Al principio tuvo la certeza de que quien abriera esa puerta le parecería un espectro salido de alguna tumba hedionda. "Esas son estupideces", se dijo a sí misma con una sensación de alivio, pero que no duró mucho, pues la puerta comenzó a emitir un leve quejido, más bien parecido a un ronroneo. La luz del interior del cuarto se apagó. Inés tuvo aquella sensación de hinchamiento del pecho, que ya había experimentado otras veces por las situaciones tan diversas que había pasado con Andrea. Como en aquella ocasión en que se había abierto las llaves del gas...y ella estaba fumando en la cocina. En ese momento le vino una pregunta tan fugas en su cabeza: "¿Y por qué lo había hecho?". Y sin meditar en lo absurdo de la aquella pregunta, en especial por el momento en que se encontraban, se contestó: "Por la televisión". Y era cierto, había sido porque Andrea estaba viendo los dibujos animados que pasaban por las mañanas y que ella no se podía perder, en especial cuando se levantaba de un mal humor. En aquella ocasión, Inés sin tener precaución y aún si conocer con certeza (porque, aunque ya había ocurrido sucesos extraños, Inés aun no los había atribuido a su pequeña hija, que en aquel entonces tenía solo un año) lo de su hija, había cambiado el canal de la televisión. De inmediato Andrea soltó un llanto que taladró la endeble cabeza de Inés y la madre, siendo tan descuidada en el trato de su hija, como aún lo seguía siendo, le dio una bofetada que hizo que su taza saltara de su mesa.

Inés había acostumbrado fumar desde los quince años cada vez que tenía un problema nervioso y la noche anterior al día mencionado se había peleado con su marido.

Después de soltarle tal bofetada a su hija, simplemente, con gran tranquilidad se sentó cruzando sus blancas piernas y después de sacar un cigarro, puso su codo sobre la mesita de cristal y lo encendió con gesto indiferente succionando el humo, sintiéndolo bajar por su garganta.

La televisión estaba en un volumen alto, pero en medio del barullo de la película que tenía, Inés logro distinguir dos chasquidos, como si se hubiera quebrado alguna rama por una pisada. Y en ese momento (tal vez si se hubiera tardado en reaccionar hubiera muerto achicharrada) al voltear por casualidad hacia la ventana, vio que la imagen ante ella se veía sinuosa, como la imagen que se ve cuando uno viaja en la carretera durante un día caluroso y se fija en el asfalto. Enfrente de la ventana se encontraba la estufa y dos de las cuatro llaves de gas estaban abiertas y por lo menos ya habían pasado unos diez segundos. De inmediato las apagó, no antes sin echar un vistazo incrédula a su alrededor, pensando si su marido no la había mirado.

Pero lo único que encontró a su alrededor y que le llamó la atención fue su hija, quieta pero con una mirada penetrante que la observaba detenidamente.

AndreaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora