Una de las experiencias espirituales que más me ha impactado es la que relata el pastor John Arnott en su libro "La Bendición Del Padre", donde comparte una visión que tuvo su esposa Carol. Espero que te impacte también y te bendiga.
“Nuestra iglesia oró por Carol y por mí antes de que saliéramos en un viaje evangelístico a Europa Oriental en febrero de 1994. Ella cayó sobre la plataforma. Vimos que sus manos y sus pies se movían, y de tanto en tanto levantaba los pies en el aire y los movía como si estuviera corriendo. Luego se quedaba quieta durante un rato hasta que volvía a repetir esos movimientos. Nos preguntábamos qué le estaría sucediendo. Luego nos relató la visión que había tenido: la primera en toda su vida.
Mientras estaba allí tendida, sentí que la presencia del Señor venía sobre mí. Repentinamente vi un bello prado con toda clase de flores esparcidas en su extensión. Yo me preguntaba dónde estaba. Jesús vino y me entregó un ramo de lirios del valle, una flor muy especial para mí porque John me regaló un ramo hace algunos años, cuando estaba pasando por un momento difícil de mi vida.
El Señor me había dicho entonces: “Carol, los lirios de los valles sólo crecen en los valles. No crecen en las cimas de la montaña. Cuando pases por los valles de la vida, debes buscar los lirios que Yo he puesto allí para ti.”
Eran un recordatorio de Su fidelidad durante las horas más oscuras de la vida. En la visión, Jesús y yo caminábamos por el prado y hablábamos de corazón a corazón. Comenzamos a correr y a jugar, y compartimos un tiempo maravilloso y muy íntimo. Entonces él se detuvo y me dijo: “¿Me devuelves el ramo?” Y yo le dije: “Está bien, está bien”, y con bastante pesar se lo entregué. Él comenzó a caminar alrededor y reunió flores de distintos colores (rojas, púrpura, blancas y amarillas) e hizo con ellas una guirnalda. Luego entretejió los lirios de los valles en la guirnalda y me la puso en la cabeza. Entonces vi que le agregaba un velo de novia muy largo y blanco.
La escena cambió, y me vi caminando, tomada de Su brazo. Yo miraba alrededor y pensaba: “Pero... no reconozco este lugar. ¿Dónde estoy? No me resulta familiar.” Entonces miré hacia abajo, y pensé: “¡Oh, pero esto es oro! Oh, Dios mío, estoy caminando sobre las calles de oro. ¡Esto es el Cielo! Soy la novia de Cristo. Estoy casándome con Jesús. Este es el día de la boda. ¡Señor, esto es increíble!”
Lo que sucedió a continuación me recordó con ternura cuán personal es el Señor para cada uno de nosotros. Cuando estoy desanimada o cargada por los problemas de la vida, voy a ver terneritos o potrillos u otros animales recién nacidos; es algo que me refresca y me llena. Siempre he dicho: “¡Oh, Señor, no veo la hora de ir al Cielo para poder abrazar a un tigre!” Quiero poner mi rostro sobre su piel y darle un gran abrazo.
A medida que avanzaba la visión, a los costados del camino estaban todos estos animales, llenos de brillo y alegría. Había tigres, corderos y potrillos... también estaban mis dos perros. Fue algo que realmente me bendijo.
Entonces la escena cambió otra vez; estábamos en un salón enorme. Mesa tras mesa tras mesa, hasta donde alcanzaba la vista, estaban preparadas con manteles y copas y vajilla. Había candelabros y bellísimos arreglos florales, y las comidas más deliciosas, como lo que podría verse en la coronación de un rey; para verdaderos gourmets, muy elegante. Me di cuenta de que esta debía de ser la fiesta de bodas. “Yo me casé contigo, y seguramente éste es el banquete”, dije, maravillada. “Pero no veo a nadie, Señor, ¿Dónde está la gente?”
Al volverme, vi a muchas personas. Eran bellísimas, vestidas con las ropas de bodas más elegantes que se puedan imaginar. Sus rostros brillaban. Pensé: “Señor, ¿quiénes son estas personas?” Y Él me respondió: “Son los marginados, los pisoteados. Los he obligado a venir a mi fiesta de bodas.” Yo estaba de pie en un lugar despejado, cuando Jesús vino y me dijo: “Carol, ¿me haces el honor de concederme este primer baile?” pensé: “Oh, no, no puedo bailar. El velo es demasiado largo.” Tan pronto como lo pensé, de la nada aparecieron unos cardenales y azulejos, todos estos pajaritos, que levantaron el velo, y dancé con Jesús.
Luego supe que mientras yo estaba tendida en la plataforma, mi amiga Shirley vino y cantó sobre mí. Pero en la visión, era Jesús quien cantaba. Cantaba que yo era Su tesoro, Su elegida; cantaba todos los pasajes bíblicos que le había dicho a mi corazón cuando me convertí.
Cuando la visión terminó, pensé “Oh, Señor. ¿Eso fue solamente para mí? ¡No puedo creer que sea todo para mí!” Y Él me dijo:
“Quiero que te pongas de pie y compartas esta visión con la gente. Cuando hayas terminado, quiero que les digas que mi fiesta de bodas está casi preparada; casi lista. Diles que no deben ser como las vírgenes insensatas, sino como las cinco vírgenes prudentes.
Este es un tiempo en el que estoy derramando mi Espíritu. Estoy derramando el aceite que pueden comprar, y pueden ser llenadas, una y otra vez. Este es el tiempo para que mi iglesia, mi esposa, sea llena del aceite del Espíritu Santo. Cuando esté llena, yo los derramaré en los caminos y las carreteras. Los esparciré por todas partes, y no tendrán que evangelizar como lo hacían antes. Al estar la iglesia tan llena del Espíritu, los desnudos y los desamparados y los quebrantados entrarán a mi reino. Entonces vendré a buscarlos.”
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Conociendo más la Persona del Espíritu Santo
Duchowe"Este es un tiempo en el que estoy derramando mi Espíritu. Estoy derramando el aceite que pueden comprar, y pueden ser llenadas, una y otra vez. Este es el tiempo para que mi iglesia , mi esposa, sea llena del aceite del Espíritu Santo. Cuando esté...