CAPITULO 4

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Luna

Las clases pasaron lentas y aburridas. Hoy me tocaba química con "la torturadora de mentes", esa mujer pretendía que nos convirtamos científicos, que sepamos no solo la tabla periódica, sino todos los elementos químicos y sus reacciones.

Sus clases eran una tortura y de ahí le iba el nombre. Y lo peor es que era la única clase que no compartía con mi mejor amiga Larissa y mis sobrinos.

Bufe mirando el reloj, lo miraba cada cinco segundos y la maldita aguja no avanzaba. Cuando sonó el timbre, salte de la emoción y la torturadora de mentes me miro tirándome dagas por los ojos y yo le dedique una sonrisa inocente.

Tomé mis libros y salí en busca de mis amigos. Teníamos entrenamiento en veinte minutos y estaba ansiosa por que llegue la hora. Era mi parte favorita del día, donde podía hacer lo que realmente disfrutaba, donde podía ser yo misma en su máxima expresión.

Fui a los casilleros y encontré a Larissa con Clark, hijo de Milo. Clark tenía el pelo negro y era una montaña humana, como casi todos mis sobrinos.

Larissa se enrollaba un mechón de pelo en el dedo mientras los giraba y Clark le sonreía. Rodé los ojos, era obvio que Ty, estaba cerca y ella quería darle celos, porque a ella no le gustaba Clark, de eso estaba segura.

- ¡Que hacen! ¿me extrañaron? - -chille haciéndolos sobresaltar.

- ¡Ay! Mujer nos vas a dejar sordos -se tapó las orejas Clark.

- ¡Que exagerado eres! Tampoco fue para tanto, aunque si me pides perdón por no alegrarte de verme, no le contare a Ty, que andas detrás de su futura esposa.

- ¡Hey! -se quejó Larissa- ese chico no es mi futuro nada-dijo ofuscada y eso me dio pie pensar que mi querido sobrino se había mandado una de aquellas.

Clark puso una mueca fingida de ofensa y una mano en su pecho dramáticamente- ¡cuidado Larissa! ¡Luna hoy quiere ser nuestro verdugo!

Le saque la lengua, mientras él se reía y llegaban los demás. Siempre íbamos todos juntos a entrenar, era como nuestra tradición. Los conté a todos como una mama oso - a ver pónganse en fila, Lar, Clark, Tyler, Joshua, Luke ¿quién me falta? -me puse el dedo en la barbilla, pensando detenidamente.

Gruñí para mis adentros al darme cuenta- ¡donde diablos esta mi hermana?

-Acá estoy hermanita, no hiperventiles-llego corriendo con todos sus libros y subida en unos tacones de infarto.

- ¿Sabes que no puedes luchar en eso no? -señale sus tacones.

Ella rodo sus ojos, mientras acomodaba un mechón de cabello tras su oreja- traigo ropa de repuesto tonta, claro que no puedo luchar así. Todavía no entiendo por qué también tengo que ir, si no me gusta luchar-frunció el ceño.

Puse una mano en mi pecho dramáticamente - eres un alíen, ¿a quién no le gusta luchar?

-A mí- dijo ella señalándose con el dedo con orgullo.

Rodé lo ojos y cuando vi la hora chillé, íbamos tarde - ¡Bueno vamos que llegamos tarde! -los apure- ¡a entrenar!

Nos subimos a la camioneta todos juntos y fuimos al campo de entrenamiento. Mis manos comenzaron a picar con emoción y mis pies se movían impacientes.

Cuando Tyler estaciono, abrí la puerta y bajé emocionada antes de que el apagara el motor. Respiré hondo y sonreí, este era mi lugar en el mundo.

- Enana ¿sabes, que lo que hiciste es un peligro para tu vida? - me regaño Tyler.

Rodé los ojos- Ahora no Ty, tengo suficiente con mi padre y con mis hermanos.

-Solo te cuido- me revolvió el cabello.

-Hey-le pegue en la mano-más respeto que soy tu tía, jovencito - le apunte con el dedo.

El largo una carcajada y negó divertido. Nos acercamos y ya había varias parejas luchando en el ring.

Mi padre nos había mandado desde niñas al campo de entrenamiento, para que aprendiéramos a defendernos. Él decía que, como mujeres, si bien éramos fuertes, teníamos que aprender a usar nuestra fuerza a nuestro favor y así estar listas para cualquier tipo de ataque.

Sol odiaba ir, aunque eso no le quitaba lo buena que era. Solo que ella prefería salir con sus amigas o ir de compras.

En cambio, a mí me había encantado desde que pise el primer día el campo. Me había esforzado mucho para ser la mejor, ya que por mi estatura muchos me subestimaron y más siendo mujer.

A mis diecisiete años, era la mejor luchadora y mi estatura que de chica me molestaba tanto, ahora era mi mejor ventaja, ya que me daba mucha más agilidad y destreza.

-Hola enana - me saludo Dominik, revolviéndome el cabello.

Le pegue un manotazo – sin tocar ¿que tienen todos con mi cabello joder?

Ese carácter es tan de nuestro padre que duele- puso una mano dramáticamente en su pecho y sonrío - ¿Lista para patear traseros?

-Oh si, muy lista- dije chocándole la mano.

Dominik era el entrenador del campo, él había abierto la escuela de entrenamiento después de que habían secuestrado dos veces a mi mama en el pasado. Para él ya era hora que las mujeres de todas las especies nos aprendiéramos a defender.

Me cambie en un santiamén por unos leggins, un top y unas zapatillas deportivas. Me hice un moño desordenado y con una sonrisa volví al campo ansiosa, a ver quién iba a ser mi oponente.

Dominik me miro y me hizo una seña de que la pareja que estaba luchando ya terminaba y que me pusiera a calentar.

Me corrí tres vueltas alrededor de la cancha, que estaba a la vuelta del campo y volví con todos mis músculos listos para la acción. Le hice una seña a Dominik de que estaba lista y él me dijo que me acerque.

-Y bien ¿quién va a ser mi primer oponente? -dije con emoción en la voz.

-Yo...

Me di vuelta al escuchar su voz y maldije entre dientes. Este hombre tenía muchas ganas de morir y poco cerebro, porque no entendía que no lo quería cerca ni en figurita. Pero el seguía insistiendo, pensando que en algún momento me iba a ganar por cansancio. Lo mire desafiante, a ver si cuando limpiara el suelo con su trasero, aprendía que no es no y que jamás estaríamos juntos.

AMOR A DESTIEMPODonde viven las historias. Descúbrelo ahora