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Luke odiaba su vida. Cada parte de ella. Primeramente porque desde que su madre se fué y quedó al cuidado de su padre; todo se volvió monótono, salvaje y un tanto sangriento. Y digamos, con esas tres palabras se resumía la vida de Luke, el hijo del Capitán Garfio.

Y algunos pensarán que esto era absolutamente increíble; Vivir como pirata tiene sus ventajas, dirán. Los incontables viajes en busca de riquezas y las millones de aventuras que aquello conllevaba era genial en cierto modo. No obstante, no para Luke. Uno, porque su padre nunca iba a otros lugares además de la isla de Nunca Jamás. Y dos, porque estaba malditamente obsesionado con matar a este individuo volador que se hacía llamar Mikey.

La verdad no entendía porqué su se enfocaba más en aquel niño de ojos verdes que en su propio hijo. Aunque su padre estaba un tanto molesto ya que por culpa de Mikey ya no tenía su mano izquierda consigo, y en su lugar estaba un garfio. Muy irónico, la verdad.

Luke deja escapar un suspiro entrecortado, sus ojos mirando las estrellas brillantes en la punta del cielo. A veces se quedaba en alguna parte despejada del bosque donde podía ver el cielo y pensar sobre lo horrible que es su vida. Unas que otras veces pensaba que sería ir hacia el otro lado de la estrella, así como su padre lo hizo, pero luego descartaba la idea al ver como éste había regresado y todo había terminado.

Sus ojos azules se fueron cerrando de a poco, pestañando unas últimas veces antes de dejarlos completamente cerrados.

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El ruido estrepitoso de cacerolas cayendo al suelo logró despertar a Luke, abriendo sus ojos con alarma mirando a cada esquina del lugar donde estaba. Su mirada se topó con la de un pequeño chico gordito con traje de oso y al momento en que iba a gritar, el niño pone su regordeta mano sobre la boca del rubio.

"¡Buenos días, chico! ¿O sería noche? La verdad no recuerdo que hora del día sea porque estaba dormido hace unos segundos y luego te ví aquí, y es como rara la cosa. Mi nombre es Osezno, un gusto." El niño terminó de hablar con un pequeño bostezo, y Luke supo que decía la verdad ya que sus ojos se veían como si estuviera recién despertado.

Miró con el ceño fruncido al pequeño, quitando la mano de su boca. "¿En dónde estoy?"

"Ahora mismo estás sobre un sofá." Osezno señaló, dando un paso hacia atrás para mirar algo en el techo. "Hola, Campanita." Saludó el pequeño, y Luke frunce más su ceño mirando a la pequeña hadita volar sobre el niño. De pronto ella estaba posada en la nariz de Luke, examinándolo. "Este es el chico nuevo, no tengo idea de donde salió."

Sin embargo, Luke ya sí sabía en donde estaba, y al parecer el hada seguro lo había descubierto también ya que se alejó volando de él, arrastrando al pequeño osito. Ella soltaba un montón de ruiditos parecidos a una campana, parecía estar gritándole al niño pero éste mostraba su cara llena de confusión.

Luke había aprendido que las hadas sólo podían comunicarse entre ellas, y las personas sólo oían los ruidos que ellas hacían.

"No creo que te esté entendiendo." Luke dice, rodando sus ojos. Campanita está más roja y supone que está furiosa cuando ella vuelve a mirarlo. Luke traga con miedo, las hadas podían ser muy peligrosas si se lo proponían. No quería estar lleno de polvo de hada y levitar hasta el cielo. "Hey, tranquila, yo tampoco tengo idea de qué hago aquí."

Eso pareció volverla más loca de lo que estaba, ahora volando hasta él para agarrarlo de sus ropas y empujarlo fuera del sillón.

mi amor por ti es ridículo [muke]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora