Podría empezar con lo típico: "Chico conoce a chico...". Pero ese tipo de historias siempre acaban bien, y esta, os aviso, no puede acabar bien.
Si, habéis leído bien, "chico conoce a chico". Por que este es de esos amores que no fueron creados por el dios de los creyentes, sino lo crearon nuestros corazones reprimidos en una sociedad en la cual amarnos a veces parece un delito. Mas bien el corazón de un joven el cual se definía a si mismo como valiente, intrépido y ante todo decidido llamado Alex. Este joven sentía que acababa de nacer.
El día en cuestión (a partir de ahora Día M) se levantó de la cama a las 7 de la mañana ya que tenía que ir a trabajar al café. En cuanto se levantó, cogió sus gafas de la mesilla de noche, y fue directo al espejo de cuerpo entero que tenía en la puerta de su habitación. Intentaba comprobar que su cara no era similar a la del elenco de alguna de las series de apocalipsis zombies, aunque tampoco había mucho que hacer. No pudo evitar mirarse la cicatriz que le salía de detrás de la oreja y se perdía en sus cabellos oscuros. Millones de recuerdos vinieron a su mente. Sacudió la cabeza para alejar esos pensamientos. No quería adentrarse en tan oscuras memorias.
También se fijó en sus ojos marrones, en su peca en la parte superior del ojo izquierdo, esa sonrisa perfectamente imperfecta. Se fijó también en su estatura, la ultima vez que se midió eran 1 metro y 84 centímetros de musculo y aunque no quería admitirlo, también había algo de grasa por ahí. Se intentó acicalar su pelo, tan corto e indomable. Y también se acicaló su barba, que aunque no era muy frondosa, era lo suficiente para cubrir las pequeñas cicatrices que tenía en la parte inferior del rostro.
No paraba de pensar en el sueño que tenía. La noche anterior se había puesto a hablar con Manuel. La conversación empezó con un "Ey, ¿Qué tal estas?", pasó desde momentos acaramelados de estos que a veces te dan ganas de vomitar o a veces te ponen los dientes largos, explicaciones propias de la creación del universo dignas de cualquier secta, planes futuros que por las dos partes sabían que no se iban a cumplir y algún que otro mensaje subido de tono. Y eso que días antes Manuel había dejado claro que rechazaba cualquier relación formal con Alex por que "Le agobiaba la idea". Aunque en verdad su pensamiento era "Me encanta tener un chico diferente en mi cama cada noche".
Obviando los pensamientos negativos sobre su amor imperfecto con Manuel salió de su habitación dispuesto a desayunar cuando vio en la cocina a Merce, su compañera de piso. Le encantaba su pelo rubio y liso, el cual cuando le daban los reflejos del sol parecía una lámina de oro puro. Sus ojos azules complementaban con su sonrisa perfecta. Y su pequeña estatura hacía fácil que pareciera una chica tímida e inocente, pero si pensáis eso, estáis totalmente equivocados. En sus tiempos libres practicaba boxeo en el club del barrio y estaba preparándose para el campeonato autonómico.
- Buenos días, taponcito- le dijo Alex con tono jocoso.
- ¡QUE NO ME LLAMES TAPONCITO!- le dijo con rabia en sus palabras.
Alex intentó remediar el pequeño mal hecho con ese comentario con un pequeño beso en la mejilla y un abrazo por la espalda. Entonces la cara de Merce pasó a ser la de una linda y simpática ardillita.
Alex cogió su tazón de pingüinos del armario y se sirvió los mismos cereales de siempre con leche desnatada. Y se puso a desayunar contándole a Merce la conversación de ayer con Manuel, obviando algunos datos eróticos, que sabe que si su amiga se enterase le mataría.
- Alex, te lo llevo diciendo toda la semana, ¿Para qué sirve el botón de bloquear? Ese tío es un gilipollas que lo que quiere es tenerte a sus pies para sus juegos de cama.
- Pero... ¿Y si esta vez ha cambiado de idea? Puede ser que esté dispuesto a algo serio...
- Y nada... Que no aprendes... No se por que no me doy cuenta de que siempre es lo mismo...-decía la chica mientras entraba en su habitación.
Alex miró el reloj y se dio cuenta de que, otra vez, eran las 7:40 y sabía que a las 8 tenía que estar en el café. Así que terminó rápidamente de desayunar, se vistió con lo primero que encontró en el armario, cogió el móvil y las llaves y salió de casa corriendo sin antes darle un besito de despedida a su compañera. Ya en el ascensor se fijó que había cogido su camiseta favorita, aquella de los monos graciosos, y los pantalones pitillo. Había acertado con el look sin darse cuenta y eso le hizo sonreír. Pensó: "Esto es una señal de que va a ser un gran día".
Llegó al café a las 7:56, lo cual le hizo sentirse aliviado. Entró a la sala de personal y se puso el delantal del uniforme y miro el tablón de turnos a ver donde le tocaba hoy.
"Oh no..." pensó "Me toca en barra..."
Esto lo decía por que, según su experiencia, en ese café trabajar de barra es un no parar. Tenía que preparar los diferentes tipos de café que pedía todo el mundo. Además de atender a los clientes que se sentaban en la barra. Así que respiró profundamente y salió directo a su puesto de trabajo con una sonrisa fingida.
Durante la primera mitad de la mañana todo había sido un sin parar: "Un café americano para la 5." "Un frapuccino con frambuesa para la 3." "Alex, ¿Y mi té con leche de la 8? Te lo he pedido hace 10 minutos." Entonces, agotado se apoyó en la barra en un momento de relax y lo vio.
Pelo corto castaño con reflejos rubios. Ojos marrones verdosos que emitían un destello de luz que parecía celestial. Boca pequeña con una pequeña peca encima de la parte izquierda de sus labios. Barba castaña poco poblada. Nariz pequeña pero bonita al fin y al cabo y orejas pequeñas. Era de estatura mediana, un poco menos que él, y llevaba una camiseta ajustada que dejaba ver que era delgado. La camiseta era una camiseta básica verde que conjuntaba con unos pantalones cortos con pequeñas roturas y unas bambas grises. Levaba un maletín en el que se intuía que llevaba un portátil. Y justamente se sentó delante de Alex, en la barra.
- ¡Buenas! ¿Qué te pongo?- le dijo Alex con una sonrisa de oreja a oreja.
- Ponme un café con leche con un poco de nata y canela, por favor - le dijo mostrando una sonrisa de respuesta a la de Alex.
-¡Marchando! - Dijo Alex.
Alex le sirvió su café al chico misterioso con rapidez, ya que no tenía trabajo en ese momento.
-Que alegría tener un nuevo cliente, siempre suelo tener la misma gente. ¿Eres de por aquí? - Le preguntó Alex intrigado por saber quien era ese chico en el que su subconsciente se había fijado.
-Soy nuevo en el barrio, me acabo de mudar a un piso de estudiantes de aquí al lado y me habían recomendado este café - Dijo el chico - Me llamo Pedro - dijo mirando a los ojos a Alex.
- Oh, encantado Pedro, yo soy Alex, a su entera disposición - dijo nuestro chico con tono irónico y jocoso, lo cual sacó una mágica sonrisita a Pedro.
- Gracias, fiel caballero de noble armadura - Dijo Pedro siguiéndole la broma. Pedro se fijó en el reloj durante un segundo y vio que era muy tarde. - Mierda... ¡Me tengo que ir! - Dijo preocupado.
-¡Espera! - Dijo Alex mientras escribía algo en una servilleta de papel - Te olvidas de esto - le dio la servilleta con prisa y esperando que la cogiese y que no lo dejara en ridículo delante de toda la clientela.
-!Gracias, Hasta luego¡ - Dijo Pedro despistado, sin darse cuenta que Alex, en realidad, le había dado su número de teléfono.
Alex estaba nervioso "¿Me hablará? Dios... ¿Por qué le he dado mi número? !Si ni siquiera le conozco¡" Pensó. Pero él sabía que tenia ganas de ver un mensaje del chico que no era ya tan desconocido.
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La circuncisión del arrepentimiento
RomanceNo me arrepiento de hacerlo. No me arrepiento de las pequeñas melodías que escuchaba en aquel balcón de la ciudad perdida en una provincia remota, mientras tú me mirabas desde tu cama con una taza de café hirviendo y una sonrisa que nunca flaqueaba...