La liberación de mi alma

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No me puedo creer lo que ven mis ojos. Estamos ante una habitación que mezcla el erotismo del Mouline Rouge y las herramientas de una buena inquisición. Las paredes están protegidas por un acolchado rojo, al igual que la puerta del fondo, separadas por columnas envueltas de cuero negro. A mi izquierda hay un rincón protegido por tablones de madera que van sujetos del techo al suelo de parqué oscuro. Dentro de esta parte de la habitación hay una especie de aspa de madera con grilletes en los extremos, ¿será para sujetar a alguien? Seguida a esta parte, hay una mesa de madera vieja (que me recuerda a las de las torturas de las brujas) con grilletes también en las esquinas. Aquí es imposible escaparse, todo parece tener sujeción para no poder escapar una vez que te aten. En medio de la sala hay una cama redonda con una bonita sábana de seda roja. Tiene pinta de ser muy cómoda. Encima de la cama, en el techo, hay un enorme espejo, ¡Dios mío qué vergüenza! La sala está iluminada por una lámpara de forja sujeta al techo con varias velas. Del techo también cuelgan correas de cuero con larguras y formas diferentes. En la parte derecha de la sala, hay otra cama con grilletes y correas de cuero en diferentes partes de ésta. Y al lado, una vitrina llena de herramientas y utensilios que desconozco, parece la estantería de una enfermería, da un poco de reparo. No sé si estaré en el Infierno o no, pero sé que después de esta noche ya no habrá un sitio para mí en el Cielo.

El hombre que todavía no me ha bajado al suelo me lleva hasta la cama redonda y me tira sobre ella.

- A partir de ahora vas a hacer todo lo que yo te pida. Si me desobedeces tendrás tu castigo – su voz seguía siendo dura-. Voy a ir de suave a más intenso, por ser tu primera vez. Tu cuerpo debe mostrarme la clase de intensidad que necesita, por eso iré poco a poco -trago saliva. Sus palabras son tan fuertes, mi cuerpo reacciona bien ante ellas, pero mi mente duda. Creo que él lo nota-. No debes tener miedo, voy a cuidar de ti.

Estoy echada en la cama tal cual me ha tirado. Se va a la vitrina de la derecha, abre un cajón, coge dos cintas de cuero y algo que no sé qué es. Lo lleva en las manos y viene hacía mí. Lo miro con una mezcla de miedo y resistencia, no puedo fiarme de un extraño. Él me mira con intensidad y niega con la cabeza.

- Debes relajarte. Cualquier tensión de tu cuerpo hará que te haga más daño del que quiero - ¿del que quiere? ¿Quiere hacerme daño?-. Para ti no será daño, Dalila. Será placer – me acabo de derretir al oír cómo ha suspirado la palabra placer-. Ahora cenarás como una sumisa - ¿yo? Y… ¿él no cena? -, pero voy a usar algo más porque mereces un castigo.

- ¿Castigo? ¿Por qué?

- ¡No hables si yo no te lo pido!- me grita. Me callo y bajo la mirada-. Bien. Has llegado tarde, y eso merece un castigo. No te voy a quitar la comida porque yo cuido de ti. Te prometí una cena- yo lo miro con indignación, ¡no he llegado tarde! Pienso, ¿cincuenta segundos para él es llegar tarde? Seguro que es una excusa para darme un castigo, pero no me atrevo a replicar.

Me ata las manos por detrás con una de las cintas y con la otra me tapa los ojos. ¡Dios mío! ¡Me está quitando el sujetador! ¿Por qué? ¡Qué vergüenza, joder!... y ¡qué hábil es con las manos!, el último novio que tuve le dedicaba a mi sujetador un cuarto de hora, hasta que me aburría y me lo tenía que quitar yo misma. Oigo un clic.

- Auuhh!

- ¡Calla!

Algo me pesa en los pezones. Algo me los pellizca y no puedo quitármelo con las manos atadas. La sensación duele, pero ahora me excita. Es como si me los estuvieran estirando, pero sé que no son sus manos porque es algo frío, metal. Tira y me eriza el vello, me congela la aureola y el pezón está muy tenso.

Siento que se aleja porque ya no lo huelo, su olor me perturba. Oigo la puerta, debe ser la que está acolchada. ¿Qué habrá ahí dentro? ¿Será la cocina? ¿Cómo voy a comer si tengo las manos atadas? Oigo sus pasos de nuevo y un chillido agudo, como unas ruedas y metal. No sé qué es, no puedo verlo. ¡Joder, qué susto! Ha sido la puerta, la ha cerrado con fuerza. Miro hacía su dirección, como si fuera a ver algo. Todo es negro. El sonido agudo se acerca, tiene que ser un carro o algo así. Cuando llega a mi lado se para. La cama se mueve hacia abajo, se ha sentado a mi lado.

La noche de mi condenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora