Una beca para estudiar en otro país es una de las mejores cosas que le puede pasar a una estudiante de 20 años. A falta de un año para finalizar mi carrera estaba viajando a Italia para estudiar allí aquel año.
Apenas me senté en el avión, cogí un libro de italiano y un diccionario y comencé a leer, cogí mis auriculares y empecé a reproducir una grabación en la que se oía a un nativo leyendo el libro. Mi nivel de italiano no era muy alto y lo hablaba a un nivel básico.
Las horas de avión se resumieron en 7 capítulos del libro, entre las lecciones se encontraban las presentaciones, preguntas necesarias y esas cosas.
A la salida del aeropuerto de Turín me esperaba un profesor de la universidad, que se encargó de enseñarme donde estaba el apartamento que habían buscado para mí. El hombre hablaba perfectamente el castellano y eso me calmó un poco. Tras media hora en taxi llegamos a mi apartamento. Lo compartiría con otra chica, Giulia. Estaba nerviosa por conocerla pero no estaba en la casa. El profesor, que se llamaba Carlo, me informó sobre mi horario. Me dio algunos mapas: el del metro, el de la ciudad..y los horarios de los autobuses y los taxis. Carlo apenas tenía acento italiano, lo que me hizo reflexionar sobre su origen. Un hombre de unos 50 años, pelo canoso y algunas arrugas. Estaba abandonando la casa cuando se giró para decirme algo.
-Signorina, debería apuntarse a clases de italiano- asentí con la cabeza-y benvenuta à Torino.
Asentí y le di las gracias. Entré a la habitación vacía, era perfecta para mí. Coloqué mi ropa en una barra cerca del cabecero de la cama y mis cosas en los cajones y en un armario.
Me gustaba aquella habitación.Contaba además con una mesita de escritorio para estudiar y un ordenador por si fallaba mi portátil.
Decidí salir a dar una vuelta por la zona cercana al apartamento. Había un supermercado a una calles, un parque con pistas de baloncesto un poco más lejos. A unos diez minutos se encontraba la universidad. Y un poco más adelante estaba Piazza Castello. Me detuve a observar aquella construcción. Era majestuosa.Miré mi reloj, eran las cinco de la tarde y decidí acercarme a una cafetería para tomar un café. En la puerta del establecimiento había varios anuncios. Hubo uno que me llamó la atención: Clases de italiano. Apunté el número y me senté tras pedir un café. Observé mi alrededor, parecía un sitio tranquilo. Volví por las mismas calles a mi apartamento. Me senté en el sofá, era inútil poner la televisión ya que no iba a entender nada. Decidí llamar al número de las clases de italiano y en inglés conseguí comunicarle a una chica que quería apuntarme. No había acabado de hablar cuando escuché la puerta del apartamento y a mi compañera hablando por teléfono. Mi sorpresa fue a más cuando escuché que su conversación era la misma que la mía. Ambas nos miramos sorprendidas, hasta que ella sonrió.
-Hola, bienvenida a tu nueva casa-dijo en un español italianizado-Soy Giulia, tu compañera y supongo que tu profesora de italiano.
-Encantada. Soy Ro.
Estrechamos nuestras manos y ella fue a dejar su mochila a su habitación.
Estaba contestando unos mensajes cuando Giulia apareció y se sentó junto a mí en el sofá.
-¿Por qué no pones la televisión? -Porque casi no la entiendo-reí y ella me acompañó con una sonora carcajada.
-¿Cuando quieres empezar las clases?
-No sé-me levanté a coger el horario de la universidad para enseñarselo y concluir una buena hora.
-Mmm..-dijo estudiando el trozo de papel que le acababa de dar- ¿Te importaría dar clase con otro alumno? Las clases serían en inglés.
-No, o sea, cuando quieras.
Giulia sacó un bolígrafo y comenzó a apuntar horas en mi horario.
-Tendrías que desplazarte algunos días, pero yo te puedo llevar.
-Vale, gracias.
Empezamos a hablar sobre nuestra vida, aficiones, sueños...
Giulia parecía ser la amiga perfecta para mí. Había nacido en Verona, pero pronto se había mudado a Torino con sus padres. -Me encantaría ir a Verona- dije suspirando.
-Pues vamos cuando quieras, mi nona vive allí.
-¿Tu nona?
-Mi abuela-dijo sonriendo. -Suelo pasar parte del verano allí.
-¿No eres muy joven para ser profesora?
-Tengo 25 años, pero quiero sacarme otra titulación. Además mis clientes no son muchos.
Sonreí, parecía que íbamos a encajar perfectamente. Así transcurrió mi primer día en Italia.Apenas recordaba que al día siguiente tenía clases de italiano a las 10. Escuché la puerta del apartamento cerrarse. Pensé que Giulia había salido cuando escuché la voz de un hombre que saludó en italiano y comenzó a hablar en inglés. Giulia pareció excusarse con él y sus pasos venían directos a mi habitación.
-Ro, tenemos clase.-abrió la puerta y me subió la persiana.
-Pareces mi madre-dije con la cara contra la almohada.
-Tu compañero está aquí. Desayuna y vamos a las clases.
Salió de la habitación riendo. ¿Cómo podía tener tanta energía a esas horas?. Rodé por la cama y conseguí ponerme en pie. Caminé hasta el baño, me adecenté el pelo, tampoco mucho. Cogí un cuaderno y unos bolígrafos. En la cocina me preparé una taza de café y salí en pijama hasta el salón, donde Giulia ya me esperaba junto con su otro alumno.El chico se rascaba el cuello mientras hablaba con Giulia. Entonces noté los ojos de ambos sobre mí.
-Buongiorno- fue lo único que alcance a decir.
Me senté en la mesa, en frente del chico. Giulia comenzó a hablar en inglés. Nos explicó cómo iban a ser las clases y nos presentó. Marko era el nombre de ese chico. En un principio pensé que era con C pero en su cuaderno lo ponía con K. Parecía un buen estudiante, responsable y tímido.
La clase se me pasó rápidamente, había sido una clase relajada. Observé como el chico y Giulia se despedían y me parecieron muy monos. Entonces recorde que tenía que ir a la universidad.
Rápidamente me vestí y antes de que Marko saliera por la puerta ya estaba arreglada .-¡Giulia, me voy!- dije dando voces y cogiendo la mochila.
No escuche cerrarse la puerta tras de mí ya que Marko la sujetó.
-Perdón- dije rápidamente. Él hizo un gesto de no pasa nada y salí corriendo escaleras abajo. No quería llegar tarde mi primer día.
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37 Settimane
Random37 semanas, un curso universitario. ¿Acaso 37 semanas pueden cambiarlo todo?