Cumplí veintiséis años, y mi apartamento estaba más vacío que nunca. La depresión me consumía en cuatro paredes de las cuales no quería salir, ese ambiente no cambió en esos siete años. Desde que decidí que era imposible para mí interactuar con alguien más, viví y hablé aquí; mi gran refugio.
Fue un día como lo otros, cuando un programa de la televisión mencionó algo que llamó mi atención: un juego virtual. Era perfecto para mí, lo supe en cuanto lo vi. No dudé en encargar dos apenas el comercial terminó; uno que usaría todos los días, el otro en caso de defecto. Debía ser precavida, pensé.
Y es que, jamás esperé que eso cambiara mi vida. Fui cautivada por una realidad ficticia tan parecida a la que pertenecemos que no tenía idea que los mismos problemas estarían presentes de aquí a la quebrada del ají.
Es por eso, que en cuanto el pedido llegó, ya no supe más. Todo fue un reinicio donde el presente y el pasado vuelven a chocar con mi vida.