-Vamos, respira. Todo está bien. -Era así, como Emma sollozando, se consolaba en vano.
Su madre siempre le decía que la tristeza era temporal, que siempre llegaba el momento en el que nos cansábamos de tanto llorar y era ahí cuando empezábamos a superar las cosas.

También le decía que una de las mayores tristezas era el de perder a quien de verdad amas, claro está, que a los diez años su mayor dolor era el helado que nunca le compraron.

Luego de madurar, entendió cada consejo que su madre le brindaba para llegar a ser mejor persona. Le decía que tenía que aprender, pues ella no duraría para siempre, sin embargo, nunca le dijo que duraría tan poco.

Su padre en sus momentos de ternura, decía que cuando se sintiera mal, mirara al cielo, eligiera una estrella y cada vez que ella parpadeara, enumerara cada una de las cosas buenas que le hayan pasado.
Así que se dirigió a la ventana que se encontraba ahí, miró al cielo y eligió la estrella más brillante.

La estrella parpadeó repetidas veces, pero a ella no se le ocurría nada.

Volvió a la cama que había aguantado demasiado de ella, los últimos ocho años. Se propuso dormir, descansar de tantas lágrimas. Cerró sus ojos y de nuevo, se puse a recordar.
Esta vez no eran papá ni mamá, está vez era él.

Un monstruo convertido en hombre, empeñado en desgraciar vidas cada día, consiguiendo lo que quería de una niña de tan sólo dieciséis años. En el recuerdo se vio a si misma, temblando y buscando una escapatoria, ocultándose en cada rincón de la casa. Vio las manos fuertes de él sujetando su cuello con fiereza, su diestra estampando contra la mejilla de Emma para silenciarla, vio sus ojos mirándola con diversión mientras invadía su cuerpo sin clemencia. La última memoria que tuvo de ese día, es de sí misma vuelta un ovillo contra la esquina de su habitación, mientras su tío de un portazo salía de la casa por un par de cervezas más.

-¡Ya! Silencio, por favor silencio. - Gritaba a sus atormentados pensamientos.

Estaba desesperada, estaba cansada de tantos malos momentos. Estaba agotada de siempre tener que lidiar con todo sola, de no tener a nadie a su lado en sus momentos de tortura.
La puerta de la entrada sonó, y ella volvió a correr. Aun sabiendo que no había escapatoria.

•. •. •
No importó lo que ella hubiera hecho, igual todo fue en vano. Todo terminaba siendo igual que siempre y a nadie le importaba como se sintiera ella al respecto. De igual forma, nadie sabía.
Hace ocho años que vivía una vida de infierno, sus padres habían sido asesinados brutalmente mientras dormían. Muchas personas creyeron que Emma había tenido suerte al haberse quedado a dormir en casa de una amiga. Pero nada en su vida era cosa de suerte.

Era hija única y el único familiar cercano era su tío paterno, Richard. Las autoridades nunca encontraron a los culpables de la muerte de sus padres, ni a otro familiar cercano quien cuidase de Emma por lo que se le otorgo la custodia completa al único que parecía tener relación con ella. Vivian en la misma casa en la cuál Emma paso los primeros diez años de su vida.

Para cualquiera que no viviera ahí, la vida de Emma parecería normal y sin problemas. Pero no era así, Emma vivía con miedo cada día. Era atormentada no solo por las interminables violaciones por parte de su único pariente cercano, sino también por las pesadillas que estas causaban.

No había nadie quien la protegiera, quien la ayudara, ni siquiera había alguien ahí con quien hablar. Estaba sola día y noche con aquel repugnante ser.
Richard se había hecho cargo de toda la herencia de Emma. Se quedó con la casa, con el dinero, los autos y se hacía cargo de los negocios de su padre, de los cuales Emma no tenía ni idea. Despidió a los empleados, a todos, y poco a poco la casa y la vida de Emma fueron perdiendo color y vida.

A Emma se le privaron muchas cosas y se le demandaba otras.
Debido a servicios infantiles, nunca se le pudo privar su educación. Emma podía asistir a clases como cualquier joven normal. Ella siempre intentó aprovechar esa oportunidad y huía cada vez que encontraba el momento adecuado, pero él era un hombre importante, un hombre reconocido, admirado y -creía ella- también temido. Tenía muchas influencias y siempre lograban encontrarla. Sus planes de escape nunca funcionaban, y el tormento nunca terminaba.

-¿Emma?-La llamó alguien, pero Emma lo ignoraba. No quería tener que hablar con alguien, no quería que alguien se le acercase -¿Emma estás bien? -Ella asintió sin siquiera voltear a ver a quien fuese que le estuviera hablando, y siguió viendo por la ventana, pensando en las probabilidades de éxito que tendría su próximo escape. Su profesor de química siguió dando su clase sin preocuparse de lo que estuviera pasando por la mente de la joven Emma.
Poco después la clase termino, ella tomo sus cosas y estaba a punto de dirigirse a su próxima clase, cuando su profesor nuevamente la llamo.

-¿Podrías venir un segundo por favor? -le preguntó. Emma debatía consigo misma entre si quedarse o no. Odiaba estar en cualquier lugar a solas con un sujeto, sabía que el profesor no le haría daño, pero no podía parar de tener miedo.
-Seguro.-Sin embargo, ella sabía que nada ganaba con huir de sus miedos. Y que, la única persona que de verdad le debía temer, estaba en casa esperándola.
-Hoy no has prestado atención a mí clase.-le contestó el profesor sentándose en su escritorio mientras juntaba sus manos frente a él.
-Sí, lo siento. Es que he estado muy distraída últimamente.
-¿Pasa algo en casa que la preocupe?
-No.-mintió
--Entonces no entiendo porque este comportamiento
-¿Eso es todo o me mantendrá aquí de rehén? Porque me está haciendo llegar tarde a mi siguiente clase.

El profesor suspiró profundamente antes de negar con la cabeza de manera reprobatoria.

-Eso es todo Emma, no te retengo más.
-Gracias. -respondió de mala forma Emma
-Por favor que no se repita.
-¡Seguro! -Le grito ella mientras se alejaba. Ahora iba tarde, y ciertamente no tenía ganas de recibir otro sermón por haberse tardado. Era su última clase, y no era muy importante para ella el tener que entrar. No quería ir a su casa tan pronto sin embargo, por lo que, en cambio de alguna de las dos opciones, se dirigió hacia uno de los árboles del campus. Se sentó debajo de él y se puso a leer a esperar que pasara el tiempo y tuviera que regresar.

No había pasado ni una semana desde la última vez que intento escapar, aun los moratones por haberlo hecho no habían desaparecido por completo y aun no se sentía lista físicamente para recibir una paliza en caso de que fallara.

Su mejor opción en ese momento fue quedarse mientras tanto bajo aquel árbol y luego volver a casa a tener que soportar todo otra vez.

Para cuando decidió volver, era el momento justo, pues ya habían llegado por ella. Un sujeto extraño que siempre la buscaba a la universidad en uno de los autos de la casa, ella jamás le había hablado a aquel sujeto y él nunca tuvo necesidad de hablarle a ella.

Fueron hasta el auto sin decir palabra alguna, como de costumbre. Ella iba delante y él la seguía de cerca, siempre cuidando en caso de que ella decidiera correr. Pero Emma no hizo eso, simplemente se subió a aquel auto y se dejó llevar hasta su propio infierno.
El camino a casa fue largo y triste, Emma no podía dejar de mirar por la ventana, imaginándose una mejor vida. Veía a las personas al pasar, todas riéndose y siendo feliz, viviendo sus vidas de la manera en la que querían. Al pasar, y al mirar a tantas personas siendo ellas mismas, y siendo feliz por ello, que a Emma se le paso por el pensamiento abrir la puerta y lanzarse de aquel vehículo del infierno.

Pero eso no iba a ser posible, Emma lo sabía. Las puertas eran a prueba de bebés y no podían ser abiertas desde adentro. Emma ya había intentado escapar de esa forma, muchas veces, y para evitar que siguiera pasando decidieron arreglar las puertas.

La tenían encerrada a cualquier lugar a donde fuera, como si ella fuese una prisionera o un rehén.
El camino fue largo y tedioso. Vivían en un viñedo que le quedó de herencia a Emma, lejos de la ciudad, lejos de cualquier persona que pudiera escuchar los gritos y llantos de ella. Lejos, de cualquier posibilidad para ella, de ser ayudada.

Hasta Encontrarte.©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora