Cap. 2

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Subo al bus y me siento junto a la ventana, miro los edificios pasar, alguien se sienta junto a mí pero lo ignoro hasta que siento como lentamente los dibujos de mis manos son trazados.

Miro el lugar y veo una pequeña mano y sus curiosos deditos. Es un niño que se detiene al ver que lo descubrí pero que continúa al mostrarle una sonrisa. Su curiosidad va más allá de mis manos y sube un poco la manga de la chaqueta para descubrir más dibujos, todos relacionados

-¿Te gustan los pájaros? –su pregunta es baja pero la logro entender

-Sí, me gustan mucho –le contesto bajito para que solo él escuche

Aparta la vista de mi brazo para verme a los ojos, sus hermosos ojos verdes se iluminan y una sonrisa aparece en su boca – ¡A mí también! –Dice con emoción –Son tan lindos –comenta cuando vuelve a mirar las aves en mi piel

-Lo son, gracias –le digo. El chico trata de levantar un poco más las telas pero un brazo lo levanta del asiento.

Una mujer lo lleva del brazo para bajarlo, me mira con desdén y luego al niño. Me despido con una movimiento de mano el cual él imita, acomode la manga y seguí mirando por la ventana.

Al bajar del autobús pequeñas gotas comienzan a caer sobre mi cabeza, hoy sería un gran día. Las gotas comienzan a caer más rápido y lo que era una pequeña llovizna ahora se convirtió en una lluvia. Camino rápidamente hasta mi departamento donde me cambio la ropa que está un poco mojada, coloco algo de música para ambientar y decido prepararme algo de comer.

Miro la despensa y el refrigerador y me digo que tengo que hacer las compras. Preparo un sándwich de pollo y un chocolate caliente, veo una serie policiaca mientras ceno y espero que escampe para salir. El tiempo pasa rápido y al mirar por la ventana veo que ha dejado de llover por lo que lavo los trastos sucios, me calzo el tenis y salgo para el supermercado que está en la otra cuadra.

Arrastrando el carrito tomo lo más importante ya que las compras grandes las realizo los sábados. Al terminar pago y camino de vuelta. En el transcurso me encuentro con varias personas distraídas, pero no me importa hasta que por mi descuido golpee a alguien.

Me volteo para disculparme y veo a un chico entre los treinta con buen aspecto, me disculpo y continúo mi camino. Siento una mirada en mi nuca y el tan común cosquilleo ahí que al entrar al edificio dejo de sentirlo. De mi departamento sale una agradable música y las luces encendidas por lo que el camino se facilitas hasta la cocina.

Luego de ese día comenzó a tener una extraña sensación, el cosquilleo en mi nuca y el aire un poco pesado, pero de seguro eran solo ideas mías. Seguí con mi rutina diaria, nada había cambio a excepción que había llamado a las empresas interesadas en mis diseños y concordamos citas.

La tarde del jueves ya me encontraba algo estresada por lo que decido salir a trotar un rato. El viento en mi cara, los sonidos de la ciudad, el suelo firme bajo mis pies acompañan mi recorrido. Me adentro en un pequeño bosque tiene un parque cerca del edificio donde vivo. La naturaleza es el mejor remedio para olvidar la sensación en mi nuca.

Después de hora y media de trote decido volver, la incomodidad vuelve. Al llegar al departamento enciendo la luz y me estiro, tomo un ducha, preparo la cena y me dedico a leer un rato. Y como siempre las doce decido ir a dormir.

Al otro día me levanto, después de otro recuerdo, me ducho y preparo algo de desayuno. Hoy es una de las primeras citas, el lugar no es tan lejos de la universidad. Al salir comienza la incómoda sensación hasta que subo al autobús. Llego a la universidad y comienzo la mañana con pruebas y presentaciones.

Después del almuerzo voy a una reunión de graduación y luego salgo directa a la cita. Al llegar al lugar miro la hora y veo que falta algún tiempo por lo que opto por tomar algo en la cafetería que está en frente.

Los tacones de mis botas repiquetean en el asfalto cuando cruzo la calle. Un vehículo muy lujoso se encuentra estacionado en esa cuadra y desentono mucho con el lugar ya que de este lado los edificios son algo rústicos, contrariamente al otro lado de la calle donde las edificaciones son llamativas y modernas.

Al entrar a la cafetería una campanilla anuncia mi llegada, el interior es muy lindo, algo hogareño y muy cálido. Hay pocas personas allí. Chicos con libros y café, una pareja de ancianos disfrutando de un postre y una familia.

Una mujer corta de estatura y regordeta se acerca hasta mí. En su caminara se nota el cansancio de los años pero sus ojos desprenden una temple inquebrantable.

-Buenas tardes –me sonríe –toma asiento –dice enseñándome una mesa -¿en qué puedo ayudarte? –saca un bloc de anotaciones

-Hola –miro el menú –un chocolate por favor

-¿Algo de comer? –pregunta alegre

-No sé –miro otra vez el menú -¿Qué me recomienda? –la miro dejando la carta a un lado y entrelazando mis dedos

-Hoy tenemos pie de moras y tronco de caramelo como especialidad, también hay pastel de chocolate, pie de manzana, pañuelos y los otros postres que están en el menú –me mira y la miro –pero te recomiendo el pie de moras –sonríe

-De acuerdo, un trozo de pie de moras –anota y se voltea para ir a dejar el pedido.

Miro por la ventana y mis ojos van sin querer al vehículo lujoso, es extraño porque ya lo había visto.


El Manto Oscuro del AlmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora