Aceptación

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No podía asimilarlo, no podía creerlo, me era impensable, detestable y repulsivo, yo Evan Burn, enamorado y sobre todo de una chica que conocía hace menos de un día, con la que solo intercambié unas palabras y unos ratos, simplemente era inimaginable. Pero mientras yo me carcomía la cabeza con todo aquello, escuché un sonido que pocas veces oía, el sonido de una notificación de Whatsapp, únicamente pasaba cuando mi tía me mandaba un mensaje cada mes, por lo cual me extrañé bastante, aún no era el día, y esta vez el sonido apareció varias veces, así que tomé el celular y lo revisé.

-Hola, Evan 😊
-¿Cómo estás?
-Lo siento si no te hablé en toda la tarde, recién llego a casa

Nisiquiera había notado cuan tarde era ya, pero más impactante aún fue ver que esos mensajes eran de Amalia, nunca nadie hacía eso a menos que fuesen spam o cadenas tontas, y ahora no solo eran mensajes reales de una persona distinta a mi tía, sino que eran mensajes para iniciar una conversación, y sobre todo, se disculpaba conmigo, como si hubiese hecho algo malo, sin embargo, no tuve el valor de responderle, no sabía qué contestar y simplemente apagué el celular.
Por algún motivo que aún no comprendía del todo, estaba nervioso, sudaba, me sentía frío de nuevo, justo como me sucedió en el cole, me recosté en la silla un rato y me removí las gafas para descansar un poco, estaba agotado y supremamente confundido. Cinco minutos de relativo silencio después, bajé a la cocina por algo para comer, pues como de costumbre mi madre no me llamó, ya me daba igual, al bajar, ella estaba viendo sus telenovelas y mi hermanita al parecer se encontraba en su habitación.

-Madre, ¿hay algo para comer? -le cuestioné.
- Sí, en la mesa está lo tuyo -me dijo sin sacar la mirada del televisor y con el tono típico suyo de ''deja de molestarme''.

En fin, fui al comedor, tomé mi comida y subí de nuevo a mi cuarto. Mientras comía, busqué más cosas relacionadas con lo que me pasaba, no podía ser que estuviese enamorado, no era lógico, pensé que quizás tendría algún tipo de enfermedad, o algo parecido, hoy día existen virus para cada cosa, a lo mejor se me habría contagiado en esa cutre escuela, pero página tras página me reafirmaban lo que ya sabía, pero no aceptaba.
Se hizo más tarde y me olvidé de todo, habían pasado tres horas, ya eran las nueve de la noche, aún temprano para mí, y todavía continuaba buscando hasta el punto en que me dí por vencido, y me dije...

''Tienes que aceptarlo, Evan, la chica no solo te gusta, estás enamorado de ella''

Y poco a poco me fui haciendo a la idea, ya mi mente estaba cansada, sobresaturada de información y de mis estúpideces, en eso se hicieron las diez y decidí relajarme, volver a desconectarme del mundo dibujando hasta que mis reservas de energía se agotaran. Luego de bastante tiempo, me quedé dormido sobre mi escritorio.
La alarma sonó y ya era hora de alistarme, bajé y ví que mi padre no estaba.

-Madre, ¿dónde está el viejo? -le pregunté mientras me limpiaba los ojos.
-Te he dicho, Evan, mil y un veces que no le llames así -me replicó con altanería.
-Sí, sí, ¿dónde está?
-Pues no ha vuelto, ¿acaso lo ves?

De nuevo la misma historia, bella forma de iniciar el día, ya conocía la secuencia: mi padre se iba tras una discusión y no volvía hasta el día siguiente, mientras que mi mamá no se preocupaba hasta después, luego se volvía histérica, me llamaba diciéndome que aún no había vuelto, se ponía a llorar y cuando regresaba mi padre, a la misma hora que yo, ella se disculpaba rogándole perdón y rompiendo en llanto. Ocurría al menos una vez a la semana, ya no me sorprendía nada... De hecho, nunca me sorprendió, el viejo tampoco me hacía falta.
Después de alistar todo, encendí la música en mi celular, me coloqué los audífonos y salí rumbo al cole, a comenzar un día más lleno de porquería en mi vida, sin embargo, esta vez estaba temeroso, ya no me encontraba sólo, ya nada era igual, una chica se había fijado en mí y no le contesté los mensajes que me envió el día anterior, hace unos meses había leído que ese tipo de cosas les hacen enojar, aunque apenas le conocía y sería extraño. Mientras yo me perdía en mis pensamientos me tropecé con alguien en la esquina.

-¡Oye! ¿qué no ves? -dijo una voz molesta y reconocible, la misma voz acaramelada y armoniosa que me había atontado, era Amalia, ahora estaba en mi camino -¿Evan? ¡Buenos días, oye tenemos casi la misma ruta!
-Buenos días... Bueno... Parece que sí -le respondí con algo de tímidez, estúpida tímidez.
-Oye, ¿por qué no me respondiste ayer? -me cuestionó.
-Eh... El célular se me había estropeado... -mentí.
-Vale, no importa, pues. Ven, caminemos que se nos hará tarde.

Y otro problema más, ¿por qué me ocurrían estas cosas a mí ahora? Primero la tontería de mi padre, aunque no era gran cosa y ahora Amalia se vendría conmigo todos los días, aunque por alguna razón extraña y bizarra, también me sentía emocionado, feliz, no percibía esos sentimientos desde la niñez, y ahora, después de años volvían, una sensación brotaba de mi pecho, de mi alma, los quemaba, pero me reconfortaba, me revitalizaba, era agradable, era sensacional.

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⏰ Última actualización: Sep 23, 2016 ⏰

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La noche de Dama OscuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora