Alex, con su mudanza a Washington junto con su compañero Gave, había dejado de ver a su familia. Llevaba casi dos años sin visitarles y decidió que aquellas vacaciones de verano eran las convenientes para darles una sorpresa. Se marcharía por una semana Jacksonville, la cual pasaría exclusivamente con sus padres y sus hermanas pequeñas.
Se marchó un domingo por la tarde, después de darle una a una las instrucciones de cómo cuidar la casa a Gave.
- Anda, deja de preocuparte, no voy a prender fuego a la casa. –dijo Gave mientras empujaba a Alex hacia la puerta.
- Ahora sí que me voy tranquilo. – contestó el otro sarcásticamente. – Por favor, no dejes que las equinas críen cucarachas ni que se quemen las cortinas.
- ¿De verdad confías tan poco en mí? – se llevó una mano al pecho con la intención de dramatizar la situación, como si su amigo no tuviese razones para creer tales cosas.
- Así es. – contestó haciendo que Gave frunciera el ceño. – Venga, va. – le dio un abrazo. – Hasta dentro de una semana.
Gave le devolvió el abrazo encantado, quizás incluso más de lo que podría estar nunca Alex con un abrazo suyo.
- Te voy a echar de menos. – enseguida puso un añadido a la frase, con intención de corregirla. - ¿Quién va a hacerme desayunos como los que haces tú?
- Una semana. – repitió, esta vez más bien como una advertencia.
Entonces Gave se quedó solo en la casa. Miró a su alrededor, pensando qué podía hacer, pero no encontró nada. Alex había dejado impecable la casa antes de irse, y desde luego no le apetecía jugar solo a la Xbox. Le gustaba más jugar con su amigo y ver como se levantaba del sillón repentinamente cuando ganaba, cómo se lo restregaba en la cara sintiéndose más fuerte. Pasarían un partido de fútbol por la tele, pero no estaría Alex para quitarse la camiseta cuando su equipo favorito ganase y hondearla en el aire. Una semana sin disfrutar aunque fuese solo de las vistas, del cuerpo de Alex. Era un chico tranquilo y estudioso, prefería quedarse en casa los fines de semana y odiaba el alcohol, pero le gustaba el deporte y su cuerpo lo dejaba más que claro, un cuerpo de envidia para cualquier hombre.
Sacudió la cabeza para sacarse esas ideas.
- Este hombre me trae de cabeza. – y se le escapó una risa por la realidad de la oración.
Tomó sus llaves, algo de dinero y salió de la casa. Desde que se mudó con Alex había mantenido en secreto su sexualidad por miedo a asustarlo. Cierto es que era un chico de lo más abierto y le parecía de lo más normal la homosexualidad, pero claro, una cosa es verlo de lejos y otra vivir con un hombre al que puedes atraer perfectamente.
Decidió ir a un café primero, pues era muy temprano para irse directamente a un club. Quería quitarse de la cabeza a su amigo, y tenía una semana para eso y volver a vivir la vida que tenía antes de mudarse con él. Nunca se enteraría.
Alex conducía sin prisa hacia el aeropuerto, iba bien de tiempo. Cuando conducía pensaba mucho, de todo. En ese caso, por alguna razón, se puso a pensar en lo efusivo que era su amigo la hora de abrazarlo. Le pareció un pensamiento de lo más irrelevante y lo dejó a un lado. Tenía mejores cosas en que pensar en ese momento, como en lo mucho que disfrutaría esa semana en Jacksonville.
Gave estaba sentado en un café, mirando a la ventana y tratando de no pensar en Alex, pero le era imposible. En lugar de eso recordó cuando había empezado a tener sentimientos tan fuertes hacia su amigo. Se conocían desde el instituto y, en ese tiempo, él empezaba a darse cuenta de que le atraían los hombres. Su primera pareja fue una chica pero luego llegó un profesor de lo más atractivo que despertó cosas en él que no sentía al mirar a su novia. Entonces, la dejó. Por otro lado, Alex salió con la misma chica los dos últimos años de instituto, cosa que a Gave no le importaba porque no se sentía atraído hacia él aún. Alex rompió su relación con la chica un par de meses antes de terminar el instituto y, como irían a la misma Universidad, le ofreció a Gave vivir juntos. Hicieron la mudanza durante el verano y en ningún momento, Gave, le dijo a Alex que le gustaban los chicos. Para cuando comenzaron a vivir juntos Gave ya miraba a Alex con otros ojos, le parecía un chico guapo y agradable, pero nada más allá de un amigo. Todo eso cambió cuando volvió un día a casa y vio a Alex salir desnudo del baño hacia su habitación. Él se disculpó sin darle más importancia y siguió su camino, pero a Gave le abrió los ojos.
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Deja que te cuente un secreto.
RomanceAlex y Gave eran los chicos perfectos para cualquier chica, pero son el chico perfecto el uno para el otro. El secreto de Gave es innombrable en casa, junto a Alex. No quiere asustarlo, desde luego. Se ha enamorado pero, ¿qué pensaría Alex?