Confusión

El peor día posible (part. 2)

Lo observaba comerse el croissant, aguardando a que algo pasara, quizás a una explicación que justificase el extraño comportamiento del pelinegro. Porque no todos los días una persona llega nueva y se te acopla como si fuerais compañeros de la infancia, al menos no es muy común.

-¿Por qué no paras de mirarme?¿Acaso has quedado embelesado por mi hermosura?- dijo esto último con voz cómica.

-No, sólo estaba admirando tu estupidez.

-Joder Rubia, si que estas de mala leche -hizo una pausa mientras una sonrisa traviesa se asomaba- si es porque tienes hambre... Aquí hay fia...

De la nada un estuche volador impactó en la cara del chico cerrándole la boca.

- ¿Tienes alguna clase de problema mental o qué te pasa?- espetó Chris de muy enfadado- Yo no se quien coño te has creído para tener tantas confianzas conmigo.

Acto seguido el rubio se levantó dejando a su compañero sólo y con cara de "este tío es tonto" en la mesa de la cafetería.

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Había sido un día muy largo en el Instituto, y no se encontraba de humor como para ponerse a hacer deberes o estudiar. Zapateó su mochila sin fijarse siquiera en como caía y bajó al salón para mirar la televisión, esperando a que su madre llegase con su hermana del colegio. No pasó mucho tiempo cuando se escuchó como la puerta de entrada se abría, y una pequeña persona cruzaba corriendo el pasillo hasta llegar al salón, donde se abalanzó sobre la persona que ahí descansaba.

-¡Hermano!- gritó la niña aterrizando sobre la barriga del mayor.

- ¡Niki! - soltó a modo de queja por el dolor que le había causado el repentino golpe.

La menor no parecía por la labor de quitarse de encima de, a su parecer, cómodo hermano, y este en respuesta, y como un muy fructífero intento de liberarse, comenzó una guerra de cosquillas.

Las risas se escuchaban por toda la casa, y una madre contemplaba desde el marco de la puerta la buena relación que mantenían sus hijos, llenándola a ella también de felicidad. Decidió comenzar a hacer la comida, y así se dirigió hasta la cocina.

Llegada ya la hora de comer la familia, sentada a la mesa, hablaba animadamente sobre temas sin relevancia, la más pequeña presumía de su nuevo diez mientras la madre la felicitaba  y Chris sólo contemplaba la escena, alegre por primera vez en todo el día. Sin previo aviso un teléfono comenzó a sonar con uno de estos irritantes tonos predeterminados, interrumpiendo la comida.

-Mamá, te dije mil veces que cambies ese tono de móvil- dijo molesto el rubio.

- Yo no se como se cambia, si quieres lo haces tu, pero no me pongas ninguna de tus canciones raras- le contestó la mujer yendo a por el aparato.

Los niños siguieron comiendo hasta que escucharon a su madre dar saltitos y chillidos, algo no muy normal en un adulto, para acto seguido irrumpir en el comedor hablando de una manera demasiado acelerada, originando caras de confusión en los que intentaban seguir la conversación.

- Mamá, relájate, no se te entiende nada.

- A ver, - dijo volviendo a empezar, autocalmándose un poco - Niki no había nacido aún, pero tú Chris quizás te acuerdes de la señora que vivía en la casa de enfrente.

- Emm... No.

- Si, si, que éramos muy amigas, y tenía un hijo de tu edad, jugabas con el todas las tardes.

- Pus sigo sin acordarme.

- Chasqueó la lengua comenzando a impacientarse- Era la señora que siempre hacia postres ricos cuando comíamos juntos.

-Ahhh!! Ya me acuerdo, me encantaba el bizcocho que hacía.

- Pues ha vuelto a la ciudad!

- Ajá, y eso significa...

- ¡Qué bien! -le interrumpió la pequeña- es genial que te puedas reencontrar con ella después de tanto tiempo.

- Si, en verdad que tengo ganas de verla.

- Y si la invitas a cenar?

- Que buena idea - felicitó a su hija - Así tu hermano también podrá ver a su amigo.

- Claro - contestó el rubio sin enterarse demasiado del tema.

- Voy a ir a comprarle un detallito de bienvenida, cuando acabéis recoger la mesa y fregar los platos.

-Si mamá- respondieron al unísono con un tono que demostraba el poco entusiasmo que tenían por hacer la tarea.

La tarde transcurrió lentamente, con un rubio que había tenido que fregar el sólo porque su hermana había quedado con sus amigas aburriéndose hasta niveles insospechables. Había perdido todas las partidas, según él por culpa de los noobs de su equipo, ninguno de sus amigos estaba libre, y no paraba de pensar en el beso que su ex y la otra chica le habían restregado en la entrada del Instituto. Se sentía deprimido, con ganas de llorar, echaba de menos a Grace, aunque no quisiera admitirlo, y esos malos sentimientos le estaban pasando factura, se le notaba en su ahora apagada forma de ser, el único que lograba devolverle algo de energía era el chico nuevo, a base de pullas y piques. Al mismo tiempo que el susodicho pasaba por su mente su madre lo llamó desde el piso de abajo reclamando su presencia, bajó los escalones desganadamente, hasta llegar a donde esta se encontraba.

-Esta es Diana. - dijo señalando a la mujer frente a ella- Te acuerdas ahora de ella?

La miró de arriba abajo, aun sabiendo que era de mala educación, ahora podía recordarla claramente, y ,a pesar de que habían pasado varios años, parecía no haber envejecido un ápice, se encontraba si cabía más guapa. No era que su madre fuera precisamente vieja, y su amiga tampoco, pero sin duda se notaba quien había acumulado el cansancio que suponía criar a dos hijos con un único suelto que, aun por encima, no era demasiado elevado. 

-¡Como has crecido, no me lo puedo creer!- inició la conversación la mayor- Estás guapísimo, aun parece que fue ayer cuando venias a mi casa a por un trozo de bizcocho. Eras tan mono cuando llevabas aparato...

El rubio rió incómodamente, recordando aquellos nefastos tiempos en los que había tenido que usar ortodoncia.

-Yo también me acuerdo de eso, sin duda has mejorado mucho Rubia- se escuchó una voz desde la puerta de entrada.

Al instante de oír esa última palabra en concreto a Chris se le heló la sangre,y como en estas películas de suspense, donde el protagonista se gira lentamente con miedo a ver que habrá detrás, se encontró con la persona que menos quería ver, el idiota de su nuevo compañero de clase.