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Amancecía de nuevo, esta vez, el segundo sol de los cuatro que brindan luz a nuestro pequeño planeta, iluminando nuestros pequeños barrios, pueblos, ciudades, capitales y países. Iluminando nuestras casas, llamándonos a levantarnos de nuestras camas, vestirnos, desayunar, hacer todo lo que la gente común hace, salir de casa, lanzando antes un beso a nuestros madres o padres, para quienes todavía tengan... Y marchar hacia el Lesson, aquel aburrido sitio de adoctrina... Perdón, enseñanza en el que dábamos aquellas aburridas clases y que nos preparaban para ser buenos ciudadanos, respetuosos, obedientes... Sobre todo obedientes, descuídate de ese precepto y desobedece a alguien, verás que bien lo pasas... Querido diario voy a tener que dejar de escribir me voy ya al Sitio (así es como suelo llamar en forma clave al Lesson) Posteriormente tapé la punta del boli, cerré aquel cuaderno y me lo guardé en mi mochila, aquella mochila que tanto importaba para mí, hecha de cuero a mano; a mano por mi madre, a quien tanto quise y ya no está.

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Lidia es de las típicas chicas de Kriante, joven huérfana de diecisiete años, le había costado mucho superar la agónica muerte de su madre a manos del ejército del país colindante. Intentaron quitarle la vida con una hastok, una especie de arco con flechas que contienen veneno en su interior, no le fue fácil asimilar el fallecimiento de su padre a los cinco años, cuando este murió trabajando como soldado en el ejército. Y mucho menos fácil le fue aceptar que su madre a la que tanto amaba le había sido arrebatada de sus manos sin motivo conocido por ella, por gente de la Otra Zona, por los Otros.

A medida que fue creciendo fue desarrollando en el profundo de su ser un odio inextinguible que se mantuvo cual llama prendida en vela y que la había transformado en una persona totalmente diferente, poco quedaba ya de esa dulce niña con blanca sonrisa, esa Lidia se fue, murió acompañando a las almas de sus padres quién sabe dónde. No volvió a ser la misma, dejó de vestir aquellos colores claros que tanto realzaban su cara y cuerpo para optar por unos oscuros, deprimentes que revelaban quizás  como ella en su interior se encontraba.
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Salí del Lesson una vez más, asqueada; obviamente sola, desde que estoy así  en casa quise trasladar esa soledad que pasaba en mi no-dulce hogar a mi vida social, convirtiéndola en vacía, vacía de amistades, compañeros de estudio, conocidos... Como iba comentando volví sola a casa, abrí la puerta principal con la segunda llave de las tres que llevaba encima y después de entrar me dirigí a mi habitación como siempre para llor... Quería decir desahogarme sobre el papel, soy una chica fuerte y las chicas como yo no lloramos; nunca, y menos yo que estaba ideando un proyecto, una idea, que requiere de valentía pero que hoy no contaré puesto que tengo que hacer mis estupidos deberes de ciudadanía para mañana y como no los haga me caerá una bronca enorme, ¡ah y sí, el examen de mates! Total que no escribo más que acabó dormida sobre la mesa y ya demasiado cansada estoy de aquellos dolores en el cuello producido por esta mala posición. Me despido de ti querido diario, quizá mañana nos volvamos a encontrar de nuevo, quizás si el odio no me ha consumido ya, esperemos que esta vela, en referencia a mi vida tenga todavía cera suficiente como para permitirme vivir hasta llegar a desarrollar aquel plan con el que tanto he soñado, eso sí hoy de guerras nada, ¡A empollar que es tarde y mañana tengo examen!

Los secretos de LidiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora