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Me quedé de piedra cuando escuche su nombre; un cumulo de sensaciones abrumadoras se apoderaron de mi ser haciéndome imposible tener reacción alguna.

Fui consiente que los dos hombres hablaban pero sus voces eran lejanas, no les preste atención solo pensando en los momentos que pase con Jarek hace ya tanto tiempo que creí haber enterrado en mi memoria pero ahora volvían para atormentarme como fantasmas.

- Alissa –no obedecí a mi nombre.

Aquella vez que se me acerco y me decía lo hermosa que le parecía en medio de toda la muchedumbre de personas aglomeradas en el mercado y que solo yo resaltaba con mi belleza. Esas palabras me desasían por dentro formándome la errónea idea que él era el hombre ideal para mí. La confianza que tuve al entregarme en cuerpo y alma pensando que me amaba de la misma manera. Y mi decisión de no volver a amar a nadie por su causa fue por su culpa que cerré mi corazón a sentir amor por nadie para que no me lo rompieran otra vez. Mi mente era un revoltijo de recuerdos todos luchando por ocupar mis pensamientos y martillándome poco a poco en una tortura espantosa.

- Alissa.

Gabriel me llamaba, pero era ajena a su voz.

- Alissa –su aroma me golpeo los sentidos y volví al presente estaba arrodillado frente a mí con sus manos en mis dos brazos llamándome con su aliento llegando directo a mi cara.

- Lo siento... Me despiste un momento.

- ¿Lo conoces?

Antón se había puesto hacia el otro extremo del pequeño recinto mirándome asustado.

- Si. Él me convirtió.

- Entonces sabes de lo que es capaz. Por favor –se acercó a mi poniendo una mano en mi hombro y Gabriel se levantó alejándose- no le digas que yo les conté. Ya le dije a tu amigo que vive en las afueras de Italia por favor no le digan que fui yo.

- No te preocupes –ya me había recompuesto- no te meteremos en esto.

- Vámonos.

Gabriel se dirigió hacia la puerta y yo hice lo mismo detrás de él.

Antón me tomo por sorpresa moviéndose a su velocidad y dándome la vuelta en una abrir y cerrar de ojos.

- Que rayos...-dije cuando me tenía entre sus manos me había pillado con la guardia baja.

- Te matará.

Me miro directo a los ojos; sus pupilas estaban dilatadas por la sed y sus venas resaltantes le hacían tener un aspecto monstruoso. Gabriel tuvo unos segundos para reaccionar y saco de su saco una especie de pistola que apuntó hacia su cabeza; su gesto era de enfado total e ira hacia el vampiro que me tenía prisionera.

- Gabriel déjalo –le dije porque sabía que la reacción de Antón era ante el miedo por su supervivencia.

- Suéltala –la voz de Van Helsing regresó.

- Ustedes harán que me maten.

El agarre de Antón se volvió más fuerte e intente zafarme, pero él sabía cómo inmovilizarme; no podía escapar de la presa de sus brazos y sentía que estaba ejerciendo más fuerza como si quisiera ahorcarme. Quise utilizar mi rodilla para golpearlo, pero el coloco sus piernas de una manera que me aprisiono aún más.

- Jarek los obligara a hablar y me matara.

- Nadie te matara Antón –intente tranquilizarlo pero era inútil estaba muy nervioso y me apretaba más haciendo que empezara a dejar de respirar.

Sed de ti - #PremiosYouMakeUpDonde viven las historias. Descúbrelo ahora