¿Eres un vampiro?

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N/A: ESTE ONE SHOT NO ES MÍO, YO SOLO LO VOY A SUBIR ACÁ. TODOS LOS CRÉDITOS A ashRVNG EN SLASHEAVEN. SI ESTO NO ES PROBLEMA PUES YA PUEDEN LEER.


 La campana de la puerta suena, indicando que un nuevo cliente ha llegado. La chica detrás del mostrador levanta apenas la mirada, pues está algo hastiada. Sus ojos se topan con un niño enano de no más de 7 años; Tiene unos ojos enormes de un color raro e indescifrable, unos labios delgados y rojos que hacen contraste con su algo pálida piel y lleva una playera de Misfits.



La chica vuelve a bajar la mirada, sin darle mucha importancia al pequeño enclenque con demasiada pinta punk para su edad.



El pequeño enano pasea su mirada emocionada por los estantes, buscando algo con desespero, o así le parece a la chica detrás del mostrador que apenas y lo ve de reojo.



La campana vuelve a sonar, pero ni siquiera su sonido -algo irritante para la chica del mostrador-, distrae al pequeño revoltijo de energía, que sigue buscando algo entre los estantes. Entonces, sin mucho reparo, estira la mano, porque ha encontrado el cómic que buscaba. El pequeño adoraba los cómics, y por eso había ido a aquella tienda, para buscar la edición especial de Batman que al parecer, a penas había llegado a New Jersey hace algunos días.



Y coge el cómic con emoción, pero antes de que logre jalarlo para reclamarlo de su propiedad, una pálida, increíblemente pálida mano se posa sobre la suya, con la intención de llevarse aquél cómic también.



El pequeño, algo contrariado, sube su mirada por el brazo extremadamente pálido, y se topa con unos ojos verde botella expectantes, que son apenas cubiertos por unos mechones de pelo negro como la noche que caen por la cara del chico. Se fija curioso, en que parece mucho más mayor que él, seguro por siete años o más, y también se fija en que es realmente pálido y guapo. Eso último no pudo evitar pensarlo, haciendo que un sonrojo se extendiera por sus mejillas, con su mano aún sobre la del mayor, quien le sostenía la mirada con una extraña expresión que el pequeño nunca había visto.



El otro, por su lado, había ido a aquella tienda de cómics con el mismo propósito; Conseguir la nueva y recién llegada edición especial de Batman, y realmente no tenía mucho interés en compartirlo con alguien, pero se estaba replanteando esa idea, porque el pequeño –del que ni siquiera se había percatado hasta que cogieron el cómic al mismo tiempo- era endemoniadamente lindo, y se veía aún más adorable con ese sonrojo en sus mejillas.



El muchacho más grande se quedó examinando el rostro del enclenque por un rato, fijándose en que tenía una nariz redondita y ligeramente respingada, y que sus ojos eran grandes y de un hermoso color nunca visto por sus ojos. De hecho, estaba dispuesto a perderse en ellos hasta definir el color exacto, pero algo más lo distrajo; Los labios rojos como cerezas del pequeño niño lo cautivaron por completo, y en ese momento le dieron ganas de aventar el cómic por algún lado para comerle la boca al enano, pero sacude la cabeza, tratando de despejar esos extraños pensamientos porque joder, ¡Es un jodido niño de no más de 8 o 9 años!



— ¡Hola, vampiro! – Y mientras el mayor debate con su sucio cerebro, el pequeño maquina otro tipo de cosas en su cabeza, como por ejemplo, el hecho de que el guapo chico frente a él parece un vampiro, y él está dispuesto a averiguar si lo es.



— ¿Eh? – Deja salir apenas el otro, algo confundido por el apodo usado — ¿Vampiro?



— ¡Sí! ¡Pareces un vampiro! – Exclama el enano, con una sonrisa radiante en su rostro que hace al otro marearse.



— N-no soy un vampiro... Me llamo Gerard – Se presenta el mayor, desviando la mirada hacia un lado, porque si lo sigue viendo...



— ¡Oh, hola, Gee! – Dice con efusividad y el otro frunce el ceño por el nuevo apodo, aunque no suena tan mal salido de sus labios — ¡Yo soy Frank, pero llámame Frankie! ¿Por qué quieres mi cómic? – Y se le queda mirando con curiosidad, clavando su energética mirada en los ojos del otro, quien sigue mirando hacia un costado.



