Emma despertó desconcertada en su habitación, no recuerda haber terminado ahí o siquiera haberse levantado del suelo en la sala de estar. Aunque no era la primera vez que le sucedía algo así, Richard la cargaba hasta su habitación cada vez que la situación lo requería.
-Así que si desperté ¿eh? -Pensó tristemente Emma. Apenas intento moverse, su cuerpo le protesto. Le dolía cada musculo y podía saber el lugar de lo moretones aun sin verlos, solo bastaba sentirlos. Aun así, logró a duras penas, levantarse de la cama y pararse frente al espejo.
Mirándose en su reflejo, notó que solo cargaba puesta su camiseta. Deslizó temerosamente sus manos por encima de sus muslos, apenas y rosando su piel. Ahogó un grito al sentir que le hacían falta sus bragas.
Entonces lo supo, esta vez no había sido una pesadilla. Había vuelto a ser real. No pudo evitar echarse a llorar. Sus lágrimas caían rápidamente por sus mejillas, aunque sus sollozos fueron acallados por ella misma.Mordía su muñeca para distraer el dolor, pero esto era mucho mayor de lo que ella misma podía soportar.
Aunque, no era muy distinto a lo que ella tenía que vivir día tras día. Limpió las lágrimas que caían por su rostro y se dispuso a vestirse para ir a la universidad. Tampoco le agradaba mucho aquel lugar, pero por lo menos podía estar lejos de él, podía estar tranquila durante cada momento que estuviera ahí, a sabiendas, de que él ahí no la podía lastimar.Nuevamente tuvo que optar por utilizar un gran suéter, para poder ocultar las marcas en sus brazos. No necesitaba que las personas se preocupasen por ella, lo único que ocasionaban era empeorarlo todo.
Ya había intentado antes, decirle a alguien lo que Richard le hacía. Había intentado pedir ayuda, pero solo se rieron en su cara. La gente en el pueblo admiraba a Richard, todos estaban agradecidos y en deudas con él. Nadie jamás pensaría que ese gran hombre, pudiera hacerle una cosa así a su pequeña sobrina.
Nadie le creyó a Emma, pero más tarde ese mismo día, ella recibió otra golpiza, por haber abierto la boca. Nunca más lo volvió a intentar, no volvió a confiar en nadie. Todos estaban a favor de su tío, todos harían lo que fuera para no llegar a ser un problema para él, incluso lo ayudarían a mantener encerrada a Emma, si eso significaba, no estar en el camino de él.
Las lágrimas siguieron deslizándose por su piel, al pensar en que nadie nunca podrá ayudarla. No podía parar de llorar y de sentirse tan indefensa, tan débil. ¿Qué caso tenia seguir luchando? Podría simplemente dejar de huir y aceptar que nunca habría vida mejor para ella, que está.
Tampoco ese era un pensamiento que ella quisiera tener en la mente, no quisiera rendirse tan fácil y darle el gusto a él de haber ganado. Pero a veces, parecía tan buena idea dejar de pelear, dejar de tener que huir cada vez que veía la oportunidad.
Llorar no ayudaba, pero creía que podría tener una vida mejor si tan solo dejara de pelear por su libertad, tal vez así él dejaría de golpearla, o lo haría menos. Tal vez, era mejor dejar que él la tuviera, sin luchar, y luego llorar a solas, por no haber sido más fuerte.No iba a parar de llorar nunca, de eso estaba segura.
Día a día estaba tan asustada, tan inquieta y depresiva. Lo único que quería era que el tormento pasara, que él ya no tuviera poder sobre ella. Pero todo eso parecía tan lejos ahora.
Volviendo a limpiar sus lágrimas, Emma salió por la puerta de aquella casa del horror, y se dirigió directo a la universidad. No esperó al sujeto que siempre la buscaba. No era necesario, no iba a huir. No esta vez.
Estaba lo suficientemente adolorida como para pensar, con claridad, en un plan para volver a fugarse, tampoco estaba de buen humor. Normalmente nunca lo estaba, siempre había existido esa preocupación que no la dejaba pasar un buen momento, y tal vez, sonreír.Caminar hacia la universidad tampoco era divertido, estaba muy lejos y hacía algo de calor. Llegaría tarde a sus primeras clases, pero no le importaba. Solo quería un momento para pensar, pensar en todo.
En lo mucho que le hubiera gustado despedirse de sus padres, o haberse ido con ellos incluso. Ya no tenía amigos, término apartándose de todos completamente, y la pequeña niña que supuestamente le había salvado su vida, ahora solo estaba siendo alabada por toda la asociación de padres y estudiantes. No lo entendía, ella solo la había invitado a dormir en su casa a los diez años, porque creía que así Emma le daría un regalo costoso de cumpleaños. No fue ella quien tuvo que perder a sus padres y estuvo viviendo una vida de miseria desde entonces, fue Emma.
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Hasta Encontrarte.©
ActionA donde sea que vayas, él te encontrará. Huir ya no es una opción.