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-No, de ninguna manera puedes invitarlo a comer con nosotros en Rosh Hashanah.

-¿Por qué no puedo?

Mi madre tapó de nuevo la cacerola de la sopa y se volvió para observarme.

-Porque no es judío, porque no lo conoces y porque lo digo yo.

-Ésa si que es una actitud madura.

-No me gusta la forma en que me hablas, Jenny. ¿Acaso es lo que estás aprendiendo de ese muchacho, el tal Zabdiel? ¿Cómo ser maleducada?

-No, no lo soy. Sólo te estoy pidiendo, por favor, que me permitas invitarlo a comer con nosotros después de los servicios de Rosh Hashanah.

Me dio la espalda, tomó una zanahoria y empezó a cortarla.

-¿Mamá?

-¿Por qué siempre me complicas la vida?

-¿Eso significa que lo puedo invitar?

-No, no puedes. He dicho que no, ¿por qué tengo que repetirlo? - contestó, alzando los hombros.

Yo no era lo que podría llamarse una fuerza a la que había que tomar en cuenta, pero por lo menos me había atrevido a pedir permiso. Pensé en decir muchas cosas que la irritaran o le parecieran atrevidas, pero no tenía aún el valor suficiente. Estaba empezando a ser algo, una fuerza pequeña todavía, pero pensé que estaba en camino de crecer.  

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Iba feliz rumbo al centro de la ciudad, en el maravilloso y viejo Mercury azul de Zabdiel. Él amaba ese vehículo como nunca antes había visto a nadie amar un auto. Era un modelo 1950, pero se podría pensar que se trataba de un Cadillac nuevo. Siempre lo estaba puliendo; incluso le llamaba "querido". Yo me hallaba sentada a su lado con el radio sobre el regazo, escuchando música folclórica.

Zabdiel había comprado un radio nuevo pero no lo instalaba todavía. Oía música de intérpretes que yo no conocía, como Kitty Wells y Red Foley, y que estaban reemplazando en mi corazón a Johnny Mathis y a Dion y los Belmonts.

-¿Adónde vamos? 

-A comer comida mexicana.

-Zabdiel, dudo mucho que puedas conseguir comida mexicana en Kansas City.

-Sí se puede, Jenny. Sólo hay que saber dónde ir. Y después de comer te voy a enseñar a jugar pool.

-¿Pool?

-Claro, con esas piernas tan largas, antes de golpear la bola ya estarás a media mesa - se río, sin dejar de mirarme -. Chica, esas piernas llegan hasta Montana.

Sí había comida mexicana en Kansas City. Y salones de billar y lugares en los que se vendía carne en salsa barbecue, y sólo se bebía cerveza; y bares bulliciosos con orquestas de música folclórica, donde las muchachas usaban mucho lápiz labial, mucho rímel en los ojos y muy poca ropa. Y yo, yo era una forastera con los labios pintados en color Pixie Pink, la cara sin maquillar y el peinado de "cola de caballo", la novata que había emigrado del país de los clubes campestres.

Cumpliría diecisiete años entre el día de Acción de Gracias y la Navidad, el cuatro de Diciembre. Esther y Mose decidieron que debía tener una fiesta de gala, con las chicas vestidas de largo y los chicos con traje y corbata. Utilicé todos los argumentos a mi alcance para tratar de disuadirlos, pero ellos estaban decididos a hacer aquella fiesta.

-Creo que sería más divertido si los muchachos fueran con vestido y las muchachas con traje y corbata - comentó Zabdiel.

-No es para tanto, sólo consigue un traje o una chaqueta en algún sitio.

-Y, ¿Qué pasa si no voy, y nos vemos después de la fiesta?

-¿Por qué no puedes pedirle prestada una chaqueta a alguien?

-Está bien. ¿Qué tal Joe?

Me dio un ataque de risa. Joe era el dueño de Joe's, el sitio en que trabajaba Zabdiel los fines de semana, friendo papas y bistecs de pollo y haciendo sundaes de chocolate. Joe media un metro y medio y pesaba más de cien kilos. Una chaqueta de él parecería una estampilla de correos en Zabdiel. Zabdiel medía un metro ochenta y siete y era delgado, con brazos musculosos y espaldas anchas. También tenía los pómulos muy pronunciado, de herencia shoshone, por parte de su madre. En conjunto, era quizá todo lo podría pedir una chica, incluso una con mayor energía que yo. Por primera vez, me sentía enamorada y lo estaba de Zabdiel De Jesús Colon y además, no había nada que pudiera hacer.

-Zabdiel, por favor, no me hagas pasar mi cumpleaños sin ti.

-No te va a gustar, Jenny. Habrá problemas.

-Por favor, Zabdiel... hazlo por mí.

-Por ti... - me miró a los ojos -. Está bien, estaré ahí.

Le di un beso. Nos hallábamos en un estacionamiento cercano a la tienda de Jones. Eran las cinco y cuarto y estaba oscureciendo, caminábamos hacia el automóvil. Era el primer beso que le daba. Hasta ese momento , toda nuestra intimidad se concretaba a las conversaciones, a decirnos uno al otro todo lo que nunca habíamos dicho antes en voz alta. Lo besé, y echó la cabeza hacia atrás para mirarme, creo que me quedé sin respirar. El cielo tras él era azul marino, me sentí tan pequeña, me temblaba el cuerpo y el corazón me latía con furia. Zabdiel me rodeó con los brazos, me apretó hacia él y me besó una y otra vez.

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Bueno aquí esta por fin el capitulo tres, espero les guste. A mí me encantó cuando lo leí jaja.

Les quería comentar que habrá algunos cambios. Si se dieron cuenta en la historia he puesto el nombre de Jenny en lugar de "_____" ya que pues literal asi va la historia, bueno les explico.
Como ya les dije en lugar de poner una rayita voy a poner el nombre de Jenny, ya que más adelante en la historia pasaran algunas cosas que ni yo entiendo aún, ya se darán cuenta después.

De ante mano gracias por leer :)

 

 

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