Sujeto al mundo

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(Antonio)

Había estado tan ocupado que el tiempo se me había pasado volando. Los días se me hacían nada y apenas tenía tiempo para dormir, lo que me ayudaba bastante a dejar de pensar en que, de un lado para otro en el mismo hospital, también estaba mi padre. Solo que mucho más lejos y demasiado ocupado más que para saludarme con la cabeza cada vez que me veía pasar. Los niños y la compañía de Francis se me hacían tan naturales como acogedores, pero había llegado a ese lugar con un objetivo y tarde o temprano las cosas tendrían que cambiar.

Había tenido que esperar más de lo acordado, pero por fin habían accedido a ver mi caso y hoy tendría una reunión con la encargada de coordinación de practicantes.

Me levanté muy temprano para estar listo. Esa semana me tocaba el turno de mañana que solía ser más relajado, al menos más libre de casos de urgencias. Llegué unos minutos antes de las siete por una de las entradas laterales cerca de la sección de pediatría. Casi todos los niños estaban reunidos en el comedor, las enfermeras los levantaban al alba para administrarle los medicamentos, y había algunos, como el pequeño Martín que en esos momentos corría a recibirme, que estaban felices de tener más tiempo despiertos para comenzar a corretear por los pasillos. Pero había también otros que se estaban quedando dormidos sentados en su lugar y casi cayéndose de cara en el plato de cereal. Entre los últimos estaba Lovino, que veía la televisión distraídamente e ignoraba a los menores a su alrededor.

-buenos días, Lovi. -le dije sentándome a su lado y con un grupo de niños comenzando a apiñarse a mi alrededor. Solo recibí un gruñido como respuesta. -hoy es el día ¿no?

El asintió con la cabeza despacio, aunque para una persona que ha entrado y salido tantas veces del hospital como Lovino, el día en que te dan de alta debe dejar de tener gran significado. - ¿no estás feliz?

-estoy feliz de no tener que verte acosando niños otra vez. -su voz sonaba rasposa, seguramente porque no había cruzado palabra con nadie desde que despertó. Solo llevaba conociéndolo poco más de una semana y había tenido que aprender a leer entre líneas. Lovino podía ser una persona adorable si sabias como llevarlo, cuando estaba de malas pulgas, cuando se ponía feliz o nervioso, justo como ahora, que trataba de esconder sin éxito entre los pliegues de su abrigo las ultimas ramitas resecas de los "no me olvides" que le había regalado.

-te daré más flores. -le puse una mano en la cabeza a lo que el se sonrojó.

- ¿Qué te hace pensar que quiero que me des flores? -tuve que morderme la lengua para no soltarle algo más, algo que seguramente sería poco profesional. Porque hay que admitirlo, Lovino despertaba muchas cosas en mí, y no precisamente todas relacionadas con mi preocupación médica.

Luego de un rato se abrieron las puertas principales, varias personas entraban a hacer fila para las horas de atención. Entre ellos venia la familia Vargas. La señora Elinor y Feli, ambos muy animados. Lovino resopló cuando su hermano le echó los brazos al cuello para saludarlo.

-es el día. -dijo ella poniéndole una mano en los hombros a su sobrino mientras me miraba con los ojos llenos de gratitud.

-sí, es el día.

~

(Lovino)

No pudimos salir del hospital justo entonces. Quedaban varios trámites antes de dejarme en libertad, al menos hasta que tuviera otra crisis. Al medio día terminó la última revisión por parte de Félix, de quien me despedí con un par de insultos en italiano que de seguro no entendía.

Mi tía y hermano estaban en la recepción con la maleta con mis cosas, todas menos la caja de música que no permitía que nadie tocara. La sostenía entre mis manos mientras miraba la ventana abierta de par en par y el viento movía las cortinas. Le di cuerda para escucharla una vez más, ya llevaba un buen rato perdido en la melodía y recordando la voz de mi madre. De todas las cosas que pudo haberme dejado antes de morir, ella eligió heredarme una enfermedad y una canción.

La música inundó la habitación nuevamente. Cerré los ojos para concentrarme en recordarla, su rostro, sus manos. Algo. Pero era inútil, no podía pensar más en que en las fotografías que había visto de ella.

Y en cambio aparecía nítidamente una sonrisa diferente, nueva y al mismo tiempo familiar. Luego los ojos verdes que me habían dado la bienvenida a la sala de emergencias. Era Antonio, no había duda, y no le bastaba estar encima mío durante el día, también se colaba en mis pensamientos sin permiso. -bastardo...

Me bajé de la cama de un salto y arrastré el carro de oxigeno de mala gana por el pasillo. Los no me olvides habían quedado guardados dentro de la caja y avanzaba con ella debajo del brazo hasta la oficina de administración. Antonio podría ser un bastardo, pero supongo que tenía que despedirme si no lo volvería a ver.

No me equivocaba. Estaba sentado afuera, golpeando el piso con el pie a ritmo nervioso. Se retorcía las manos y estaba tan concentrado en sus pensamientos que dio un respingo cuando me vio aparecer en frente. Su rostro tenso se relajó de inmediato para darle paso a la típica sonrisa idiota de siempre. -Lovi, no te había visto.

-ya... -tuve que contenerme para no soltarle mi sarcasmo nato y al mismo tiempo contener las extrañas ganas de sentarme a su lado y recargarme en su hombro. –¿te cambiarás de sección?

-sí, bueno... ya sabes que es lo que se suponía que tenía que ser desde un principio.

-no deberías. –le dije antes de sentarme de todas formas. -vas a dejar a un montón de críos tristes si te vas.

-ya lo sé

- ¿entonces?

-no tengo opción.

-claro que la tienes, puedes simplemente hacer lo que se te venga en gana. Que todo el mundo te diga que algo es correcto no significa que lo sea, pero no lo vas a averiguar hasta que intentes hacer lo que tú piensas que está bien. -había recargado la cabeza en la fría y blanca pared, y por alguna razón le estaba soltando un sermón como nunca. ¿Qué se suponía que estaba diciendo? Aquel no era mi asunto y el bastardo ya estaba suficientemente mayor como para que yo le dijera que hacer con su vida. Aunque al parecer solo yo me daba cuenta de que la situación era de lo más ridícula, a Antonio no parecía molestarle. Muy por el contrario, me estaba sonriendo con ternura. -s-solo es lo que pienso, maldición. No tienes por qué hacerme caso. -dije antes de ponerme de pie otra vez.

-gracias, Lovi. Yo... lo tendré en mente. -Antonio se puso de pie también, y ahora lo tenía en frente y con los brazos abiertos de par en par. Me sentía muy pequeño cuando hacia eso. Solo con su cuerpo alrededor podía dimensionar la gran diferencia que había entre nosotros. Antonio era un adulto, estaba a punto de terminar una carrera, era guapísimo y de seguro tendría una lista de chicas ansiosas de establecerse con él, formar una familia y hacer todas esas cosas que hace la gente normal al envejecer. Yo... solo tenía 15 años, no me había afeitado ni una sola vez en la vida y de seguro no pasaría de los 20, ¿por qué Antonio elegiría quedarse con un crío enfermo como yo?

- ¿qué haces, idiota?

-es un abrazo, no te veré en un tiempo.

-es patético, todo esto es patético.

-no digas eso. Lovi... -escuché su voz llamándome muy a lo lejos. De un momento a otro los ojos se me habían llenado de lágrimas y aunque en un principio pensé que había sido la maldita nostalgia de decirle adiós, pronto me di cuenta de que la garganta me ardía y que el aire escaseaba. Instintivamente lleve una mano a la salida de oxigeno del tubo, pero para esas alturas temblaba por completo y apenas acertaba a algo. -Lovi, Lovino... hey ¿Qué ocurre? -dijo Antonio preocupado y alejándose para verme el rostro. Lo tenía tomado por la tela del delantal y aquello era ya lo único que me sostenía de pie.

Él me rodeó con los brazos aún más fuerte y lo escuché llamar a gritos a las enfermeras. Yo boqueaba por aire mientras sentía que todo a mi alrededor daba vueltas. No le importó cargarme por el pasillo o que le ensuciara la bata con la sangre que escupí, ni siquiera le importó dejar atrás las oficinas de administración con tal de llevarme a la sala de emergencias. En esos momentos tenía sus cinco sentidos puestos en mí, y estaba bien... también entonces Antonio era para mí la última esperanza y todo cuanto me mantenía sujeto al mundo.

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dejaré esto por aqui~ y en la noche estará listo el siguiente. Aunque no he podido escribir tanto como me gustaría al menos avanzaré bastante en este fic dentro de la semana >:3 Espero que les haya gustado y que estén pasando un lindo día <3

Ninna Nanna (spamano)EDITANDOOOODonde viven las historias. Descúbrelo ahora