— ¿Tu cómic? – Pregunta escéptico — No lo has comprado.



— ¡No, pero pienso hacerlo! ¡Dámelo! – Exclama, dejando ver sus pequeños dientes en una sonrisa, consiguiendo que Gerard vuelva su mirada hacia él, y entonces piensa que su sonrisa es imborrable...



— Pero yo también lo quiero comprar... - Musita apenas.



— ¡Pero yo lo cogí primero! – Frunce el ceño. Ya no le está gustando la situación, porque no quiere que el vampiro guapo se quede con su cómic.



— Vale... - Gerard voltea hacia la chica del mostrador, quien mira la escena divertida — Hey... ¿Cuándo llegará otro de estos cómics? – Pregunta, señalando el cómic sostenido por la mano del enano y de él.



— Mañana – Contesta con simpleza.



— Bien... - Suspira — Está bien, quédate con el cómic – Accede y Frank sonríe grande. A fin de cuentas, lo único que Gerard quiere es largarse de ahí y olvidarse del enano lo más pronto posible.



— ¡Gracias, vampiro! – Y entonces salta hacia él, y Gerard apenas alcanza a sostenerlo débilmente por la cintura, sintiendo los labios del pequeño impactar contra su mejilla.



Y se queda ahí, rojo como un jitomate viendo cómo Frank se aleja y le da un par de billetes a la chica del mostrador, recibiendo su cómic con una bolsa.



Gerard se da la media vuelta, caminando hacia la puerta, y cuando apenas tiene un pie fuera del local, siente que algo lo jala de la manga. Se voltea lentamente, topándose con su nuevo tormento.



— ¡Vampiro! ¿A dónde vas? – Le pregunta, jalando un par de veces de su manga.



— Eh... - Y se lo piensa a un rato, porque no es como si tuviera amigos con quien ir, y no es como si quisiera volver a casa a encerrarse en su cuarto sin ningún cómic que leer, puesto que ya se los había leído todos — No lo sé – contesta con sinceridad — ¿Por?



— Es que yo quería ir contigo... - Musita Frank, bajando la vista a sus tenis con las mejillas sonrojadas, y a Gerard se le estruja el estómago, además de algo que está un poco más abajo.



— ¿A-a dónde? – Consigue preguntar con un hilo de voz.



— ¡No sé! ¿Y si vamos al parque de allá? – Frank señala un parque algo solitario que está a contra esquina del local, y Gerard se piensa muy bien si es buena idea seguir un minuto más con el mocoso cerca.



— Vale – Termina por acceder, porque decide poner su autocontrol a prueba, y comienzan ambos a caminar hacia el parque, Gerard con el menor colgando de su manga.



Ambos llegan al parque, y el pequeño Frank jalonea a Gerard hasta hacerlo sentarse debajo de un gran árbol que está bastante aparte de los demás, y a Gerard le sudan las manos, porque está prácticamente solo con el mocoso y su autocontrol nunca se había visto tan a prueba.



Frank se sienta en frente de Gerard y lo mira atentamente, como si quisiera grabarse sus facciones en la mente para siempre, como un tatuaje. Por su parte, Gerard siente cómo un hilo de sudor frío recorre su espalda, y se lleva una mano a la boca, comenzando a morderse las uñas.



— Y... ¿Q-qué súperheroe es tu favorito? – Pregunta Gerard, tratando de romper el hielo.



— ¡Batman! También me encantan los vampiros, ¡Y tú pareces uno! ¿Lo eres? – El pequeño se relame los labios, y no debió hacer eso porque a Gerard se le empieza a nublar el cerebro.



— ¿Eh? – Musita apenas, perdido en las facciones del menor.



— ¡Pregunto que si eres un vampiro como los de la película de Drácula! – Y vuelve a sacar su pequeña lengua para mojar sus labios, y Gerard se tiene que morder los propios al punto que casi se hace sangre.



— N-no yo... No creo que lo sea – Responde con dificultad, desviando la mirada hacia una señora que iba paseando a su perro despreocupadamente, inconsciente del debate mental que surge en la cabeza del mayor.



— Oh... Y – El pequeño se acerca a Gerard, y como éste está sentado en posición india, el menor se sube a sus piernas, y sostiene la cara de Gerard en sus manos, y a éste último casi le da un infarto —, ¿Qué es eso que tienes ahí? – Pregunta inocentemente (no para Gerard), con su vista fija en algún punto del cuello de Gerard — ¡Me mentiste, sí eres un vampiro!



— ¿Q-qué?



— ¡Sí, mira! – Y pica con su dedo un lugar en su cuello.



Gerard lleva su mano al lugar donde su pequeño tormento había señalado, y siente un par de ronchas, que si mal no recuerda, fueron producto de los estúpidos mosquitos que abundan en su casa. Esos eran los verdaderos malditos vampiros chupa sangre para él.



— Ah, eso... - Susurra para sí mismo, olvidándose por un milisegundo del pequeño sentado en sus piernas.



— ¡Eres un vampiro, no lo puedo creer! ¿Cómo haces para que el sol no te desintegre? – Pregunta alegre, y para alivio de Gerard, deja de sostener su rostro para dejar caer sus manos a los costados, pero para su mala suerte, no se baja de sus piernas.



— No lo soy – Y ríe nervioso, porque la mirada intensa del pequeño le hace sentir murciélagos en el estómago y no, Gerard. Es un puto niño, y el amor a primera vista no existe. Y es que de pronto ya no le daban ganas de comerle la boca, sino de besarlo con dulzura hasta sentirlo suspirar contra sus labios, y eso no es normal. Suficiente tiene con que le gusten los hombres, no necesita convertirse además en un maldito pedófilo, gracias.



— ¡Pero tienes marcas de colmillos en el cuello! – Exclama el niño, ajeno a los no-muy-sanos pensamientos de Gerard.



— Son piquetes de mosquito – Dice rápido, como quien no quiere la cosa, y la garganta se le hace un nudo, porque el pequeño vuelve a relamer sus labios, y si ese es un hábito muy común en él, pues mejor que se atenga a las consecuencias de hacerlo frente a un Gerard con la cabeza medio nublada.



— ¡Ah! – Dice, y se le ve un poco decepcionado, pero dirige su mirada curiosa a los labios de su vampiro (porque para él, aunque lo niegue lo es), porque le parece bastante extraño lo que hace. No le parece normal que alguien se muerda los labios con tanta frecuencia. ¡Tan lindos que son como para que los arruine con sus también lindos dientes!



Y el pequeño vuelve a tomar el rostro de su vampiro entre sus pequeñas manos, acercándolo con peligrosa velocidad hacia sí, y el corazón de Gerard empieza a hacer escándalo, porque pareciera que quiere...
No, es un niño. Probablemente ni sepa lo que eso es.



— ¿Por qué haces eso? – Pregunta con el rostro de Gerard a milímetros del suyo, pero es que quería ver de cerca las cosas raras que su vampiro hace.



— ¿E-el qué?



— ¡Eso! – Pone su dedo sobre los labios de Gerard que son mordidos por sus dientes, y él se pone colorado.



— Eh, yo... - No sabe qué decir. ¿O acaso le va a decir que lo hace para aguantarse las ganas de borrarle los labios a besos? ¡Pues no!



— Mamá dice que eso lo hacen las personas cuando quieren algo, como por ejemplo, cuando ves un rico pastel de chocolate y no lo puedes tener porque es de alguien más, te muerdes los labios para aguantar las ganas de comértelo, porque no es tuyo – Explica sin soltar el rostro de Gerard y acto seguido, su lengua vuelve a salir a mojar sus labios, y Gerard piensa que o le dice que se baje de sus piernas y empiece a correr porque si no lo va a violar o no le dice nada y simplemente lo hace — ¿Qué es lo que tú quieres? ¿Hay pastel aquí? – Pregunta y mira a su alrededor, en busca del pastel que provoca eso en su vampiro, porque siente algo raro en su cuerpo que nunca había sentido, y de pronto le entran ganas de hacer con su vampiro lo que ha visto que hacen en las novelas de su mamá, sólo para ver qué se siente, porque los labios de su vampiro son lindos y no quiere saber qué se siente con otros labios que no sean los de él.



— No es un pastel precisamente lo que quiero... - Mira sugerentemente los labios del pequeño y después a él a intervalos, a sabiendas que ni siquiera entenderá a lo que se refiere.



— Pues yo tampoco... - Y Frank atrapa su labio inferior entre sus dientes, porque también ha visto que hay veces en la que 'eso' que hacen no sale muy bien y la otra persona se enoja, y no quiere que su vampiro se enoje con él porque no besa bien.



— Joder... - Musita Gerard, porque no puede creer que el pequeño mocoso le esté haciendo eso. ¡Qué inocente ni que ocho cuartos! ¡Él está seguro que lo que hace es provocarlo!



— ¡Dime qué es lo que quieres! – Casi le grita con exigencia, y Gerard se sobresalta un poco.



— Nada que pueda tener... - Contesta, suspirando con pesar.



— ¡Es que yo quiero hacer algo que vi en la tele, pero tengo miedo de que no me salga bien! – Dice con expresión triste.



— ¿El qué? ¿En dónde lo viste?



— Es que mi mamá me obligó a ver la novela de las ocho ayer, y quiero hacer lo que los dos más importantes hacen... - Susurra con timidez, y a Gerard le sorprende, porque el niño casi que en lugar de hablar grita, y no es normal que hable tan bajo.



— ... - Y Gerard se lo piensa un rato, hasta que un recuerdo llega a su mente y abre los ojos de golpe. ¡No, pero no es posible que Frankie quiera hacer eso! Y es que, ha visto esa novela (No por gusto, sino que su mamá la veía y él no tenía nada mejor qué hacer. Sí, eso...), y sabe muy bien que lo que los protagonistas hacen es besarse como si no hubiera un mañana. He ahí el dilema. No es posible que el mocoso quiera hacer eso — ¿E-en serio quieres hacer... eso?



— ¡Sí! ¿Me ayudas? – Hace un puchero con sus labios, que a Gerard le parece mil veces tierno, y por más que quisiera, le tiene que decir que no, porque así, con ese puchero de niño pequeño, vuelve a su cabeza la idea de que, precisamente, Frank es un niño pequeño, y no puede creer que siquiera ha considerado decirle que sí.



— N-no está bien, Frankie... Eres muy pequeño para hacer eso – Lo dice, pero más como para sí mismo, porque quiere convencerse de que así es, y de que no puede hacerlo, porque está mal. Jodidamente mal.



— ¡No soy pequeño! ¡Seré un enano, pero ya tengo doce años! ¡Ya estoy grande y puedo hacer lo que quiera! – Frunce el ceño, y es como si a Gerard le quitaran un peso de encima, porque siquiera sabe que no va a besar a un niño de ocho años, sino a uno de doce.



Espera, ¿Qué?



¡No, no, no! Lo que quiso decir (pensar) fue que más bien, siquiera ya no pensaba besar a un niño de ocho años sino a uno de doce. Sí, pensaba, porque ya ni piensa (no es como si le quedara cerebro para hacerlo) ni va a hacerlo.



Pero entonces duda de esto último, porque el pequeño estira la boca como si fuera a besar a alguien, y acerca el rostro de Gerard al suyo con sus manos, y Gerard ya no sabe qué hacer, porque sabe muy bien que quiere hacerlo. MUERE por hacerlo, pero él tiene 17 y eso quiere decir que le saca cinco años y no, no puede. No quiere ser un maldito pedófilo.



— ¡No, Frank, no! – Alcanza a interrumpir las acciones del menor y toma su rostro para detenerlo, a tan sólo unos escasos 4 centímetros del suyo.



— ¿No quieres que te bese? Pe-Perdón, yo... - El pequeño agacha la mirada, y Gerard alcanza a ver cómo una lágrima se desliza por su mejilla, y se siente peor que antes. Se siente una mierda por hacerlo llorar, cuando el niño quería hacer algo que él también quería hacer, y ya no sabe qué es peor; Si hacerlo llorar o besarlo, pero entonces ve que a la primera lágrima le siguen montones más, y decide que, a la mierda todo. No quiere verlo llorar por algo como eso. Y que sepa el mundo que lo hace sólo por no ver al pequeño de ojos hermosos llorar (Sí, sólo por eso).



Con sus manos aún sobre el rostro del menor, lo levanta para posar su vista en él, y pega su frente con la del otro, para después cerrar los ojos e ir acortando la distancia entre ellos poco a poco, exageradamente lento.



Y es que tiene nervios, porque las únicas veces que había besado a alguien había sido, o por mero accidente, o porque no sabía ni en dónde estaba ni quién era, y por eso no tenía mucha idea de qué debía hacer, pero tenía diecisiete años y había visto mucha porno barata y películas cursis como para saber más o menos de qué va un beso, y también como para pensar que sólo debía dejarse llevar.



Y entonces simplemente junta sus labios con los rojos del menor, en una caricia a penas perceptible que lo hace temblar de pies a cabeza, y sentir como si tuviera todos los 4 de Julio de la historia en su estómago, porque la sensación que está experimentando ahora es indescriptible, como una mezcla entre felicidad, emoción, alegría, excitamiento y algo que nunca en su puta vida había sentido y que le aterra, porque siente los labios del menor como un lugar al que pertenece, y sabe perfectamente que en ese momento una bala podría atravesar su cabeza y no le importaría, porque moriría feliz. Endemoniadamente feliz.



Por su lado, el menor siente algo similar, como un montón de animales luchando por la supervivencia en su interior, y nunca se imaginó que algo como eso se sintiera así, como la plenitud entera o algo parecido, y también piensa que los labios de su vampiro son la cosa más dulce que nunca ha probado (y eso que ni siquiera los ha probado realmente). Incluso mejor que el pastel de chocolate que hace su abuela para su cumpleaños.



Gerard comienza a mover levemente sus labios sobre el menor, y éste tarda un poco, pero le corresponde torpemente. El mayor abre la boca, y se permite succionar los labios de Frank, que le saben como a cereza extremadamente dulce. Y ya no sabe si está alucinando o qué, pero en serio cree que es lo más dulce en toda la faz de la tierra.



Frank también abre la boca, tratando de imitar a Gerard y succionar sus labios como él hace con los suyos, porque quiere que su vampiro sepa lo bien que se siente que haga eso, pero casi sin querer, atrapa el labio inferior del mayor entre sus dientes, y lo escucha gemir quedamente contra sus labios, y le encanta ese sonido, por lo que lo vuelve hacer con un poco de más fuera y Gerard siente que se vuelve loco porque, Joder Frankie, ¿Dónde carajos aprendiste a hacer eso?



Gerard no aguanta un segundo más, y aventura su lengua hacia fuera para acariciar con delicadeza el labio del menor en una muda petición que el menor parece entender, porque abre la boca grande dejándole paso a la lengua de Gerard para recorrer con parsimonia cada rincón de la cavidad del pequeño, quien interrumpe la inspección de Gerard con su propia lengua, para entrelazarla con la suya y comenzar una sensual danza entre ellas, y Frank ahora sí está seguro de que Gerard es millones de veces más dulce incluso que el delicioso pastel de su abuela, porque ni comer un trozo de ese pedazo de cielo se compara con probar la saliva de su vampiro favorito.



Están tan perdidos en su propio paraíso de besos, que ni siquiera se dan cuenta cuando una leve brizna de agua comienza a caer del cielo, pero la notan un par de segundos después cuando ambos se separan, faltos de oxígeno, y entonces la inocente brizna se convierte en una fuerte lluvia que los empapa en segundos, pero ni siquiera le dan importancia, pues ambos están absortos en la imagen del otro.



Gerard mira a Frank casi con adoración, porque le parece una imagen digna de admirar el pequeño que tiene ahí enfrente, con las mejillas sonrojadas, los ojos más brillantes que nunca, los labios rojos e hinchados por su culpa y su cabello y ropas que se pegan con recelo a su piel por el agua de la lluvia.



Frank admira con atención una escena parecida a la que mira Gerard, excepto que le parece increíble que su palidez haya sido reemplazada por ese tono rojo que ahora cubre la cara de su vampiro, y antes hubiera pensado que odiaría que algo hiciera cambiar esa palidez en el mayor, pero ahora se percata de que incluso, se ve más lindo así. Pero no, espera. Para Frank se ve infinitamente lindo con sonrojo o sin sonrojo, y entonces una sonrisa idiota se extiende por su rostro, porque sabe que es el culpable de dicho sonrojo.



Y entonces, casi que como imanes, sus labios se vuelven a juntar, y esta vez es el pequeño el que invade la boca del mayor con su lengua, y es tanta la fuerza con la que el uno se le abalanzó al otro, que se tambalean por caer al piso, pero pareciese que la fuerza de Frankie fue mayor, porque él es el que cae encima de Gerard, quien ha caído de espaldas al pasto con el menor sobre él, y siente que le pican las manos por tocar el cuerpo de Frank, pero trata de mantener a raya su desesperación animal y sólo atina a poner sus manos por debajo de la camiseta del menor, acariciando con lentitud toda la extensión de su espalda.



Frank tiembla encima de él, porque a pesar de la lluvia, las manos de Gerard le parecen demasiado frías, y quiere hacer lo mismo que él, pero no puede porque se siente muy ocupado devorando la boca del mayor, así que sólo enreda sus dedos en el negro y mojado cabello del mayor, que se estremece bajo el ligero tacto del otro.



Se separan de nuevo por falta de aire, y Gerard nunca deseó tanto estar muerto para no necesitar aire, porque si por él fuera, nunca se despegaría de la boca del menor.



Frank abraza a Gerard por el cuello, y pone su cabeza en el hueco de éste, suspirando porque sabe que siente algo muy raro por el mayor, y también sabe que lo más probable sea que lo que siente es eso llamado 'amor', porque tiene todos los síntomas de los que ha oído hablar a su hermana, pero también duda un poco, porque según su hermana, es imposible enamorarse de alguien conociéndolo de un solo día. Al parecer se necesitaban años para enamorarse de alguien, pero él sentía como si esos años ya hubieran pasado, y aunque no lo hubieran hecho, está dispuesto a pasarlos, pero sólo si tiene a su vampiro a su lado.



Y entonces comienza a darle vueltas a una idea en su cabeza, pero no está muy seguro porque a decir verdad, tiene miedo de la posible respuesta de su vampiro, porque no sabe si siente la misma cosa rara que él.



Pero al final decide que, al diablo todo. Le preguntará, y si dice que no, pues por lo menos sabrá que lo intentó.



— Gerard, ¿quieres casarte conmigo? – Y lo suelta así, de golpe, cerrando fuertemente los ojos, expectante a la respuesta del mayor.




— ¿Qué? – A Gerard le toman por sorpresa las palabras de Frank, a quien sostiene por la cintura, sintiendo su cuerpo pegado al suyo con el agua de por medio, que no se ha calmado ni un poco.



— Que si quieres casarte conmigo. Ya sabes, tener una boda como en las películas, y... No, espera. ¡Pero tú vas a ser la mujer!



— ¿Eh? – Dice apenas, un poco más atontado que antes.



— ¡Sí, yo no quiero usar ese tonto vestido blanco que usan las mujeres en las películas! ¡Tú te verías lindo en él!



— Pero pequeño, somos muy jóvenes para eso...



— Si no me amas, sólo tienes qué decirlo – Dice Frank con tristeza, sin dejar de aferrarse al cuello de Gerard.



— ¿Qué? – Y casi lo grita, porque el pequeño parece haber dicho que lo ama (o eso entendió), y algo parecido es lo que se estaba planteando él, excepto por lo de la boda. Pero duda que sea amor lo que siente por Frank, porque para eso se necesita tiempo. Seguro que sólo se trata de una atracción bastante fuerte o algo así — N-no es eso... Las personas se casan cuando ya llevan muchos años de novios, y a demás no dejan casarse a las personas menores de edad, y ambos lo somos. Yo casi que ya no, pero igual.



— Ah... ¿Y si somos novios para algún día casarnos? – Por primera vez levanta el rostro del cuello de su vampiro, para mirarlo con emoción maracada en sus ojos.



— Si así tú lo quieres, no seré yo quien me niegue – Dice con fingida calma, cuando en realidad dentro de él se está armando la peor de las fiestas en la historia de la humanidad, pero es que, ¡Frank le ha pedido que sean novios! Y tal vez sólo esté confundido, pero está dispuesto a estar a su lado hasta que se aclare, no importa si le duele un demonio dejarlo ir después.



— ¡Sí! – Grita con emoción Frank, levantando su cara a la lluvia para después bajarla a juntar sus labios con los de su ahora novio, pero es que está infinitamente feliz.



Pero, ¿Cómo no estarlo? Si por ahora tiene el novio más lindo del mundo que eventualmente se convertirá en su marido, y no puede esperar para contarle al mundo entero que pasará el resto de su vida al lado del vampiro más guapo del mundo. Pero que el mundo sepa que ese vampiro es sólo SUYO y de nadie más.


vampiro; frerard }os{Donde viven las historias. Descúbrelo ahora