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SÍ, decretó el Alfa con esa doble voz suya que abrasaba con el fuego de su autoridad. Esta noche no hay escapatoria posible. Tú, Jacob, vas a ayudarnos en la lucha contra los Cullen. Tú, Quil y Embry se encargaran de Jasper y Emmett. Estás obligado a proteger a la tribu, ésa es la razón de tu existencia, y vas a cumplir con esa obligación.

Me fallaron las patas y se me hundieron las paletillas cuando cayó sobre mí la fuerza de su edicto. Acabé a sus pies, tirado sobre la tripa. Ningún miembro de la manada podía desobedecer al Alfa.

La manada comenzó a avanzar en formación siguiendo las órdenes de Sam mientras yo continuaba en el suelo. Embry y Quil me flanqueaban a la espera de que me recobrara y marcara el ritmo. Sentí la urgencia y la necesidad de ponerme en pie y liderarlos. La compulsión fue en aumento por mucho que intentara reprimirla allí, en el suelo, encogido y con náuseas.

Toda rebeldía es inútil, insistió Embry. Estaba en lo cierto. Yo iba a terminar acatando la voluntad de Sam si él se sentía dispuesto a imponerla, y era obvio que el jefe estaba por la labor. La existencia de la autoridad del Alfa tenía un buen motivo: ni siquiera una manada tan nutrida como la nuestra era una fuerza de relevancia sin un líder. Debíamos movernos y pensar juntos en aras de la eficacia, y eso requería que el cuerpo tuviera una cabeza.

¿Y qué ocurría si Sam se equivocaba ahora? Nadie podía evitarlo. Nadie podía contradecir su decisión.

A menos que...

Tuve una idea que nunca jamás había querido plantearme; pero ahora que tenía las cuatro patas sujetas por esos alambres invisibles, caí con alivio en la existencia de una excepción. No, más que alivio, con verdadero gozo. Nadie salvo yo podía disputar la decisión del Alfa. No me había hecho acreedor de nada, pero poseía ciertos dones y había ciertas cosas que jamás había reclamado. Nunca había querido liderar la manada, y tampoco albergaba ese deseo ahora. No deseaba que la responsabilidad del destino de todo descansara sobre mis hombros, y a Sam eso se le daba muy bien, era mejor de lo que yo lo sería jamás. Pero esa noche estaba equivocado, y yo no había nacido para arrodillarme ante él. Las ataduras de mi cuerpo se aflojaron en el mismo momento en que reclamé mi derecho de nacimiento. Gradualmente crecieron en mí dos sensaciones, una de libertad y otra más extraña, la de un poder vacío, hueco, ya que el poder de un Alfa procede de su manada, y yo no tenía manada. La soledad me abrumó durante unos segundos. Ahora no tenía manada. Pero seguía en pie y recuperé las fuerzas mientras caminaba hacia el lugar donde Sam planeaba el ataque con Paul y Jared. El líder se volvió al escuchar el sonido de mi avance y entrecerró los ojos negros.

No, repetí.

Lo percibió de inmediato en la nota de mis pensamientos, supo de mi elección en cuanto escuchó la voz Alfa de mis pensamientos.

Retrocedió medio paso con un aullido de sorpresa.

¿Qué has hecho, Jacob?

No voy a seguirte en una causa completamente errada, Sam. Clavó en mí los ojos, estupefacto.

¿Antepondrías tus enemigos a tu familia?

No son... Sacudí la cabeza para aclararme las ideas. No son nuestros enemigos y nunca lo han sido. No vi esa realidad hasta que lo pensé lo suficiente, cuando de verdad admití que ya era uno de ellos desde el momento en que conocí a Sarah.

¡Debemos proteger a nuestras familias!

Estoy al tanto de tu decisión, Sam, pero tú no decides por mí, ya no.

Moonlight 3: Vida de sueños. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora