No había ni un alma.
A una hora tan temprana, la piscina climatizada del gimnasio Atalanta Sport estaba prácticamente desierta. Jaime Ferrán atravesó el corredor de los vestuarios y, tras cruzar las puertas batientes de camino a las duchas, trató de aclimatarse al denso ambiente cargado de cloro.
Ahogó un grito al recibir la descarga de agua fría y cerró el grifo. Con veinte segundos bajo el chorro helado de la ducha era más que suficiente para cumplir con el trámite exigido por la normativa.
Se colocó frente a la calle central, su preferida. La ventaja de poder elegir posición para ejecutar sus largos diarios y el no tener que soportar una piscina atestada de nadadores, compensaban el madrugón. Miró hacia su izquierda y en la calle número uno estaba ella.
Ese día se le había adelantado. Jaime imagino que ya llevaría hecha la mitad de su rutina diaria. Supuso también que, como de costumbre, al finalizar tu tanda de veinte largos, desaparecería camino al vestuario.
La contempló mientras surcaba la piscina con elegantes brazadas. Era una nadadora de estilo depurado. Y con un magnífico cuerpo esculpido a golpe de ejercicio, reconoció con ojo masculino. Pero silenciosa y poco sociable, al menos con él. Llevaban así más de seis meses, sólo ellos dos utilizaban las instalaciones a las siete de la mañana y jamás cruzaban una palabra. Si en alguna ocasión coincidían con la mirada, intercambiaban un obligado gesto de cortesía a modo de saludo. Sólo eso.
Jaime se zambulló de cabeza y todo fue silencio. Se dejó llevar bajo el agua por la inercia, con ambos brazos a lo largo de los costados. Una vez emergió a la superficie avanzo hasta completar el primer largo a estilo mariposa.
En el despacho le esperaba mucho trabajo atrasado, poro que transcurrido veinte minutos decidió salir se la piscina. Buceó para esquivar las tiras flotantes que de delimitaban las calles. Casi en la escalerilla, recibió un golpe seco en el hombre que lo desplazó medio metro.
Los dos emergieron de golpe y quedaron frente a frente, retándose en un duelo de miradas furiosas - ¿Cómo se te ocurre ponerte en medio? Casi me rompo el cuello - le espetó ella frotándose la frente. - Disculpa - dijo con un falso tono amable cargado de acidez-. Te recuerdo que el que ha recibido el cabezazo he sido yo.
Ella se limitó a mirarlo de arriba a abajo entornando los ojos, le dio la espalda y ascendió la escalerilla. Jaime frunció el ceño y fue tras ella. Se aupó de un salto a la playa de piscina y antes de alcanzarla la observó por detrás. Si señor, un cuerpo excelente, atlético pero con curvas muy bien delineadas. Lástima que fuera tan arisca. En un par de zancadas se puso a su altura y asiéndola por el brazo la obligó a frenar.
-Aún no he oído una palabra de disculpa - le recordó arrancándose el gorro de natación. La chica se quedó mirándolo perpleja, sus ojos oscuros le lanzaban untada inquisitiva.
Y apreciativa, ¿para que negarlo? Aunque él no se dio cuenta ni tenía porque saberlo. Ella constató que con el pelo negro revuelto por el que discurrían gotas de agua hasta resbalar por su mentón sin afeitar, no tenía nada de cómico. Era muy atractivo, rabiosamente atractivo. Jaime se dedicó a estudiarla también. No era una florecilla menuda y delicada, descalzos como estaban, debían medir solo unos quince centímetros menos que el. Tenía las pestañas mojadas, lo que hacía destacar más sus ojos. Nunca había visto unos como aquellos, de un celeste muy claro con un el iris rodeando por un fino aro de azul marino.
-¿Hasta para nadar usas lentillas de colores? - pregunto con media sonrisa burlona.
-¿Lentillas? Puedes comprobar por ti mismo que son de verdad - miro de soslayo su entrepierna antes de contraatacar -. ¿Hasta para nadar u a as relleno? Jaime rió por lo bajo, la chica de los ojos azules tenía ganas de pelea.
-No querrás que te meta un dedo en el ojo para cerciorarme. Soy un caballero.
Ella chasqueó la lengua y, con un movimiento tan rápido que lo dejó son habla, su mano le atenazó los testículo.
-Pero yo no soy una dama - advirtió con mucha calma.
Jaime dio un respingo. Ella lejos de aflojar, incremento la presión con maldad.
- Tú ganas - alzó las manos en señal de rendición, era preferible no tentar a la suerte.
La chica por fin esbozó una brevísima sonrisa triunfal. Jaime inclinó la cabeza con mucha lentitud sin dejar de observar aquellos ojos increíbles y notó como a ella se le aceleraba la respiración. Bajó la visto hasta su pecho agitado, los peones destacaban como dos reclamos incitantes bajo la fina licra del bañador. Encantado, decidió prolongar un poco el deleite de desconcertarla y se acercó aún más, ella entreabrió los labios, podía sentir la calidez de su aliento.
-Suéltame - exigió Jaime a un centímetro de su boca.
La chica pareció darse cuenta en ese momento de que su mano aún le agarraba el paquete y la retiró como si quemara. Antes de alejarse de ella, Jaime la miro por encima del hombre y sonrió para si, porque con una sola palabra había conseguido enfurecerla del todo.
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Tú de menta y yo de fresa.
Fiksi RemajaEnamorarse no entra en los planes de Jaime Ferrán. Soltero, independiente y con un hijo de siete años que es todo su mundo, no imagina que Belisa, esa compañera de trabajo, callada y discreta con la que coincide cada mañana en la piscina de un gimna...