Capítulo 7

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P.o.v. Bruno (hijo de Tris y Tobias, Divergente)

Los días iban pasando hasta convertirse en semanas, las semanas en meses, hasta que entre Tessa y Shail montaron una fiesta para celebrar nuestros seis meses allí.

Mary cocinó un pastel con ayuda de sus hermanos, y lo servimos en platos de plástico de colores, cómo en una fiesta de cumpleaños.

También compraron bebidas de todos los sabores posibles. Quizá esto fue mala idea, porque los más pequeños se pasaron la fiesta haciendo potingues en los que mezclaban coca-cola, zumo de limón y papas y lo ofrecían a los demás, mientras otros gravaban la reacción al probarlo.

Entonces, por la tarde, nos reunieron a todos en la terraza.

— Han pasado seis meses. — comenzó Tessa Gray, diciendo lo evidente. — Seguimos tratando de encontrar a vuestros padres y al encapuchado, pero también seguimos sin tener pistas. Por lo cual, hemos llegado a la conclusión de que ya ha pasado una parte del peligro y que podéis volver a casa.

Todos empezamos a murmurar. ¿Volver a casa... pero sin nuestros padres?

Mi hermana melliza, Shelly, y yo nos miramos a los ojos.

Tessa intentó seguir hablando, sin éxito.

— ¡Callaos ya! — ordenó Will Herondale, haciendo que de repente todos dejaran de hablar. Le guiñó un ojo a Tessa con cariño, y ella sonrió.

— Bien. — continuó. — Sabemos que será difícil para vosotros retomar vuestras vidas si no están vuestros padres con vosotros; así que lo dejamos a vuestra elección.

Hizo una pausa, junto con un gesto a Shail para que siguiera hablando él.

— Podéis volver a casa, volver a vuestra vida. Nadie os lo reprochará, pero tendréis siempre las puertas abiertas de este edificio por si queréis volver. — dijo el hombre. — O podéis quedaros aquí y luchar. Luchar por vuestros padres, para volver a estar con ellos. Como ha dicho Tessa, lo dejamos a vuestra elección.

— Mañana por la mañana se irán los que deseen marcharse. Tenéis este tiempo para decidiros... y para despediros. — continuó Tessa, sonriendo con tristeza. — Esperamos que las amistades que hayáis hecho aquí no las olvidéis nunca.

Shelly me cogió del brazo.

— Nos quedamos. — dijo. — Un lugar sin normas, con televisiones de plasma y todos los pasteles de chocolate que puedas desear. No pienso marcharme de aquí ni aunque me echen.

Chocamos el puño, entre risas. Erik nos vio y se acercó, con Eva pisándole los talones.

— Por favor, dime que os quedáis. — dijo. — Me caéis realmente bien, cinco y siete.

— ¡Claro que nos quedamos! — respondí. — ¿Y vosotros?

Eva asintió con la cabeza, con una media sonrisa.

* * *

P.o.v. Tyler (hijo de Thomas y Teresa, el corredor del laberinto)

He estado dándole vueltas en la cabeza al anuncio, no he dormido en toda la noche.

Soy un cobarde.

Lo sé.

Yo no sirvo para luchar.

Yo no soy cómo esos chicos medio humanos con poderes extraordinarios o que se han estado entrenando toda su vida.

Yo tuve una infancia normal.

Bueno, al menos, medio normal.

¿Y si me quedara a luchar?

¿Y si me quedara a luchar y saliese herido? ¿Y si moría?

O peor, ¿y si por mi decisión de quedarnos moría Tania, mi hermana?

Nunca podría perdonarme si le pasara algo por mi culpa.

Sé que soy un cobarde.

Pero ya tengo clara mi decisión.

A la mañana siguiente del anuncio, llevé a Tania fuera del resto de gente y me agaché para estar a su altura.

— Nos vamos, peque. — le dije. Ella abrió mucho los ojos.

— ¡No podemos irnos! — exclamó. — ¡No podemos dejar a papá y a mamá solos...! ¡No podemos abandonarles!

— Tania, escúchame. Somos gente normal. Nunca podremos hacer lo que el resto de gente aquí puede hacer. Sólo somos... un estorbo para ellos... Podemos volver a casa; yo cuidaré de ti, te lo prometo.

Mi hermana se limpió las lágrimas con la manga de la camiseta y se aclaró la garganta antes de hablar.

— Está bien. Deja... que me despida de todos, antes de irnos...

Yo asentí con la cabeza y fui a hacer lo mismo.

Al final de la mañana, vimos como aparecieron en la puerta varios coches negros idénticos a los que nos trajeron aquí para llevarnos de vuelta a casa.

En la despedida hubieron varias lagrimas, pero sobretodo promesas de volvernos a ver e intercambios de números de teléfonos.

Finalmente, Tania y yo fuimos hasta la puerta y entramos en un coche junto con Sophie, Susan y Charlie. Viviríamos junto con Charlie y sus padres.

Al parecer, Reneesme se iba también para quedarse con sus tíos y sus abuelos y los hermanos Mellark, Mary, Clark, Lawrent y David volvían a su distrito.

— Volveremos a encontrarnos con los demás, ¿verdad? — dijo mi hermana con un hilo de voz cuando el coche arrancó.

— Eso espero, Tania. — le respondí. — Eso espero.

No tenía ninguna duda; lo decía enserio.

Nosotros somos los héroesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora