VII. Mátame.

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Las uñas de la dulce y delgada jovencita dejaban de ejercer fuerza en la espalda de Budo. El Karateka le soltaba dulcemente las caderas y dejaba a Ayano en la cama. Como agradecimiento, Ayano le depositó un beso en los labios al muchacho de cabellos negros. Se besaron sin pasión, estaban cansados. Se miraron las pieles. Sudor, tenían frío y simplemente decidieron cubrirse con las mantas de la cama matrimonial. Silencio.

Ya llevaban semanas que por las mañanas en la escuela se ignoraban, y en las tardes y las noches vivían juntos. Por las madrugadas, sobretodo, se entregaban entre sí. Al final de las cuentas, Ayano no sólo había accedido a darle su virgnidad, sino que a cada uno de sus deseos estando ahí en su cama.

Esa noche era algo diferetente. Ayano lo abrazaba, pero no pronunciaron palabras. Nada. Sólo se acariciaban las pieles con delicadeza hasta que finalmente, el varón, fue quién decidió romper el silencio.

—.... ¿Desde hace cuanto te gusta Taro...?— Pronunció con la voz temblorosa. Budo Masuta le agarró de los brazos, como si con eso quisiera retenerla.

—.... Desde hace unos cuantos meses, cuando inició el año escolar— Contestó Ayano sin expresión alguna en el rostro, como siempre.

—¿Qué tiene él que no tenga yo, Ayano?... Quiero que seas mi todo. Soy fuerte, soy un líder, e incluso a ti te puedo confirmar que vengo de una familia de linaje fino...—

—No es eso, Budo. — Ayano se sintió incómoda. Se sentaba en la cama, sin importar que le viera el pecho desnudo, igual ya lo había hecho más de una vez.

—¿Entonces?

—Él... es el chico de mi sueños. Callado, con pasos delicados, hasta el caminar levanta algo en mi—

—¿Algo que yo no puedo...?—

—Budo... basta...—

Silencio, nuevamente.

—Estuve contando los días para decirte adiós, Ayano...— Budo se sentó en la cama, pero no se levantó, sólo le dio la espalda. Igualmente estaba desnudo, pero ya no se tenían pudor, no lo necesitaban.

Yandere lo abrazó por la espalda. Comenzó a besarle los hombros, luego los homóplatos, la nuca. Volvió a su espalda y se la besó con necesidad, como si con eso intentara pedirle algún tipo de disculpa.

Comenzó a besarle el cuello.

Uno a uno de los folículos capilares de la nuca de Budo Masuta se levantaban de manera armoniosa. En jararquía de importancia, de arriba hacia abajo. Porque los labios de Ayano Aishi bajaban como en escalones, intentando sujetarse a la piel salada de la espalda del karateka.Fue en ese eco silencioso pues, donde el varón tomó aire, y pronunció las tres sílabas. La primera de ellas iniciaba con la presión de sus propios labios, intentando sujetarse a los recuerdos los besos de esa mujer. La segunda, un golpe en la lengua. Y nuevamente pronunciaba en unión de su boca su aferración al sabor que tenían las lúcidas imágenes reales y algunas imaginarias.


—Má...ta...me...—

—¿Qué?...—

—Mátame, Ayano Aishi.— Se giró con ella, con los ojos llorosos y los labios rojos. —¡Sé que tu eres la asesina de Akademi Highschool! ¡Sé que matas a toda mujer que alguna vez se atreva a poner los ojos en Taro! ¡Y no aguantaré la presión de tener que ser un juguete para ti! ¡Yo te amo, Ayano, yo te amo!—

Ayano, por primera vez en su vida, se sintió triste. Se alejó de él y se levantó de la cama. Se fue del cuarto, dejando a Budo solo, llorando en la cama.

Cuando Ayano volvió, se escuchó la larga espada katana desvainar.

—Como quieras.—

Mátame {Ayano x Budo}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora