Capítulo 1.

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El aire sabía a polvo y los pies la estaban matando, pero Elisabeth se forzó a seguir andando. Con una mano se retiró varios mechones de pelo de la cara que se le habían adherido a la piel debido al sudor, mientras que, con la otra, arrancaba la última manzana que debía recoger ese día.

Con un suspiro la dejó caer a la cesta que descansaba a sus pies, agachándose a la vez para beber agua de la pequeña botella que le habían proporcionado esa mañana, casi doce horas atrás. Frunció el ceño ante el contenido, casi no le quedaba ni para llenar el tapón. El agua apenas la refresco cuando se la bebió, si eso tan solo consiguió hacerla estar más sedienta que antes.

A lo lejos sonó la sirena anunciando el final de la jornada. Con un gruñido agarró la cesta con las manzanas y comenzó a andar lentamente hacia los almacenes. Varios adolescentes, la mayoría más jóvenes que ella, salieron de entre los árboles cercanos cargados, como ella, de cestas rebosantes de fruta. Algunos iban hablando entre sí, discutiendo sobre la jornada o la cena que les esperaba una vez llegaran al instituto, pero la mayor parte de ellos estaban demasiado cansados para hacer algo más que poner un pie delante del otro.

Casi se desmayó de alivio cuando llegó al punto donde debían depositar la fruta recogida. Uno de los guardas la miró de soslayo cuando depositó la cesta en el lugar que le correspondía y apuntó algo en la pequeña libreta que llevaba bajo el brazo. Elisabeth apenas le prestó atención, estaba acostumbrada a que los trabajadores del instituto la observarán; lo habían hecho desde el momento en que llegó, pendientes por si su poder se manifestaba.

Pero hasta el momento eso no había ocurrido y, francamente, Beth se alegraba de ello; mientras estuvieran esperando a que se manifestase no la molestarían más de lo necesario.

Se quitó el uniforme de trabajo sin prestar atención a lo que estaba haciendo; tan solo podía pensar en la comida que la esperaba a unos metros de allí. No sería suficiente para saciar su apetito – la última vez que había probado bocado había sido dos días antes –, pero al menos podría dormir aquella noche sin el ruido de su estómago de fondo. Concentrada en quitarse las botas de trabajo, no era consciente de las miradas que le dirigían los guardas y los susurros que estos compartían después. De poco le habría servido.

"1078" La llamó uno de ellos. Beth apartó un instante la mirada del nudo que sostenía entre los dedos. Uno de los guardas – la etiqueta que llevaba prendida a la chaqueta lo identificaba como Miller – estaba a su lado, su rostro ilegible. "Date prisa. Te están esperando".

Beth se abstuvo de preguntarle quien la estaba esperando; sabía perfectamente lo que la esperaba. No se había dado cuenta de que era ese momento del mes de nuevo. Hacía tiempo que había dejado de contar los días.

Los "alumnos" de Bernond High estaban obligados a pasar un examen mensual frente a los directores del instituto para ver la evolución de sus poderes. Normalmente esos exámenes empezaban una vez que el alumno se manifestaba – los demás se pasaban los días trabajando – pero con Beth había sido diferente; era la única que había asistido mensualmente con los demás desde que cumplió siete años; dos años después de su llegada al instituto.

Era consciente de que todos en la escuela estaban esperando a que se manifestase, pero Beth no entendía por qué. Sabía que era imposible saber si una manifestación iba a ser más poderosa que las demás antes de que esta apareciese, pero, por alguna razón, los directivos parecían estar convencidos que la de Beth iba a serlo.

Por eso nunca había dicho nada sobre su marca...

"1078, he dicho que te des prisa". El mismo guarda – Miller recordó – de antes la agarró del brazo, la levantó de un tirón de donde se encontraba sentada y empezó a arrastrarla por los pasillos.

Trust. [Reescribiendo]  (#1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora