primera parte

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Thomas se recostó contra la dura estructura del calabozo, había roto las reglas del Área y Alby se había puesto como loco. Decidieron dejarlo un día en el calabozo, sin agua ni comida.

Ya habían pasado unas seis horas desde que había visto o escuchado a alguien por última vez y eso le ponía nervioso. A demás, tenía hambre. No había probado bocado desde el desayuno. Se dejó caer al suelo deslizando la espalda y colocó sus brazos sobre sus rodillas.

Cuando los acontecimientos del día comenzaron a hacer efecto en su cuerpo se sintió profundamente cansado.

Justo cuando cerró los ojos y se disponía a dormir miserablemente en aquel lugar, escuchó un ruido que lo hizo incorporarse de un salto.

Agudizó el oído para ver si lograba captar algo más. Había sonado como una rama quebrándose. Pasaron unos pocos segundos antes de que se produjera otro sonido, pasos acercándose desde algún lugar de afuera. La oscuridad era densa y la lámpara de gas que habían colocado en la puerta de la jaula no lograba alumbrar más allá de unos pocos metros. Al fin, Thomas vio una figura cercarse a través de los barrotes. Cuando se hubo acercado más, reconoció a Minho, sus ojos reflejando el débil bailoteo de la llama en la lámpara de gas. Caminaba tranquilo y descansado, como si no hubiera pasado todo el día ese aterrador y confuso laberinto que aguardaba detrás de las enormes paredes del claro.

Minho se acercó a la puerta y le dedico una sonrisa a Thomas. Tenía una expresión peculiar en su rostro, una expresión que Thomas no podía identificar.

-hey shank, te ves peor que plopus de penitente- indicó a modo de saludo. Thomas ya estaba lo suficientemente familiarizado con el lenguaje que usaban en el área, así que lo entendió perfectamente. Debía tener un aspecto terrible. -digamos que esta luz no me favorece-dijo con sarcasmo.

Pero Minho seguía sonriendo de una forma extraña y Thomas comenzó a sentirse un tanto nervioso, ¿tenía malas noticias? ¿Estaba tratando de suavizarlas con una sonrisa o estaba feliz de comunicarle que tal vez se quedaría encerrado cinco días más?

Minho soltó una carcajada, su mirada barrió a Thomas de pies a cabeza y este se sintió repentinamente incomodo, la mirada de Minho lo estaba poniendo nervioso.

Thomas dio unos pasos hacia la puerta, podía verlo a través de los barrotes de madera, iluminado por la luz amarillenta de la lámpara, solo llevaba unos pantalones arrugados, que en la oscuridad parecían ser negros. No llevaba camisa ni zapatos. Metió la mano entre los barrotes y le ofreció algo a Thomas, era un pedazo del pan duro que preparaba Sartén,

Thomas no podía recordar cual había sido su última comida buena pero atacó al pan como si fuera un manjar. Se terminó el fibroso pan demasiado rápido y no se sentía ni de broma satisfecha además le dejó un sabor extraño en la boca y la saliva más espesa y difícil de tragar.

Minho le dedico una mirada divertida, de nuevo sus ojos recorrieron a Thomas. De su bolsillo sacó una botella de agua y, sin decir nada se lo llevó a la boca. Thomas lo observó levantar la barbilla y estirar el cuello para beberse el agua que tanto necesitaba ahora. Miró el movimiento de su tráquea al tragar, su boca succionando... a la luz danzante de la lámpara de gas, el momento parecía casi demasiado íntimo.

Estaban solos, Minho sin camisa con las gotas de agua capturando el brillo del fuego cuando se escurrían de las comisuras de su boca y trazaban su camino sobre su pecho y estomago hasta mojar la cinturilla de sus pantalones.

Thomas se sentía tan sediento que por un instante, se imaginó lamiendo esas gotas en el cuerpo de Minho.

Cuando Minho se había gastado casi media botella, dejó de beber y miró a Thomas-oh, perdón-susurró, ¿tienes sed?-

Thomas Y Los LarchosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora