Él la amaba a ella. No a la muñeca sino a ella, una falsa perfección, una chica igual al resto, sin carácter propio, personalidad moldeada por la sociedad, siguiendo lo corriente de los demás. Nada de especial.
Y la muñeca lo amaba esperando que él la notará, que se cansará de la chica falsa y viera lo frágil que era la porcelana y que el con su indiferencia la dañaba, pero suerte tuvo porque el corazón también se cansa y cuando la muñeca lo olvido, él la noto porque la falsa perfección se desmoronó y se enamoró de una canción sin letra, de la muñeca y su delicada porcelana pálida, frágil y pequeña muñeca rota que ya no lo amaba.
(No se me ocurrió una palabra por la ñ).