esos días donde me abrumó la nostalgia y terminé por ir a tu casa.
Me senté como todos los días en la pastelería, mirando a los niños pasar, escuchando las risas de jóvenes al otro lado, poniendo atención a lo que pedían continuamente porque después de todo, estaba congelado. Nada cambiaba nunca, sin importar en qué fecha del año fuera todo estaba exactamente igual que la última vez.

Miré hacia tu ventana, y lo primero que noté fue que ya no estaba tu cortina blanca con manchas negras, tampoco estaba la Cruz exploradora recargada descuidadamente sobre el cristal.

Mi excelente visión me permitió indagar y lo siguiente que noté es que la casa estaba vacía.

Un jadeo de se me escapó de los labios;  mi corazón latió rápido y entonces entendí que te habías mudado.

De repente, nada era igual. El lugar se vacío totalmente, ya no estaban los jóvenes comiendo, los hombres pidiendo el menú ni las risas de amigos al otro lado de la pastelería, la mujer de rojo desapareció al igual que la empleada en la droguería o la mujer barriendo el polvo.

No había nadie más en el mundo, solo yo. El viento dejó de correr moviendo los árboles, el silencio inundó toda la cuadra.

Vaya... un cristal se quebró.

Tú te habías ido, quizás notaste mi presencia en la pastelería, te sentiste acosada; tal vez tu madre ya no pudo pagar el alquiler; tal vez decidiste dejar atrás los recuerdos. ¿Cómo saberlo?

Ahora tenía una pregunta más grande: ¿a dónde te fuiste?

Me llevó tiempo encontrar tu domicilio, lo frecuenté tanto que terminaste yéndote. Quizás sea mejor así, tal vez dejaré de ir esperando a verte asomarte por la ventana, quizás es hora de decir "adiós".

Aún así, la pregunta ronda mi mente, tal vez te fuiste a casa de la abuela, puede que tu madre decidiera irse al barrio peligroso, en la casa de tus abuelos. ¿Cómo saberlo?

La información pasa por mi mente como un procesador informático , buscando posibles respuestas a mi pregunta: ¿A dónde te fuiste?

Podría esperar afuera de la escuela a unas cuadras, quizás te vea y pueda seguirte a la distancia. No. Tiempo que dejaste de estudiar ahí, las probabilidades bajan a un "tal vez", que al contabilizarlo en mi mente equivale a un 10%. Una oportunidad de 10, o quizás sea aún más pesimista y sea un 0.1 de uno.

Las probabilidades de encontrarte son bajas. Aún así me planteo la misma pregunta, ¿a dónde te fuiste?

No debería importarme, debería ser un alivio que te hayas ido, debería ser bueno que toda la información en mi cabeza se vuelva "nada" porque todo cambió.
Desde la forma en cómo respiras hasta el lugar donde habitas.

Debería aprovechar esta oportunidad para alejarme y decir "adiós". Pero aquí estoy, haciéndome la pregunta incorrecta, preguntando: ¿A dónde te fuiste?
Cuando en realidad lo que debería preguntar otra cosa. No me atrevo ni a mencionarla, por una sola razón. Me da miedo la respuesta.

Debería decir "Adiós", todo se reduce a una palabra, tan simple.
No puedo decirla, cuando trato mis labios se quedan pegados, se me seca la garganta y mis cuerdas vocales dejan de servir.

Por ahora comeré el mismo pastel de siempre, es monótono. Toda la ciudad guardó silencio para mí; supongo que, pedir el mismo pastel rojo es lo único frecuente, eso es bueno.

Mientras meto una cuchara del pan a mi boca y siento cómo se derrite el glaseado en mi lengua y el silencio hace que escuche el latir desesperado de mi corazón, aún si mi cara muestra serenidad, mi mente preguntará:
¿A dónde te fuiste?

Autor: S.H.

Poesía [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora