- ¿Hola? - Dije contestando sin mirar.
- Hola, hija. ¿Estás en el trabajo?
- No, papá. Acabo de salir, voy a coger el tren ahora y después me voy a comer con los bailarines y más gente.
- Ah bueno, pues entonces come bien y descansa luego. Yo solo quería saber cómo estabas y avisarte que vuelvo dentro de una semana.
- Ah vale, papi, ¿donde estás ahora?
- Estoy en Londres, acabo de llegar al aeropuerto.
- ¿ESTÁS EN LONDRES? Dios, que suerte, Papá la próxima vez me llevas contigo.
- Bueno, te compraré algo. ¿Has estado durmiendo bien? No quiero fiestas eh.
- Que sí. Te dejo que estoy apunto de bajar al metro.
- No vayas en metro, coge un taxi.
- Papá, voy en metro. No te preocupes. Adiós
- Coge un taxi. Adiós, cielo.
Bajé las escaleras del metro mientras desenrrollaba los auriculares y seleccionaba una canción al azar. Compré el ticket y en menos de 15 minutos ya estaba sentada y calculando las paradas que quedaban hasta llegar a casa.
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En el momento que salía de la ducha me sonó el movil. Miré la pantalla táctil mientras veía el nombre de "Yudit" en ella. Deslizé el dedo por la pantalla del teléfono mientras hacía malabares para no caerme y partirme la cabeza.
- ¿Hola? - dije timidamente.
- Hola Sara. Mira es que mi coche me acaba de dejar tirado y lo he llevado a reparar. ¿Tú podrías pasar por mi casa luego para ir al restaurante?
- Claro, no hay ningún problema. Pásame la dirección por whatts app y yo te llamo cuando vaya a salir, ¿vale?
- Vale, muchísimas gracias cielo. Ahora nos vemos.
- Hasta luego.
Después de colgar, estuve un rato decidiéndome entre todo tipo de pantalones, blusas y hasta miré algún vestido. Al final me decanté por una blusa blanca básica que era un poco transparente, unos leggings negros con cremalleras a los lados de mis caderas y unos botines negros de tacón. Para mí, eso era ir elegante así que, después de un vistazo en el espejo, me maquillé lo justo, deteniéndome más en los labios, los cuales pinté de rojo.
Después cogi la chaqueta de cuero que había dejado en la cama, busqué las llaves del coche de mi padre y suspiré. Odiaba coger ese maldito coche, era demasiado grande para mí y siempre pensaba que iba a acabar teniendo un accidente, además ¿para qué demonios se necesitaba un coche tan grande?. Resignada, encontré las llaves en el cuarto de mi padre, le mande un whatts app a Judit y salí de mi casa.
